UN TESTIMONIO OLVIDADO

Don Santiago Ramón y Cajal fue un gran investigador, Premio Nobel de Medicina en 1906, lo que le provocaría muchas envidias, aunque también le proporcionara cierta inmunidad o capacidad para superar las contingencias que supone ser español honrado y vivir como tal. Más allá de la Ciencia, don Santiago tenía sus ideas sobre España:

«En mi calidad de anciano que sobrevive no puedo menos de cotejar los luminosos tiempos de mi juventud, ennoblecidos con la visión de una patria común henchida de esperanzas, con los sombríos tiempos actuales, preñados de rencores e inquietudes. Convengamos, desde luego- y eso nos lo echan en cara diariamente los extranjeros-, en que moramos en nación decaída, desfalleciente, agobiada de deudas, empequeñecida territorial y moralmente, en espera de mutilaciones irreparables.

Yo bien sé que catalanes y vascos consideran ilusorio tamaño peligro y hacen fervientes manifestaciones de adhesión y amor a España. Y no se me oculta que lo mejor del pueblo vasco, catalán y de otras regiones comparten tan nobles sentimientos. Pero ¿lo comparten las masas fanáticas de las mismas y los avispados caciques que las sugestionan? 

Yo desearía creer en dicho ingenuo optimismo… la causa real del desvío actual de las regiones periféricas carece de idealidad y es puramente económica. El movimiento desintegrador surgió en 1900 y tuvo por causa principal, aunque no exclusiva, en relación a Cataluña, la perdida irreparable del espléndido imperio colonial.»

Hoy, con la nueva Restauración del 78 la cosa sin duda está mucho  peor que en tiempos de don Santiago: tal interpretación desgraciadamente ya no es creíble como causa principal y menos aún cuando ya hay un par o tres de generaciones de españolitos autonómicos enseñados en el odio a España, el español como lengua común, su Historia y sus instituciones. El populacho fanatizado por los caciques abusones siendo cómplices socialistas y nacionalistas periféricos, incluidos los hipócritas demagogos del PP gallego.

Es la insaciable corrupción de las burguesías periféricas que emplea el socialismo como excipiente y se alía con las actuales fuerzas globalistas de disolución de las naciones históricas hacía un magma totalitario de una humanidad degradada y sin atributos. Pura incoherencia aunque la novedad suicida y tremenda es que sean las propias instituciones de la Monarquía en todos los niveles las que colaboren en este proceso de destrucción nacional por encima incluso de la letra constitucional arrojada impunemente al muladar borbónico. Es el Régimen contra la Nación. Tras casi medio siglo de Monarquía la situación de la clase media cada vez está peor y empieza ser insostenible: una parte numerosa y creciente de los jóvenes españoles se mueve ya en cierta pobreza relativa, tanto en relación a Europa cuanto al propio pasado histórico.

Pese a su indisimulado racismo supremacista que considera al resto de españoles como racial e intelectualmente inferiores, el fanatismo anti español aún resulta ser mayor y en absurda paradoja ofrece como solución para sus tinglados corruptos y liberticidas el que las regiones indigenistas se llenen de los que llaman moros y negros, debilitando su pretendida superior pureza racial.

El Plan Kalergi se adopta impunemente, sin reacción conocida.