LA PUPILA DEL CARACOL

Habrá que preguntarse si la inteligencia creadora cabe en el imaginario de la televisión pública en el preciso momento que Broncano haga su primera aparición. Habrá que preguntarse si esa inteligencia tiene un razonable precio asequible desde el punto de vista analítico en mercado, y si se debe pagar a plazos o al contado. Habrá que preguntarse también si quienes dan el «so o el arre» a una apuesta de este tipo serían capaces de hacer la misma apuesta en la cadena “de todos” que en un canal privado.  Habría que responderse, en voz alta con sordina, para que los que no están entre los 50000 fieles de la actual Resistencia se percaten de la jugada, y se les tendría que interrogar, seriamente, sobre si su defecación cotidiana es un “perfect” o un “desparramo bolisero”, cuántas veces han hecho el amor en la última semana o cuánto pesa en ceros su cuenta bancaria. Particularmente, me encantaría que con lo primero que les interpelara, para calentar, fuera la misma pregunta que dio cola a Peso Pluma:»¿Qué preferirías: tener ganas de mear todo el rato o que te puedan venir ganas de mear en cualquier momento y hacerlo en diez segundos?». De ahí, de la respuesta a esa delicada y sutil demanda, sacaríamos unas conclusiones más que acertadas sobre cómo quiénes están a los mandos de TVE hacen del empeño de entretenernos la exégesis de lo correcto para nuestro interés de espectadores.  Todo el país, en prime time, se preguntará a sí mismo cuánto papel higiénico gastan a la semana en limpiarse el ojete para comparar su necesario marrón con el de los demás, y ese objetivo, que nos hará observar nuestras deposiciones en el inodoro con un detenimiento inusual, seguramente nos hará mejores conocedores de nuestro podrido interior. Todo el país, en prime time, podrá compararse con los invitados en el número de orgasmos sin cerciorarse primero si cuentan los solitarios, si los de grupo puntúan individualmente o si se suman los de posibles partícipes ocasionales. Todo el país en prime time fiscalizará entretenido si su deprimida cuenta es comparable en ceros rojos o verdes con las del famoseo invitado y, en las envidias cochinas, ahogará las penas nocturnas de lata de sardinas con vino de tetrabrik.  Será, por defecto, más que un Programa de Broncano, un experimento social sobre la Resistencia de nuestras meninges sociales que, a buen seguro, servirá para hacernos más expertos con nuestras virtudes y defectos como público que no compra –motos- así como así.  La inteligencia y la frescura de este joven es la habilidad de parecer como feo y tonto, de demostrárselo a los demás y conseguir con ello que, a través de la complicidad de las tontunas, lleguemos a reírnos de nuestra propia memez contemplativa y sorprendida. En ese alarde de genialidad para un relato confeccionado como si fuera radio, retratada sobre sofá a la antigua y espacio telarañoso, se llevará a la buchaca este chavalote una cifra que para sí quisiera cualquier discutido y bien pluseado presidente de cualquier gran empresa.  Llegados a este punto, desde mi admiración y reconocimiento al éxito de este equipo de modernos payasos descarados y deseando la mejor de las suertes a TVE, es bueno y es inteligente recordar sin “abroncarse el cinturón” aquella famosa frase de W. Buffett: «El precio es lo que se paga. El valor es lo que se obtiene”. En fin y en medio, esta fulgurante estrella hackeará nuestra sonrisa con su extremada naturalidad, que reconozco me divierte como me divierte el cómo se lo tomó Boinas cuando dábamos palique al fenómeno tras el cubata de tardeo: «Siembra un árbol y harás feliz a un perro». Reconozco sinceramente al Boinas su inteligencia natural muy por encima de estas modas catódicas que persiguen la inteligencia con una jodidita mentalidad de caracol castigada de por vida, también naturalmente, a llevar los ojos al final de los cuernos.