Borges nos dejó dicho que las bibliotecas, más que espacios con fines utilitarios o simples repositorios para preservar y organizar libros, son recintos sagrados con un decidido valor existencial. Internet, ese almacén infinito de ideas recién paridas y conceptos perdidos no ha conseguido entenderlo. Y es que la red, la WWW, es simplemente un sistema interconectado de acceso a páginas públicas, cada una de su padre y de su madre, sin concepto familiar, ético o moral sustentando su sistema. Sucedió que lo que era, para el argentino, una concatenación universal de absolutamente todos los libros posibles ordenados o desordenados en un totus revolutum babélico, donde agilizar la convergencia entre pasado y presente, al trasponerse el concepto electrónicamente en manos de los “interneteros” a una vulgarización de uso y disfrute indiscriminado sin vigilancias, ha alcanzado el clímax propicio para ser arrasado su uso por un fuego purificador. Casi al modo ardiente de la biblioteca de Alejandría, cuando Amr ibn al-As, cumpliendo las órdenes del califa Omar, destruyó el conocimiento de toda una época y no por ello el saber sufrió la derrota que esperaban. (Al mismísimo Dios no le gustó la torre de Babel y castigó a los constructores con el don maligno de los idiomas para desentenderse y le funcionó …de puro milagro). Borges a la confusión sumó el- catálogo de catálogos- y a estos restó -las obras inútiles-.” Debe existir un libro que sea la cifra y el compendio perfecto de todos los demás”, sugirió convencido. Tras esta y otras inteligentísimas conjeturas concluyó que “La biblioteca es ilimitada y periódica”. Lo cual, para quienes adoramos a este excelso pensador, resta validez formal y de futuro a ese recurso facilón de la red que nos tiene atrapados, desazonados en su lenta infinita llama devoradora de cerilla con poco fósforo. El algoritmo nos ha vampirizado pasándose de listo, y solo en las mentes de esa patulea incorregible de la ultraderecha se ha refugiado la idea de que la memoria del futuro se almacenará en los anaqueles sucios de una comunidad nacional movilizada, donde se vea natural el racismo, el desprecio al progreso, la frustrante conspiranoia, el vilipendio a las clases menos favorecidas y el más grotesco populismo. -La digitalización, el big data y la casi práctica imposibilidad de falsificación del blockchain es lo que tienen-, dijo el Boinas del tirón y se quedó “más a gusto que un arbusto”.