La parsimonia agresiva de Pablo Iglesias con el afán de colocación de su amortizada pareja y de la dirigente jibarizada y también amortizada pero superviviente es, simplemente, IMPRESENTABLE. Nadie le arrendaría la ganancia a Yolanda Díaz, que ha demostrado sobradamente que sabe sumar, restar, multiplicar y dividir, a la hora de discutir con su mentor la fórmula de unir la deslavazada y fatigada izquierda perdedora de estas últimas elecciones. Belarra y Montero tras su sonado fracaso, piensan algunos, tendrían que haberse retirado moralmente descalabradas, dando el menor ruido posible y propiciando éticamente la llegada de nuevas caras y nuevas ideas socialmente necesarias y verosímiles, tras agradecerlas en la intimidad menos mediática los notables avances y servicios de las políticas de Igualdad, y no machacarlas con los poco glamurosos errores prestados donde el “SÍ ES SÍ” es triste pimpampum de feria paleta. Y, ya puestos, una vez fuera de las ecuaciones, sería bueno que rumiaran con afán de enmienda y propósito de templanza silente ese inapelable kilométrico paso atrás que solo se ha producido a medias. Iglesias, entre otros defectos discutibles, inoculó a sus brazos armados un tipo de soberbia que no había asimilado en la Facultad, porque se ahorró en sus clases los libros sapienciales del Antiguo Testamento, uno de los cuales reza así: “La soberbia precede al fracaso; la arrogancia anticipa la caída. Es mejor ser humilde entre los humildes que compartir despojos con los soberbios”. Proverbios 16:18-22 RVC.
El fallecido Nuccio Ordine, Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades, tiene un libro espectacularmente lúcido y bien documentado titulado “La utilidad de lo inútil”, que Podemos debería de recetar a todos sus simpatizantes para que, influenciados por esta preclara mente, se atuvieran a lo que se celebra en este momento con el necesario rigor. Ordine fue un apasionado defensor de la persecución y renovación de las utopías y su adaptación a lo que nos toca vivir. Un solvente modelo. Sin esa determinación a favor de la Utopía “no podremos imaginar, pensar o llegar a hacer un mundo mejor». Los que somos voluntaria o involuntariamente ciudadanos de a pie creemos que este país puede ser rematadamente mejorable y estamos tentados a confiar en los políticos para conseguirlo. Una derecha tan claramente antiprogresista y un sector de la izquierda tan cerril en sus planteamientos y tan sometida a un miserable y nada sutil envenenamiento informativo nos hace dudar que sea posible. Algunos despistados de los medios, pese a ello, no cerrarán la boca cuando los resultados aterricen en la cruda realidad boquiabierta, y aprovecharán el envite para ir al dentista y arreglarse los molares de tragar ruedas de molino. Los que vilipendiaron con saña la ley trans, la ley del aborto, la normalización de lo LGTBI… y la batería de intentos de borrar el machismo de nuestras vidas, atrincherados en la carcunda más miserable y torticera, serán ahora los tóxicos sepultureros de una mujer que pasará a la historia con más pena que gloria en su afán. Ni siquiera la perdonarán la desaparición de escena en una tomatina a puerta gayola, gayolo o gayole. Seguirán inmarcesibles con su intento de dar foso a la Igualdad. Ellos son así de siniestros en su fatal utilitarismo por montera, Montero o montere. Igual les da. Con ellos no va ni lo útil ni lo inútil. Que la cifra de mujeres asesinadas por violencia de género en España ascienda ya a 19 en 2023 y a 1.203 desde 2003, simplemente se la repampimfla.