El westsplaining acabará con nosotros, sin callarnos. Nos explican todo en un sucio intento de hacernos comprensible la barbaridad y, bien manchados, no entendemos nada de nada. Es el último grito machacón de nuestra desafortunada sociedad ,que pone de moda términos tan cuestionables, pero tan hábilmente usados por quienes detentan el poder que llegamos a somatizarlos. Término primo hermano del whitesplaining, de jewsplaining y de rightsplaining se ejecuta dolorosamente como petardo al culo cuando nos tratan como idiotas desde una pedantería absurda y una condescendiente ridícula indolencia. A quienes no manejamos el inglés nos resulta todavía más indigerible, y nos sentimos como pingüino perdido en el Sáhara. Ursula von der Leyen, este domingo, se tomó unas anchoas y unas cervecitas con Trump, y nos clavó que había sido un exitazo del copón su negociación, y que “era el mejor acuerdo al que podíamos llegar”. En teoría deberíamos quedarnos aliviados y a la vez resignados, pero cualquiera con más de dos neuronas que escarbe un poquito en el asunto, se dará cuenta de que le han hackeado las meninges con la frasecita de marras. Los más optimistas nos westsplainingearán que “un gravamen del 15% a productos europeos nos evitará una guerra comercial”, y los incontinentes pesimistas nos acojonarán con el puto compromiso europeo de comprar energía estadounidense por valor de 750.000 millones de dólares, además de invertir otros 600.000 millones adicionales, y de de incrementar las adquisiciones de material militar. Y nos lo fumaremos en telediarios y en periódicos, sin mover un párpado, poque la repetición hará su indecente trabajo en nuestras entendederas. La asociación transatlántica se ha puesto un pin en la bragueta y ahora nos joderán sin condón, pero con un SI al borde de lo estratosférico, empujado por las opiniones favorables y condescendientes de todos los presidentes involucrados en este desatino de un rubio tan peligroso como abusador. El vasallaje es patente, y aquí no se escapa de apoquinar ni el Tato, aquel torero de Sevilla que no se perdió ni una sola corrida a lo largo de su carrera, pese a las muchas cornadas que recibió. ¡Westsplaining a cascoporro, y mucha vaselina!. Es lo que se lleva para esta canícula agostera y agostada. Pero que se lo expliquen a su mamá, los que no conocen a su padre. Trump ya se lo contó a los suyos como un chiste más sobre los europedos.