En esta época que vivimos estamos acostumbrados a acudir a pensar en los especialistas médicos por separado, el cardiólogo, el neumólogo, el nefrólogo, el traumatólogo… Sin embargo en ocasiones nos encontramos con problemas que no parecen muy complejos pero que nos pueden acarrear más de un dolor de cabeza. Estos problemas solo se solucionarán si abrimos mucho la mente y pensamos en otras posibilidades como la sorprendente relación que, a priori, parecen mantener dos sistemas completamente dispares, el musculoesquelético y el inmune.
Por un lado el sistema musculoesquelético es el que nos permite movernos, tragar, respirar, hablar, mantener el equilibrio… mediante contracciones musculares. Cuando los músculos se contraen, dependiendo del grado de exigencia de la contracción, estos se pueden fatigar o, incluso, pueden sufrir roturas. La fatiga es una forma de protección para no llegar a la lesión. Por orden de gravedad tenemos, primeramente, la fatiga muscular, luego los calambres, después contracturas, distensiones o esguinces con microrroturas de tejido. Los efectos pueden ser desde agujetas o roturas fibrilares mayores hasta, en los casos más graves, desgarros musculares con síntomas como inflamación, dolor, incapacidad y hematomas más o menos extensos. A veces estos casos graves requieren de intervención quirúrgica. Tanto la fatiga como las roturas generan material de deshecho que, si no se eliminara, haría imposible la recuperación muscular.
Por otro lado nos encontramos con el sistema inmune que se compone de muchos más tipos de células de los que solemos conocer. No se trata solo de glóbulos blancos sino que existen, entre otros, basófilos, neutrófilos, eosinófilos, linfocitos B, linfocitos T, Natural Killers NK, etc. La tarea prioritaria del sistema inmunitario es la defensa del cuerpo pero también desempeña un importante papel en la limpieza de sustancias de deshecho de las células. Cuando tenemos una infección, los restos de los «caídos en combate» de ambos bandos deben ser convenientemente eliminados. Si no lo hicieran, estos productos de deshecho acabarían por generar más enfermedades.
De la función de eliminación se encargan los macrófagos y los neutrófilos que son los que fagocitan o engullen toda sustancia que pudiera ser dañina para el organismo. Pueden comerse a otras células malformadas, restos celulares, células muertas, microorganismos pero para ello necesitan que otras células del sistema inmune hayan señalizado esos restos previamente como material de deshecho o material dañino. Las células fagocitarias reciben nombres diferentes según en qué parte del cuerpo se encuentren, las del sistema conectivo se llaman histiocitos, las del pulmón son los macrófagos alveolares, las del sistema nervioso son los macrófagos de la microglía, los del tejido óseo son los osteoclastos, etc.
Y aquí es donde viene la relación desconocida entre los dos sistemas que mencionábamos al principio de la entrada. Resulta que las contracciones musculares de una determinada intensidad generan material de deshecho como hemos ya mencionado, a mayor intensidad, más material de deshecho. Y el sistema inmune fagocita material de deshecho. Si puede fagocitar el material de deshecho de una lesión por ejemplo, tendríamos la relación perfecta ¿qué podría salir mal?
Pues resulta que parece que sí, que tenemos un matrimonio ideal de sistemas dispares. El descubrimiento viene de la mano de la medicina deportiva y se ha descubierto que en caso de lesión y rotura fibrilar, los neutrófilos acuden al principio para realizar una especie de control de daños, por si ese material fuera patógeno. Se trata de la fase inflamatoria. Después viene la fase antiinflamatoria en la que el músculo se regenera gracias a los macrófagos que devoran los deshechos y que, además, liberan factores de crecimiento que regeneran el músculo dañado. Si estos macrófagos no cumplen con su papel, el cuerpo no se recupera, de hecho, el tejido se necrosa. Es decir, y esto es muy importante, si el sistema fagocitario no funciona correctamente, no será posible la limpieza primero y la recuperación muscular después y no encontraremos solución a los síntomas que experimentamos.
El mal funcionamiento del sistema fagocitario puede deberse a muchos factores. Quizás no existan suficientes células fagocitarias. Puede ser una condición leve, pero también existe la neutropenia congénita, inducida por drogas o medicamentos, post-infecciosa y autoinmune que son las condiciones más graves. También puede haber fallos en la calidad de las células. Y, por último, como las células fagocitarias no se comen cualquier elemento sino que necesitan que otras células le marquen con una señal los que hay que eliminar, si fallan estas células señalizadoras, falla la fagocitosis. Hay muchos problemas de salud que interfieren, pues, en la función fagocitaria, no es todo tan sencillo.
Para mejorar nuestro sistema inmune nunca viene mal revisar los consejos tradicionales de alimentación sana, ejercicio, respetar los períodos de descanso… Pero hay otra serie de medidas que podemos tomar para fomentar la regeneración muscular y que tienen evidencia científica detrás. Los deportistas de competición cuentan con la ayuda de técnicas invasivas como el plasma rico en plaquetas, los anticuerpos monoclonales que inactivan citoquinas inflamatorias o la inyección local de factores de crecimiento y de técnicas no invasivas como la crioterapia, la masoterapia o la electroestimulación muscular.
En el caso de ser simples seres humanos y no máquinas de competir podemos investigar si tenemos déficits nutricionales. Los pocos estudios que existen sobre la nutrición como factor de recuperación muscular indican que las proteínas provenientes de la dieta influyen sobre la síntesis de las proteínas miofibrilares y sobre el metabolismo muscular. Si existe una lesión, tenemos que saber que los procesos de cicatrización y de síntesis de proteínas aumentan el gasto energético hasta en un 50% dependiendo del tipo y de la severidad de la lesión. La nutrición correcta podría ayudar entonces a controlar el proceso inflamatorio, a mejorar la calidad de la regeneración muscular, a acortar los tiempos para la recuperación y a reducir al mínimo la atrofia muscular aunque se necesitan muchos más estudios para establecer las dosis adecuadas y la duración del tratamiento.
Los suplementos alimenticios se denominan ayudas ergogénicas cuando se dirigen a mejorar problemas musculares. La proteína del suero de leche y la cúrcuma disminuyen los marcadores inflamatorios así que podrían ser utilizados como inmunomoduladores en las primeras etapas de una lesión muscular. El extracto de cereza ácida parece funcionar como un ibuprofeno o naproxeno natural y la vitamina D como un gran regenerador muscular, aunque los estudios de estos elementos son aún escasos.
Un suplemento que hemos mencionado y que resulta ser muy interesante es la coenzima Q10. Además, hablamos más en profundidad de este elemento en la entrada del pasado mes de enero de 2024. La Q10 es esencial para la energía celular así que mejora el cansancio, previene la fatiga muscular y como es un gran antioxidante intracelular, reduce los efectos perjudiciales de los radicales libres y ayuda en la regeneración muscular.
Los estiramientos ayudan a mejorar la rigidez del músculo y los masajes ayudan a que se concentre más sangre en la zona y aumente el número de macrófagos al igual que pasa con la aplicación de calor. Ojo, el calor no se debe aplicar con el músculo recién lesionado y existe inflamación en la zona, para esos casos es mejor el frío. También el masaje ayuda con las agujetas.
La última herramienta que parece funcionar muy bien en caso de regeneración muscular es el ayuno intermitente. La restricción alimentaria aumenta el número de macrófagos que se centran en fagocitar toda la materia perjudicial, los restos biológicos que no sirven o tienen la capacidad de poder ser dañinos.
Por último, hay que cuidar la toma de antiinflamatorios no esteroideos porque interfiere con la generación de macrófagos y eso perjudica la regeneración muscular. Esta medicación puede ser de utilidad en las primeras fases de la inflamación, pero no cuando lo que se pretende es la retirada de deshechos. Así que puede ser contraproducente tomar este tipo de medicación si lo que pretendemos es regenerar el músculo.
Naturalmente, son muchos los problemas que pueden afectar al sistema musculoesquelético y esos problemas pueden deberse a diferentes causas. Algunos son más leves: un desequilibrio en los electrolitos que impida la correcta hidratación muscular, carencia de coenzima Q10 que se encarga de proporcionar la energía a las células, contracción muscular por estrés, etc. Pero existen enfermedades muy serias que afectan a los músculos como la fatiga neuromuscular, el Parkinson, la fibromialgia, la esclerosis lateral amiotrófica (ELA), la sarcopenia, etc. Esta entrada no va dirigida en principio para este tipo de enfermedad sino más bien para aquellas personas que tienen un problema muscular o articular que tarda mucho en remitir, una ciática, un lumbago, un codo de tenista, etc. Pero, aunque la entrada no vaya dirigida a enfermedades graves, sí quería mencionar una novedad relacionada con una de las enfermedades neuromusculares más terribles que existen, la ELA. Durante el año pasado, 2023, se iniciaron nuevas líneas de investigación que están examinando el papel que los macrófagos tienen en esta enfermedad. Aún no hay nada claro al respecto y muchos de los estudios aún se están realizando sobre modelos animales pero las investigaciones parecen muy prometedoras.
Y hasta aquí esta entrada. ¿Tenéis problemas musculares o articulares desde hace tiempo y no remiten? ¿Conocíais la relación tan íntima que existía entre ambos sistemas? Espero que la información que aquí aparece os resulte de utilidad y, como siempre, estáis invitados a comentar o compartir información.
Descargo de responsabilidad: Este artículo tiene propósitos investigadores generales, no se recomienda en absoluto la toma de ninguna sustancia sin antes consultar a un especialista de salud de su confianza. Hay que tener en cuenta que cada individuo puede tener reacciones diferentes al mismo producto por diversidad bioquímica. También pueden existir interacciones con medicación prescrita e, incluso, con otros alimentos.
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