No suelo ver mucho la tele y menos hacer reseñas de ese tipo pero me habían
recomendado con insistencia una serie de nueve capítulos en Netflix titulada Animal.
Una serie española de producción modesta ambientada en Galicia.
Bajo una capa de humor, sencillez y ligereza esconde pero no mucho a cualquier
espectador sensible, grandes enseñanzas. En la línea de “un tiemble después haber
reído” de la revista de humor La Codorniz la serie plantea una crítica lúcida y feroz a la
deriva desastrosa de una civilización desnortada. Una visión con muchas facetas como
los diamantes bien tallados. El sentido de la vida; la vocación y el ejercicio profesional
según las ideas y las edades; la remuneración en dinero, satisfacciones y especie; la
tradición de un mundo rural declinante que funcionaba en ciclo cerrado pero que ahora
intenta sobrevivir desestabilizado por los nuevos poderes; las nuevas maneras
amorosas; las formas de negocio que se van implantando; la infantilización inducida; el
desmadre administrativo oficial; el funcionamiento del sistema judicial… y otras cosas
más sobre las que luego incidiré.
Antón es un veterano veterinario rural gallego que vive al día en una casa heredada
desvencijada sin posibles ni tampoco ahorros que tras su negativa a firmar un
chanchullo se ve obligado a aceptar un trabajo en una tienda franquiciada, una boutique
para mascotas dirigida por su sobrina Uxía, sucursal propiedad de una multinacional
con sede en Barcelona. Las circunstancias le hacen pasar de cuidar semovientes en el
campo a atender y vender caprichos para mascotas mimadas por unos amos
tremendamente estupidizados en los que no cuesta identifica a muchos, demasiados por
desgracia de nuestros conciudadanos.
Las peripecias de su consulta en la que más que de veterinario ha de ejercer de
psiquiatra de amos y mascotas ponen una nota de humor a veces desternillante. Pero lo
importante no es tanto su labor puramente veterinaria sino colocar chucherias y
cacharros para mejorar en las estadísticas de ventas.
El perfil psicológico de la joven directora es muy curioso por su manera de pensar y
relacionarse, su lenguaje producto del adoctrinamiento propio de Recursos Humanos de
una gran empresa.
Pero hay un aspecto que deseo destacar porque me parece que es la madre del cordero,
nunca mejor dicho, de muchas de nuestras desgracias actuales y venideras. Un asunto
que me recuerda alguna de mis propias peripecias e inquietudes cuando era el joven
responsable del departamento de normativa con varios consultores a mi cargo en la
dirección de organización de una de las más importantes empresas españolas de energía.
Me refiero al cambio filosófico acerca del sentido, misión o razón de ser de la empresa.
Del justificarse por tratar de «satisfacer una necesidad social» a la posmoderna
alternativa, y a veces opuesta, de «crear valor para el accionista».
Un asunto que supone grandes implicaciones no solo para la micro y macroeconomía
sino sobre la sociedad y la misma civilización. No exagero: estamos viendo los
tremendos resultados en asuntos como la pérdida hegemónica científica e industrial, la
deslocalización y al final como consecuencia, la decadencia y dependencia. Un proceso
que está en la base de muchos de nuestros problemas actuales es el proceso de
desmantelamiento de la base industrial y del sector agrario que había logrado con gran
esfuerzo y altura de miras el tan denostado régimen anterior. Un fenómeno negativo que
también se sufre hoy en la actual devastadora UE e incluso en la metrópoli imperial.
Durante un siglo EEUU fue líder mundial de manufactura pero tras casi medio de
desindustrialización debido a la deslocalización promovida para crear valor para el
accionista ha perdido su dominio manufacturero con importantes consecuencias
políticas y geoestratégicas de todo tipo como la dependencia ahora en buena parte de
China. Por eso muchos grandes magnates están acaparando recursos físicos en
preferencia a los meramente financieros.
Pero volviendo a nuestra serie en ese mismo “crear valor para el accionista” se
encuentra el discurso de la nueva directora enviada por la central de Barcelona para
sustituir a la destituida sobrina de Antón. Otro que, profesional a la vieja usanza, no
sirve a la corporación porque cura en vez de mantener a los animales con enfermedades
crónicas y en dependencia de los costosos artilugios en oferta.
En resumen una serie muy entretenida, divertida y pedagógica con su «tiemble después
de haber reído».








