Impedir y restringir la movilidad entre países es la última moda de la política más bruta de Europa. Tratan estos animalotes gregarios, aupados en su estulticia, de torticear los beneficios de la inmigración para la economía que sustenta el acomodo de esta delirante sociedad europea con grave falta de recursos humanos (y con muchos humanos con pocos recursos) que, para colmo de males, sufre el severo diagnóstico de un nulo relevo generacional. Ocho siglos de “presencia mora” en España, por acercar el problema, no le sirven a esos de VOX para zambullirse en la normalidad de un ADN que, heredado, corre por nuestras venas y que Dumas resumió en un despectivo: “África empieza en los Pirineos”. El español pre morisco era simplemente una forma más antigua de español y sonaba muy parecido al latín. En el siglo VII es muy probable que todavía se considerara simplemente latín. Desde la llegada de Tariq ibn Ziyad en 711 a la península ibérica, experimentamos una profunda transformación que se sustanció en la formación de Al-Ándalus, un periodo de convivencia cultural muy sutil y muy aleccionador con avances maravillosos y significativos en muchos campos en los que estábamos pobremente cultivados. Quizá la influencia mayor que estos árabes dejaron en nuestra cultura, por encima de lo artístico y lo tecnológico, fue su legado lingüístico. Un rico legado para entendernos y no para hablar por hablar y ofender en ese jueguecito. Sólo estos individuos de ultraderecha pertinazmente borriquera, con VOX al frente, jaleando a sus chusmas menos sesudas rebuznantes, capaces de admirarse tanto como para sentirse superiores, pueden ser tan hirientes y mentecatos desde el idioma que corre por su lengua al plantear cacería (del más antiguo latín «captiaria» y, en redes sociales, escribir arabismos lingüísticos netamente marroquíes del estilo “dar –jarabe- a estos –fulanos-. Ya se lo habrán figurado, hacemos un circunloquio sobre la brutalidad de TorrePacheco. Estos confundidos salvajes, machete en mano con pasamontañas y ropa de marca, que nos avergüenzan como españoles, como cristianos a muchos y como seres humanos a otros que son menos entregados a cualquier tipo de religión, no saben, por poner un ejemplo de uso cotidiano, que más de tres mil palabras de las que usamos cotidianamente provienen del árabe. (Los lingüistas corroboran que alcanzan el 8 % de los términos de la RAE). Tenemos con la lengua una coagulación emocional que, lo quieran o no, acerca a estos sujetos nuestro prurito godo más enrabietado y torpón. Un millón de marroquíes viven en nuestro país. Colombianos, venezolanos, rumanos y ecuatorianos son los siguientes en abultado número. Fomentar el odio y legitimar la violencia es el trabajo de gentuzas de un partido liderado por un cretinizado y subvencionado permanente, desafortunadamente legitimado por las urnas, que nunca ha trabajado y que vive magníficamente en la difusión de embarramientos sin argumentario. No olvidemos en su compañía perruna a los que han monetizado falsos videos de unas agresiones que ni en esa localidad se celebraron ni fueron cometidas por extranjeros. Es triste conjeturar que, a estos animales enfurecidos por las arengas de sus hiperventilados tramposos lideritoslideratesconlideritis, no les bastaría con deportar a ocho millones de extranjeros, en su hackeado imaginario fascista les encantaría que todos se retornaran a sus orígenes con un cuadrado pijama de madera. Lo peor de ese despiadado sueño, para su despertar involutivo en su pestilente metamorfosis a sabandija prehistórica, es que no habría manos para talar los árboles, ni para convertirlos en tablas, ni para carpintearlos en féretros, ni para transportarlos, ni para que cuidaran a sus padres ancianos mientras ellos disfrutaban de estas algaradas sangrientas propias del NSDAP, en las que no podrían ni siquiera mitigar su sed porque habrían desaparecido a machetazos todos los camareros y, lo peor, no podrían volver a sus casas porque nadie habría quitado las basuras de sus calles. Aunque esto último, lo más probable, es que les importaría una mierda, acostumbrados como están a cagarse en todo y no limpiarse. Seguro se pudrirían en el camino de vuelta a su cochina madriguera. Estos pachequeros de la dulce Costa Cálida no merecen esos visitantes energúmenos de la cruz gamada. “El gran reemplazo”, esa importada teoría letal de la conspiración francesa, no les viene, aunque rebozado en galo que es idioma muy sugerente y diplomático, a la medida de su cualificada y demostrada convivencia de años con sus diferentes vecinos de otras latitudes.