Antes de convertir nuestra piel en un lienzo, conviene sentarnos a analizar las implicaciones del proceso que viene después, después de todo, el tatuaje es una herida que debe curarse, por lo que el resultado final, depende de la capacidad de recuperación individual.
En este sentido, mientras el tatuador tiene la responsabilidad de ofrecernos un equipo de tatuaje profesional, queda de nuestra parte el proceso de recuperación de la piel. En la mayoría de los casos, el desarrollo de infecciones y reacciones adversas se debe a la falta de cuidados apropiados.
Los primeros días son los más delicados
Después de completar su obra, el tatuador cubre la zona con un vendaje que sirve de protección frente a las bacterias. Algunos utilizan papel film, otros usan Dermalize, una especie de película transparente especialmente diseñada para la curación del tatuaje. En cualquier caso, lo recomendable es descubrir el tatuaje antes de las 24 horas para la primera limpieza.
Antes de la manipulación, es indispensable lavar muy bien las manos de lo contrario, corremos riesgo de contaminar la herida y desarrollar infecciones.
Debemos lavar la piel tatuada con jabón neutro y agua templada, los jabones cosméticos pueden resultar contraproducentes. Una vez que terminamos de enjuagar, el siguiente paso es secar muy bien la piel, para ello, lo aconsejable es el uso de papel de cocina o una toalla descartable.
Para acelerar el proceso de recuperación, conviene utilizar alguna crema especial para tatuajes y descartar el vendaje inicial. La hidratación es quizá el factor más determinante en el resultado final, ya que favorece la correcta cicatrización.
La higiene es fundamental
Indistintamente de su dimensión, los tatuajes deben lavarse 2 o 3 veces al día; sin embargo, cuando se encuentran situados en zonas más vulnerables a la acción de los gérmenes, —por ejemplo, el tobillo y la muñeca— es recomendable realizar unas 5 limpiezas diarias.
En cuanto a la aplicación de la crema, es fundamental su uso después de cada limpieza durante los 15 días posteriores a la realización del tatuaje. Del mismo modo, no está demás continuar hidratando la piel cicatrizada.
Lo que no debemos hacer después de un tatuaje
Por lo general, la piel tatuada se reseca y desarrolla costras, sobre todo, en obras que requieren trazos gruesos o de mucho color. La paciencia es elemental, rascarse compromete la cicatrización y eleva las probabilidades de que algunas zonas no absorban correctamente el pigmento.
Son contraproducentes tanto los baños largos, como en el mar. El peor enemigo de la piel tatuada es el sol, de esta manera, es indispensable evitar la exposición a los rayos UV durante los primeros 15 días.
La alimentación también juega un papel crucial en la recuperación; aunque no existe una regla clara al respecto, los tatuadores profesionales recomiendan eliminar de la dieta la ingesta de alcohol, embutidos, frituras y gaseosas. De igual forma, durante las primeras semanas es preciso evitar actividades extenuantes.
Buscar ayuda médica en caso de anomalías en la piel
Si bien el tamaño y la capacidad de cicatrización de la piel definen el tiempo exacto, por media, los tatuajes demoran entre 7 a 15 días en curarse.
Es motivo de alerta la aparición de costras que generen picor excesivo, así como la inflamación excesiva del área o que la piel exuda sangre y plasma. Frente a cualquiera de estos escenarios, u observar cualquier otra cosa que parezca anormal, la mejor decisión es consultar al médico.