“En tiempos de engaño universal, decir la verdad se convierte en un acto revolucionario.” La cita es de George Orwell. Los todólogos, esa patulea que inunda platós y que salsea nuestras desocupadas meninges agosteras, son la peor de las consecuencias dramáticas de lo estival. Estos tipos, que han perdido catódicamente el alma, saben que su éxito se sustenta en la provocación de estupideces concatenadas a las que dan cuerpo y forma verborreicamente sin filtros, y con el beneplácito de las plataformas que mantienen a su costa rebaños de fieles que la publicidad paga muy religiosamente. -Son famosos porque salen en la tele, y salen en la tele porque son famosos-. Son los nuevos antagonistas de la verdad, personajes que encarnan una nada disimulada fuerza opositora a lo razonable. Dicho de otra manera: son esos desaprensivos personajes que se opondrán sistemáticamente a que la verdad tenga un recorrido natural en los cauces de la lógica básica. Para ello utilizarán toda clase de trucos que, en la mayoría de los casos, provendrán de fakes , infundios, maledicencias y torticerías. Esa forma vil de ganarse el pan los hace dueños de un triste porvenir, donde el ser humano espectador merma su capacidad de crítica y análisis para enfrentar los problemas que le acechan, y es amansado con turbios mensajes de sencilla digestión o digeridos de antemano. Todos tenemos amigos y familiares que, embaucados por estos cretinos, dan ecos de esas opiniones gasificadas, sacadas de la molleja del pensamiento más reaccionario, antiguo, garbancero y acemilante. Son personas a quienes queremos y tenemos motivos suficientes para hacerlo, pero que, cuando repiten como la morcilla de arroz mal cocida sus envenenamientos, nos dejan sin aliento para una discusión enriquecedora y de fino paladar. Agosto y sus calores es un mal mes para dialécticas contrapuestas, y la caña de cerveza no llega a enfriar estos tragos de tontería con el que nos secan la conversa edificante: se trate del Gobierno o del precio de la patata monalisa para ensaladilla. En agosto, el más listo es aquél que mejor sabe hacerse el tonto en la degustación, a sabiendas de que la verdad existe y la mentira no. Lo saben bien los todólogos y lo corean muy bien todos aquellos a quienes «se la suda el equilibrio de lo cierto». Agosto es un mes para tener el corazón en el congelador, dejando fuera, al pudridero de la solana inmisericorde, las mentiras y las verdades que son tan volátiles como la bolsa. Viene todo esto a cuento, porque en la creación de un nada edificante modelo de Gólgota en Jumilla para crucificar la emigración, un tertuliano idiota de Antena 3, (los idiotas no se distinguen por su nombre sino por los ineducados, pero adecuados adjetivos que les adjudicamos), repitió como un lorito desplumado y desgañitado las tonterías de un bien desinformado Feijóo: «Cuando el inmigrante es irregular, será expulsado de forma inmediata. Cuando el inmigrante es regular, depende del delito que cometa, puede ser expulsado de forma inmediata o, por el contrario, habrá que juzgarle y habrá que buscar cuál es la pena adecuada”. Una gruesa chorrada de manual mal copiado que hace cutriqui resumen de bachillerato muy muy muy elemental, con nota bajísima cercana al suspenso de las dos viejas leyes del Código Penal que se ocupan del asunto. La primera es la Ley de extranjería de julio de 1985, que en su Artículo 21 contempla con firme claridad el tema más allá de esa perorata mal redactada del discurso galleguiño arretestinado. La segunda, del 1 de Julio de 2015 en su Artículo 89 que endurece administrativamente la anterior por todo lo alto, lo especifico y lo amenazador, ridiculizando ese endeble y lamentable -lapsus memoriae- “habrá que buscar una pena adecuada”. (La consulta en internet es muy sencillita y rápida. El BOE se maneja muy fácilmente). ¡Qué manera de aburrirnos y confundirnos la de estos analfabetos jurídicos de VOX y PP con sus consignas xenófobas y racistas, repetidas babosamente como abanico sin alientos! Desde la –nadalogía- pasota a la –todología- poco hecha “vuelta y vuelta”, seguro que existe un camino de sensatez y de información juiciosa, que la ya herrumbrosa brújula de estos desnortados limpiaculos de conveniencia nunca se atrevió a señalar.