Hoy, Robe se cansó de ser hombre y se marchó a leer en el cielo la sentencia de García Ortíz, sin despeinar ni un pelo su asco por esa torticera con la ley que no le dejaba volar a su gusto, que no comprendía, que le resultaba infumable y que hacía su pasar de todo imposible. Y muchos hubiéramos querido acompañarle con esa hipérbole del adiós, que siendo un encuentro con lo mágico parece un hola a las corduras de wallapop donde todo está devaluado y rebajado, pero no inservible. Están en adecuado uso las fórmulas para sentirse rematadamente mal con esta sociedad donde la justicia nos manda señales de estar en venta, de ser parcial, de no respetar la presunción de inocencia, y de valerse para los castigos de suposiciones sin pruebas fehacientes que los jueces obtengan y no por la defensa que los acusados procuren. Es una despendolada carrera de gallinas con el pescuezo cortado sin meta y sin pódium. Una carrera paralítica sin puntos de avituallamiento que ya dura demasiados dias, y que se asume con las zapatillas gastadas por el áspero camino hacia no se sabe bien qué verdad insustancial y terrible donde los sumisos, cuyo culo solo sirve para recibir patadas con bota de acero, se empequeñecen. A lo peor Robe, con su tromboembolismo pulmonar, desde las nubes de los angeles caídos, fumándose un porrito, es capaz de a los angeles estatuados de la tierra mandarles un mensaje de pasotismo extremo, que nos evite la vergüenza del triunfo descarado de estas patuleas de picapleitos tramposos y nos devuelva un soplo de cordura, aunque sea envuelta en sentencias de mariguaneros. “Que nos entierren con la picha fuera pa que se la coma un ratón” si es mas indispensable que necesario cortar por o sano este desatino.











