LA IDIOTEZ Y EL RELATO
Lo intolerable es saberse manipulado por aquellos a quienes pagamos para que den soluciones a nuestros problemas en vez de activar fuegos dialécticos y polarizaciones insofocables. La última bobada del PP, que falsea siempre el movimiento de las fichas de la batalla ajedrecística para simular amenazas de mate desde la incongruencia, es la petición de que Sarah Santaolalla sea decapitada de la parrilla de TVE por llamar –idiotas- a los votantes de ese grupo, elevando el tiro a categoría de insulto contra esa ciudadanía votante que los legitima y los mantiene. La pregunta, que surge a continuación para cualquier normal lector con dos dedos de frente, es cómo ese mismo partido defendió con vehemencia y demencia en la misma sede parlamentaria, para oprobio de esos mismos afectados por una personal indefendible valoración, a subvencionados seudoperiodistas fascistoides reconocidos como Vito Quiles o Bertrand Andongo en el muy sagrado nombre de la libertad de expresión. Son ellos así de trileros hipócritas y miserables en la dialéctica domesticada de aquello que cementa su cara dura y su maledicencia bervorreicoretórica. Apoyar a pecho descubierto la labor de agitación de estos despreciables sujetos no es comparable, ni de lejos, con torticear contra natura una opinión desenfocada de una valiente periodista con rabia y solvente documentación. En su lucha retrógrada cabe holgadamente el intento de llevarse por delante a cualquier informador que no les baile el agua, que no aplauda sus inconsistentes criterios de depuración del contrario, o que por ética no moje en su tintero con gusto de pendolista aficionado a los lametones. La ira anterior contra Silvia Intxaurrondo, que, en diferentes ocasiones, profesionalmente impecables, ha desvelado y desnudado en público sus gruesas mentiras de bulto, poniendo contra las cuerdas sus tramposos argumentarios y sus malvadas y poco deontológicas propuestas, es un claro ejemplo de intransigencia feroz contra la opinión sosegada de respetar escrupulosamente la ardua labor del contar en libertad. Son alérgicos a la crítica y a la vez embaucadores de pacotillas desde la más rastrera fórmula del retorcimiento injusto de la realidad con rabia de rata sarnosa. Su solemne iracundo magufismo es deplorable. Sujetos como Tellado, dedicados en exclusividad al envenenamiento por sistema como forma de hacer oposición política, repugna a lo claramente informativo con moral de higiene parlamentaria en uso cotidiano. La verdad no puede ni debe ser disfrazada y las pantomimas del carnaval político no son de recibo. No se puede retorcer bajo tortura las muñecas de la realidad con ese entusiasmo tan carnicero. Estas perseguidas inquisitorialmente, Silvia y Sarah, no lo son por su periodismo valiente, solvente y combativo, lo son por ser mujer, por ser libres, por no ser sumisas a ningún dictado y por llevar como escudo personal verdades editoriales irrefutables. A la gente honrada y a los ilustrados tontos de mi estilo, no nos gusta el periodismo de trinchera, ni el justicialista, ni el machetero , ni el amarillista, ni el viperino lenguaraz, pero en estas dos soberbias comunicadoras no encontrarán, por mucho empeño carroñero que empujen los buitres, caso para su defenestración por cualquiera de esos géneros tan poco virtuosos. El tintero de sus algaradas, desde sus adocenados palmeros de papel y desde el exagerado ridículo de sus actuaciones, no tiene suficientes plumas para vestirlas de brujas como sus antecesores hacían en la edad media. Merecen muchísimo respeto y admiración por capear estás tormentas chaparroneras con la dignidad elocuente de su esforzado trabajo bajo el discreto paraguas de la televisión pública. ¡Los idiotas no merecerán nunca ganar el relato!.