Varios científicos argentinos anunciaron haber encontrado 62 elementos tóxicos no declarados en las vacunas COVID 19, así como en sueros y anestesias dentales. Algo, que de ser cierto, pone a cualquiera los pelos de punta. Dos de estos investigadores, la biotecnóloga Lorena Diblasi y la científica Marcela Sangorrin pertenecen a la CONICET, que es algo así como el CSIC español, Consejo Superior de Investigaciones Científicas.
Hace unas semanas charlamos con la doctora Diblasi y hoy lo hacemos con la bióloga, investigadora y profesara. Marcela Sangorrín, quien cuenta algo que califica de inexplicable, y es que un buen día, ella misma y Diblasi solicitaron audiencia al presidente del CONICET «para que nos dé las razones del inicio de una investigación, de un sumario, por dos químicos de la Comisión de Ética y del Directorio. Nos abren sumario porque nos quieren meter miedo, perseguir”, añade la bióloga, quien sospecha que las quieren poner en la calle o sancionar.
Para ella es inexplicable que les abran sumario porque actuaron más allá del área que se les había adjudicado. No importa que hubieran descubierto, de ser cierto lo que plantean, un también inexplicable error médico, masivo y organizado. Lo importante es conseguir que estas científicas dejen de actuar allá donde no se les ha invitado.
Sangorrin y sus colegas lo ven distinto. Primero porque cada cual puede hacer en su tiempo libre el trabajo que quiere y más si ese trabajo resulta beneficioso para la sociedad, e incluso para ellas mismas.
NOTA:
A continuación, entrevista en vídeo. Después seguimos con el texto
Además, plantean que la ciencia no se basa en ser muchos o pocos los que defiendan una u otra tesis porque no por ser muchos se tiene la razón. “Nosotros somos muy pocos: Lorena Diblasi, biotecnóloga, a la que también le abren sumario; Martin Monteverde, médico, y David Nonis, biólogo molecular, También trabajamos en colaboración con gente de España, Canadá, Nueva Zelanda, Australia… Nos reunimos de forma virtual, comparamos resultados…”
EN 2024 hicieron un trabajo del asunto de las vacunas anti COVID. Lo escribieron en un journal, en inglés, y tuvo gran repercusión. En su elaboración utilizaron 18 lotes y 6 marcas de vacunas, insuficiente para darlo por válido, pero probablemente suficiente para que la industria farmacéutica les tomara la matrícula. Y justo lo que necesitaba su gobierno para abrirles un expediente administrativo que ya veremos en qué queda. Ellas son científicas, se limitan a investigar y a presentar sus resultados. Pero, lejos de atender su demanda, les abren expediente. Hay supuestamente todo tipo de libertades en Argentina, las de opinión y expresión incluidas, y de investigación, siempre que no sea el Estado el que pague, y en este caso, al parecer, esta ronda la han pagado los científicos.
Para Sangorrin, el hecho de que les pongan tantas trabas quiere decir que “hay algo oscuro detrás”. La bióloga recuerda que nadie ha visto los contratos de las farmacéuticas con los gobiernos, salvo Ecuador. Los activistas, allí, William Sánchez y Eduardo Barba a la cabeza, los pusieron generosamente al alcance del mundo. Desde entonces no hay dudas. Está escrito cómo hacen negocios con la salud pública las grandes compañías farmacéuticas “En Argentina – precisa nuestra invitada – los contratos los controlan en el Ministerio de Defensa”. Y se pregunta por qué.
La bióloga recuerda con desagrado lo sucedido en su país y en otros muchos, en todos en realidad, en los que se usó a la población como conejillos de indios y se nos metía miedo desde las televisiones. La COVID era un horror. A lo largo del día se hablaba minuciosamente de los muertos que había por la mañana, por la tarde, los fines de semana, los casados, los altos, los rubios… Las estadísticas dieron pie al juego mediático más atroz que se conoce y que nadie ha denunciado, ni ha supuesto que se abrieran sumarios entre los profesionales del sector televisivo . Y lo peor, todo en nombre de un virus, el también supuesto SARSCOV 2. Y aquí es donde el trabajo de estas científicas, de ser cierto lo que dicen haber encontrado, se hace imprescindible ser revisado, que es lo que ellas piden a gritos. ¿Qué hay de malo en proteger a su población investigando? Qué falla, qué es un absurdo, pues a otra investigación. Pero no hay que meter a los científicos en la cárcel o quitarles sus puestos de trabajo. Ellos, por tener, tienen hasta el derecho a equivocarse. Hay que tener en cuenta que se mueven en territorios desconocidos. Pero cuando aciertan cambian el mundo. Echémosles una mano. En lugar de ignorarles, hagámosles caso, y si lo que cometen es un erro palpable, demostrémoselo y que sigan trabajando.
CUIRRICULUM DE LA CDRA MARCELA SANGORRÍN
La Dra. Marcela Sangorrin estudió Lic. en Ciencias Biológicas en la Universidad Nacional de Mar del Plata, donde también completó su doctorado en Ciencias Biológicas en enzimas y purificación de proteínas. Luego se trasladó a Neuquén a la Universidad Nacional del Comahue, donde fue Profesora Asociada y continúa siendo Investigadora Independiente del CONICET.
Es directora del grupo Biodiversidad y Biotecnología de Levaduras, donde se desarrollan varias líneas con estos microorganismos: fermentaciones de vino y sidra, biomasa de levaduras, enzimas de interés industrial, Control Biológico, entre otros.
Ha completado la dirección de seis tesis de doctorado en biotecnología de levaduras, ha desarrollado tareas de extensión y transferencia, ha publicado unos 50 trabajos revistas internacionales y capítulos de libro en el tema. Así mismo, ha desarrollado una Patente en el tema de biocontrol de podredumbres en fruta empleando levaduras.Dra. Marcela Sangarrín y Dra. Lorena Diblasi