La ignorancia humana tiene un gravísimo defecto en algunos seres y es la arrogancia con la que lo manifiestan. Se sienten orgullosos de su miseria, y hacerlo saber con gestos y opiniones absurdas es un afán que, en su limitación, les convierte en bobos reproductores de desprecios espantosos, de barbaridades molosas y de repeticiones absurdas de los pensamientos de otros, sin sentido ni razón. Ocurre con frecuencia en el círculo de nuestros conocidos y allegados, con los que no necesariamente has de compartir ideas pero, lógicamente, te sientes en la obligación de respetar las suyas que , a poco que descuides tu paraguas, te sueltan un chaparrón de infundios y maledicencias sin venir a cuento, calcados con avarienta estupidez de cualquier tiktoker, , de cualquier cretino manipulador bien situado en las redes de la agitación, o de cualquier periódico de esos digitales, que son al periodismo verdadero como el agua al aceite. Tienen algo en común estos desafueros mentales, que es la certeza con la que las ideas se hacen líquidas y evanescentes en caldos de cultivo propicios. Entre la falacia y la falocia testicular, consentida por desconocimiento profundo de la verdad en lo que se celebra globalmente por la sabiduría intelectual como indiscutible, han entrado en una especie de letargo dialéctico que arrasa la que habría de ser enriquecedora discusión, que hace imposible la comunicación y estéril el razonamiento. No hay fundamento crítico ni debate maduro, sino mantras asumidos con fiereza que repiten alorados redundantes-rebuznantes, y que más que dañinos son enfermizos. El «España se hunde», a todos los efectos tan manoseado y baboseado, ha caído a la lona con los resultados, también a todos los efectos, que envidia la Europa constructiva progresista, y hemos de ser conscientes aunque cautos y combativos con lo único que verdaderamente se hunde abismalmente, que es el rancio discurso retrógrado involucionista que los parroquianos del meneo patrio,(antes movimiento), nostálgicos de la dictadura, tratan de colocar en cualquier conversación de cualquier tipo -venga o no a cuento.. Los aires trumpantes y campantes de estos sujetos que nos invaden las meninges entendederas, incluso en la cálida proximidad familiar, son por decirlo en modo suave, «droga mala» que ha intoxicado el día a día con mentiras mil veces repetidas hasta convertirlas en verdad incuestionable. El poder allanador de estos recurrentes mentaplanistas convencidos, enrocados en mantener su desafortunado discurso garbancero empobrecedor como escudo para mantener incólume su ignorancia, es sobrecogedora, además de peligroso para un futuro con horizontes sociales claros. Son, desde su impermeabilidad, inasequibles al desaliento y adictos a la negación de la normalidad universal. Decía un amigo mío de otro amigo suyo, que le desanimaba a regalarle libros para que estos no le demolieran su incultura. “Me ha costado años sin leer, sin razonar y sin escuchar. ¡No puedes joderme mi sólida burralidad porque se te ponga ese capricho aleccionador en los cojones! A mí, con asomarme a pecho descubierto a las consignas de la ultraderecha y de Trump, me sobra munición para mearme en vuestras ideologías «. Lo peor de este exabrupto es su literalidad formal envuelta y rebozada en afectos a los que uno es incapaz de renunciar.