Desde una perspectiva humanitaria si el Plan de Trump para Gaza sirve para salvar
vidas de inocentes y aliviar la desesperada situación de las gentes, bienvenido sea.
Ahora bien, no está de más intentar entender qué hay detrás para vislumbrar los
intereses más o menos ocultos que sirve y lo que pueda pasar.
El Plan es una jugada maestra de la propaganda, un muy oportuno regalo
norteamericano al lobby judío, muy criticado en EEUU tanto por la masacre en Gaza
como por las presuntas responsabilidades que se le achacan en el asesinato de Charlie
Kirk. Un alivio para el siniestro Netanyahu, al que algunos comentaristas consideran «el
jefe» del propio presidente Trump, cuya posición político militar estaba en entredicho
con su futuro acaso a dirimir ante los propios tribunales judíos. Si bien Trump ya había
advertido en junio pasado en un alarde diplomático de los suyos que «no tolerará» el
juicio por corrupción al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, que sigue en
curso en Israel.
El Plan Trump también representa un salvavidas de imagen para el Estado sionista de
Israel, que estaba siendo desenmascarado ante la opinión pública internacional por el
denunciado genocidio en Gaza. Con el desarme de Hamas y la neutralización de la
Autoridad palestina se mantendría la invasión de Gaza ahora con el beneplácito de
Trump.
Netanyahu ha reconocido que gracias al Plan la presión ahora ha cambiado hacia Hamas
en vez de sobre Israel que ya tiene el visto bueno para no retirase de Gaza. E incluso
plenos poderes para actuar de modo discrecional si Hamas no aceptase el «trágala».
En efecto, el punto décimo tercero del Plan de paz expulsa a Hamas del territorio gazatí
y del futuro botín: “Hamás y otras facciones acuerdan no participar en la gobernanza
de Gaza, ni directa ni indirectamente, ni de ninguna forma. Toda la infraestructura
militar, terrorista y ofensiva, incluidos los túneles y las instalaciones de producción de
armas, será destruida y no reconstruida. Se llevará a cabo un proceso de
desmilitarización de Gaza bajo la supervisión de observadores independientes, que
incluirá la inutilización permanente de armas mediante un proceso acordado de
desmantelamiento, con el apoyo de un programa de recompra y reintegración
financiado internacionalmente y verificado por observadores independientes”. Sin
embargo, no dice nada acerca de los invasores israelíes.
Gaza se ha convertido en un sustancioso botín. Aparte de los recursos naturales que
tenga en su costa va a convertirse en vasto solar para el desarrollo de un descomunal
proyecto de especulación inmobiliaria con un botín repartido entre grupos del gran
capital no solo de la plutocracia judía sino también de las corruptas monarquías del
Golfo con Arabia Saudita a la cabeza. De modo que, de no pelearse entre ellos por el
reparto del tesoro, todos contentos.
El punto noveno del Plan establece que: “Gaza será gobernada por un comité palestino
tecnocrático y apolítico, responsable de la gestión diaria de los servicios públicos y
municipalidades para la población de Gaza. Este comité estará integrado por
palestinos cualificados y expertos internacionales, bajo la supervisión de un nuevo
organismo internacional de transición, la «Junta de la Paz», que estará presidida por el
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presidente Donald J. Trump, junto con otros miembros y jefes de Estado que se
anunciarán próximamente, incluido el ex primer ministro Tony Blair. Este organismo
establecerá el marco y gestionará la financiación para la reurbanización de Gaza hasta
que la Autoridad Palestina haya completado su programa de reformas, tal como se
describe en diversas propuestas, incluido el plan de paz del presidente Trump de 2020 y
la propuesta franco-saudí, y pueda retomar el control de Gaza de forma segura y
eficaz. Este organismo aplicará los mejores estándares internacionales para crear una
gobernanza moderna y eficiente que sirva a la población de Gaza y favorezca la
atracción de inversiones”. Este punto se complementa con los dos siguientes:
“Se creará un plan de desarrollo económico de Trump para reconstruir y revitalizar
Gaza mediante la convocatoria de un panel de expertos que han contribuido al
nacimiento de algunas de las prósperas y milagrosas ciudades modernas de Oriente
Medio. Numerosas propuestas de inversión bien pensadas e ideas de desarrollo
prometedoras han sido elaboradas por grupos internacionales bienintencionados, y se
considerarán para sintetizar los marcos de seguridad y gobernanza que atraigan y
faciliten estas inversiones que crearán empleos, oportunidades y esperanza para el
futuro de Gaza.”
“Se establecerá una zona económica especial con tarifas preferenciales y tasas de
acceso que se negociarán con los países participantes.”
¿Todos contentos? No del todo, pues ¿Qué pasa con la gente, con los sufridos
habitantes? El punto siguiente afirma muy optimista que “Nadie será obligado a
abandonar Gaza, y quienes deseen irse serán libres de hacerlo y de regresar.
Animaremos a la gente a quedarse y les ofreceremos la oportunidad de construir una
Gaza mejor.”
¿Cómo? ¿Con una mano delante y otras detrás? ¿No es incompatible este piadoso deseo
con el de crear valor para los nuevos accionistas extranjeros?
En fin, de momento cabe considerar que parece un Plan bastante asimétrico que
beneficia a Israel y al gran capital especulativo inmobiliario pero no garantiza ni la
permanencia ni la seguridad de la población de Gaza, que probablemente se vea
obligada en buena parte a abandonar su tierra. ¿Hacia dónde?
Con el Plan de Trump Israel gana en la Casa Blanca una guerra empantanada de
resultado incierto en lo militar y perdida ante la opinión pública internacional y se abre
la veda a la plutocracia especulativa para lucrarse con un patrimonio que no le
pertenece.
Lo bueno, y desde luego que es muy importante, es que quizás deje de morir gente
inocente asesinada. Sin embargo, los poderosos juegan como quieren con la vida y la
hacienda de los pueblos con total impunidad.
En este juego del Monopoly ¿ahora es el turno de Ucrania? ¿Acaso de Venezuela?