Ángel Núñez
Fue allá por el año 1925 cuando se constituyó la compañía IG Farben, presidida por Karl Bosch, por parte de Bayer, BASF, Hoechst y otras empresas farmacéuticas alemanas, la mayor asociación del mundo a la fecha. Fueron estas compañías quienes empezaron a producir el gas Ziklon B, que se utilizó como arma química durante la primera guerra mundial por parte de Alemania. Fueron parte del origen de la financiación del partido nazi. Desde los inicios han controlado las patentes en su cuantía y fueron los arquitectos de los campos de concentración.
La figura central es Walter Hallstein (1901-1982), un destacado abogado en la política internacional en Europa a raíz del nazismo, que llegó a ser un gran aliado como abogado y asesor de Hitler. Recibió formación del Kaiser Wilhelm Institute von Berlin, financiado por la IG Farben. Adelantándonos en la historia, el 25 de marzo de 1957 fue uno de los doce padres fundadores del Tratado de Roma. El 7 de enero de 1958 fue elegido presidente de la Comisión Europea por los responsables políticos del cártel financiero farmacéutico, y fue reelegido en 1963 donde permaneció hasta 1968.
Esta desconocida joya de la historia europea, fue miembro de las organizaciones nazis. Su objetivo era especificar un marco jurídico cuando en 1933 se fundó la Bund Nationalsozialistischer Deutscher Juristen (BNSDJ) o Asociación nacionalsocialista de abogados alemanes, que en 1936 pasó a denominarse Rechtswharer o protector de la ley para destruir el sistema jurídico democrático y la implementación de los principios del nazismo, encabezada por el doctor Hans Frank, miembro del gabinete nazi y condenado a muerte en 1946.
El objetivo de estas organizaciones era ver el modo en el que podían gobernar el mundo. Nombrado decano de la facultad de derecho de la Universidad de Rostock en 1936, fue un peso muy elocuente en las negociaciones entre Hitler y Mussolini de cara a la colaboración política entre ambos regímenes dictatoriales.
Tras la Segunda Guerra Mundial, declaró que en ningún momento había colaborado con el nazismo. En 1957 fue elegido como coordinador del nuevo cártel farmacéutico en Bruselas. No hay duda de que sus experiencias son destacadas en este aspecto.
En mayo de 1938 se planifica junto con Mussolini una Europa dominada por los alemanes, sin dejar de lado las leyes dictatoriales como trasfondo del nuevo orden jurídico y la preparación para la Segunda Guerra Mundial como paso más que indispensable para ello. Se buscaba la fusión entre IG Farben y los nazis y todos aquellos que decidiesen unirse al club, siendo uno de los expertos juristas que se encargaron de explicar el plan Walter Hallstein ese mismo año en Roma. Por lo tanto, su rol como funcionario del nazismo fue esencial para fortalecer la relación entre IG Farben y los nazis.
En junio de 1938 se organizó una conferencia que es clave para entender lo que es Europa actualmente, en colaboración con el entonces ministro de Hitler, Hans Franck. Posteriormente, el 23 de enero de 1939 se dictó en la universidad de Rostock, cuyo objetivo era explicar la entidad jurídica de la gran Alemania. Según la obra titulada El cártel de la esfera mayor, publicado por Arno Soelter en 1941, la estrecha relación de los órganos especializados, el contacto con las centrales establecidas en otros países, el establecimiento de una normativa estándar y la regulación del mercado para que sea común, son aspectos que se siguen en la Unión Europea en la actualidad. Ello implica la existencia de órganos políticos, cuyo fin es la ordenación del contenido para que no se salga del perfil conveniente, que actúan como controladores de todo el proceso, en este caso la Comisión Europea, que supervisa todo lo que es legal y deja de serlo en Europa, al margen de la democracia, la cual no existe y si está es un brindis al sol.
Soelter regresó a la palestra en 1962 a la raíz de su propuesta “Vertriebsbindungen im gemeinsamen Markt unter wirtschaftlichem und EWG-kartellrechtlichen Aspekt”, (Derechos de distribución exclusivos en un mercado común dominado por los aspectos legales de los cárteles económicos y de la CEE), siguiendo los viejos principios del cártel empresario establecidos en 1941. Por lo tanto, el Parlamento europeo tiene un papel casi nulo en las decisiones comunitarias, y el voto por parte de los ciudadanos tiene un significado simbólico porque en la práctica quienes dirigen la Comisión Europea son elegidos por los lobbies y las grandes multinacionales farmacéuticas y químicas que adquieren sus millones gracias a las patentes.
Pero no son los únicos protagonistas de la historia. Hermann Josebs Abs (1901-1994) fue una de las piezas claves para la economía alemana desde la década de los años 30 y fue líder de los acuerdos sobre la deuda externa alemana en 1953, aparte de ocupar un alto cargo en el Deutsche Bank como miembro de la junta directiva, cargo al que regresó tras la Segunda Guerra Mundial.
Konrad Adenauer (1876-1967) fue alcalde de Colonia de 1933 a 1934 y colaboró activamente con políticos del nazismo, trató de evitar el desmantelamiento de los laboratorios de Bayer en 1949, se encargó de que criminales nazis volvieran a ocupar sus cargos públicos y fundó en 1956 el servicio secreto alemán «Bundesnachrichtendienst» (BND), con antiguos miembros de las SS y la Gestapo. Además, fue el primer canciller alemán de la posguerra. Otto Ambros (1901-1990), acusado en los juicios de Núremberg por esclavitud, fue recluido por Adenauer como asesor de empresas farmacéuticas en 1952, tras haber ordenado la creación de armas químicas como el gas sarín en 1939 cuando trabajaba en la IG Farben. Rudolf Augstein (1923-2002), editor de la revista Der Spiegel, utilizó su influencia para desviar la atención sobre el incendio de Reichstag en 1933 hacia los comunistas como causantes del mismo, fue antiguo oficial de la SS y de la Gestapo para crear un método de periodismo de investigación para influir en los políticos de la posguerra. Su encarcelamiento en 1962 fue empleado para hacer creer que Der Spiegel era de izquierdas. Hans Globke (1898-1973) colaboró activamente en las normas del holocausto nazi, fue asesor en la sombra de Adenauer y la conformación de las actuales organizaciones europeas. Max Ilgner (1899-1966) jugó el rol de conexión entre la IG Farben y el partido nazi, estableció un sistema de manipulación del gobierno alemán mediante misiones de espionaje, condenado por crímenes de guerra de 1945 a 1948. Angela Merkel dijo en 2005: “El pueblo de Alemania no tiene derecho a la democracia y una economía de libre mercado en el futuro”. Otros como Helmut Khol fueron fieles servidores de las empresas farmacéuticas, en su caso durante 16 años. La lista es interminable.
Basten todos estos datos, obtenidos de la obra Las raíces nazis de la UE de Bruselas, de Paul Anthony Taylor, Aleksandra Niedzwieckie, Matthias Rath y August Kowalczyk como pruebas suficientes de que la democracia y el progreso europeo han sido protagonizados por los Rockefeller, los Rothschild, las empresas químicas y farmacéuticas y todo un organigrama de compañías que dirigen la política desde Bruselas y, por ende, todo lo que se decida en España. Estos antecedentes históricos, que ubican a nazis en los puestos de control económico, político y sanitario en nuestro continente deberían hacernos pensar sobre qué base se conforma el actual orden en nuestro viejo mundo y cuáles son sus objetivos. Si en la década de los 30 era la depuración de la raza, actualmente con la covid, enseña de la agenda 2030, está claro que es el genocidio, el control de la genética humana, la reducción de la población y la política eugenésica, aplicando principios nazis al siglo XXI.
O hacemos algo o la historia se repite, aunque con estos protagonistas están muy claras las intenciones de la Unión Europea.