La luz azul tiene un lado oscuro, pero la clave es el grafeno
¡Basta de engaños! ¡Dejen de tomarnos por tontos, de manipularnos, de acosarnos, de abusar de nosotros! ¡Menudos bulos oficiales! Unos cientos de monumentos en todo el mundo, incluida La Cibeles de Madrid, se han vestido de azul con un pretexto bastante surrealista: nada menos que concienciar sobre la neumonía y su vacuna. El mensaje subliminal es rastrero, pues trata de fijar en nuestro subconsciente un peligro inexistente, esto es, la idea de que somos enfermos en potencia. ¡Esto sí que es atentar contra la salud mental de la sociedad! ¿Pero de dónde viene la orden? ¿En qué protocolo figura y quiénes son los autores? Sabemos que nos toman por tontos, pero ofende tanto descaro. Ya ni se esfuerzan en ser sutiles con sus mentiras. ¡Vaya tropa! Y vaya tragaderas que hay que tener para seguir prestando atención a esta mafia gobernante. Ahora les toca bendecir la luz azul, violeta y ultravioleta, antes de que la información alternativa llegue a oídos del ciudadano con un mensaje contrario al oficial. ¡No vaya a ser que despierte!
Hace tiempo que un estudio de la Universidad de Harvard estableció que “la luz azul tiene un lado oscuro”. Se refiere a que puede dañar la salud, como enseguida veremos, pero el perjuicio puede ir mucho más lejos de lo imaginable y de consecuencias irreversibles. Nuevamente nos encontramos ante realidades propias de literatura futurista, difíciles de admitir por quienes no conocen las cloacas del sistema y las intenciones aviesas de quienes aspiran a convertirnos en esclavos transhumanos para siempre. Viejo sueño que ahora pueden materializar, gracias al binomio nanotecnología-inteligencia artificial.
Los cambios se suceden a pasos tan agigantados que ni siquiera hay tiempo para reparar en ellos y, mucho menos, profundizar en los porqués y sus consecuencias. En cualquier punto de la rosa de los vientos que fijemos la vista, ahí está el ojo vigilante y la espada en alto de la Agenda 2030, el libro sagrado de la entropía.
De manera silenciosa, hace un tiempo que el resplandor anaranjado del alumbrado de muchas ciudades se ha tornado azul, sin que apenas lo hayamos advertido. En un principio, esto no debería ser motivo de alarma, si no fuera que existen razones suficientes para pensar que esta nueva modalidad cromática no solo podría tener consecuencias graves para la salud y el bienestar de los ciudadanos y la fauna en general, sino que las investigaciones extraoficiales apuntan a que algo tan aparentemente inofensivo y vendido como un gran avance podría esconder intereses ocultos y fines siniestros muy en consonancia con la dinámica de manipulación y control puesta en marcha con el pretexto de la pandemia.
Hace ahora un año, los transeúntes nocturnos de Tampa (Florida, Estados Unidos), se sorprendieron al ver que las luces de la ciudad emitían luz púrpura en lugar del acostumbrado color ámbar. Los responsables del alumbrado enseguida dieron explicación al enigma: se trataba de uno de los filtros de los colores primarios, rojo, amarillo y azul de las lámparas LED, cuya partida había salido defectuosa. Si un filtro no funciona correctamente, se produce una distorsión de la luz. En el caso que nos ocupa, al no funcionar el amarillo, la fusión de azul y rojo daba color púrpura. Esto no deja de ser una anécdota, aunque la posible historia oculta sigue envuelta en un manto de sospecha. Recientemente, el alumbrado azul puso en guardia a los habitantes de Miami y otras ciudades del mundo.
Implementar la tecnología LED en todo el planeta no es un proyecto menor. Cambiar las lámparas de sodio ha supuesto toda una revolución, a la vez que un contratiempo para los usuarios a la hora de adquirir bombillas para sus casas. Se ha promocionado como sostenible, lo cual supone menos gasto, menos costes de mantenimiento, mayor duración de los elementos y varios etcéteras. Pero cada vez que esta tropa alude a lo sostenible y a lo resiliente –los nuevos mantras de moda— es para echarse a temblar, previendo la estafa. No hace falta ser un experto en geoestrategia para entender que se trata de un servicio más a la gran mentira del cambio climático, paraguas que protege de cualquier dogma de obligada creencia. De hecho, existen fondos públicos a discreción, incluso de pequeños ayuntamientos, para elaborar memorias sobre la implantación de este tipo de alumbrado, en los que colaboran los agraciados simpatizantes del sistema, sin investigaciones de impacto medioambiental para la flora y la fauna, y conclusiones preestablecidas.
En los últimos años se han elaborado trabajos de análisis que constatan algunos de los efectos adversos. El estudio de Harvard sostiene que la luz azul puede causar enfermedades cardiovasculares, diabetes, cáncer, depresión, así como alterar el ciclo del sueño, ya que inhibe la melatonina, hormona encargada de regular el ritmo circadiano.
El mismo resultado arroja el trabajo de Fin de Máster sobre la Prevención de Riesgos Laborales, de Rosa María Díaz Saura quien, con toda razón dice: “… se han observado que existen pruebas suficientes para afirmar que la luz azul produce alteraciones en el ritmo circadiano. Además, puede modificar el ciclo del sueño y puede producir insomnio”. Añade que la modificación del ciclo del sueño y el insomnio producen somnolencia, pérdida de reflejos, estrés, irritación, falta de concentración, dolores de cabeza, mareos y decaimiento en el estado de ánimo, como efectos más visibles. Esto plantea un problema de gran alcance a la hora de dictaminar las causas no solo de un posible accidente laboral, sino de la salud general de los trabajadores.
La investigadora Alicia Dimovski, de la Universidad La Trobe (Australia) realizó un experimento con un tipo de pequeños canguros llamados ualabíes. Estableció tres grupos: en el primero expuso a los animales a luces LED azules; en el segundo puso luces LED con bloqueo de la luz azul; y en el tercero dejó a los marsupiales totalmente a oscuras. Los resultados revelaron que los niveles de melatonina en sangre del segundo y tercer grupo eran iguales; es decir, la luz ámbar no inhibe la formación de melatonina, contrariamente a la luz azul.
La Asociación Médica Americana (AMA) también ha lanzado la voz de alarma sobre la iluminación LED azul o de alta intensidad, y aseguró que, dependiendo de la temperatura media de color, podría tener efectos adversos tanto para el medio ambiente como para la salud de las personas.
La opinión de los fotobiólogos no difiere de las expresadas. Están de acuerdo en que la luz azul influye en la inhibición de la melatonina y la alteración del ciclo del sueño. Al hilo de su especialidad, tienen dudas de si podría afectar a la piel: “La idea es abrir un debate sobre un hecho cada vez más presente en la sociedad, la omnipresencia de pantallas y luces LED, y por tanto de luz azul. Más que se considere que existe un riesgo real, lo que queremos difundir es la constatación de que debemos prestar atención a algo nuevo cada vez más presente en nuestra vida y que, por tanto, también puede tener un efecto en la piel, ya que se trata de otro espectro de luz al que estamos cada vez más expuestos”. Son palabras de la doctora María Victoria de Gálvez, miembro del Grupo de Fotobiología de la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV).
Es cierto que puede haber confusión entre luz azul, luz violeta y luz ultravioleta, dependiendo de las franjas de radiación. La franja de radiación de la luz azul se encuentra entre los 380 y los 500 nanómetros (nm). Algunas investigaciones “conservadoras” han revelado posibles daños a nivel celular; en cambio, otros estudios son bastante más críticos. Sabemos que los “expertos” oficiales, casi siempre con conflicto de intereses, nos van a enredar con las franjas de frecuencia y van a emitir mensajes de tranquilidad. Confundir es manipular, y en eso sí son Expertos con mayúscula. En realidad, no podemos fiarnos de que no estén utilizando franjas del rango de la ultravioleta de tipo A, B e incluso C, que es la más peligrosa. No obstante, los resultados de las investigaciones realizadas sobre la luz azul y sus efectos nocivos deberían ser más que suficientes para activar el principio de precaución.
Hasta aquí, los posibles daños que puede causar la luz azul, tanto en el ámbito privado a través de móviles, portátiles o lámparas de casa, como la proveniente del alumbrado público. Y si esto en sí es preocupante, lo que exponemos a continuación me atrevo a calificarlo de terrorífico e invita a hacerse algunas preguntas:
¿Se está utilizando el alumbrado público azul para algo distinto que alumbrar? ¿Por qué todos los gobiernos han admitido este cambio sin rechistar? ¿Por qué hay dinero a discreción incluso en ayuntamientos pequeños que incluso carecen de servicios básicos? ¿Por qué, de pronto, es urgente que las noches sean azules? ¿Por qué se utilizan mensajes subliminales con justificaciones mentirosas? ¿Por qué todos tenemos que estar expuestos al bombardeo de luz azul? A estas preguntas hay que añadir otra, que es la clave: ¿Sirve la luz azul para actuar sobre el grafeno introducido en nuestro cuerpo a través de las vacunas y otras vías? Es decir, ¿la radiación de cierto alumbrado LED puede influir en las nanopartículas de grafeno que se han instalado cómodamente en nuestro cuerpo esperando “órdenes”? Entiendo que esta última pregunta resulte inquietante, pero algo se cuece a espaldas de los ciudadanos. Veamos algunos titulares que nos ponen en la pista sobre este proyecto contra la humanidad:
“Un nuevo tipo de interface cerebro-computadora utiliza grafeno atómicamente delgado”.
“Investigadores desarrollan biosensores de grafeno para interfaces cerebro-máquina”.
“Modificando las propiedades del grafeno para su uso en electrónica utilizando luz ultravioleta”
https://smart-lighting.es/modificando-grafeno-utilizando-luz-ultravioleta/
“Los investigadores descubren una absorción de luz anormalmente fuerte en el grafeno”.
https://phys.org/news/2022-02-abnormally-strong-absorption-graphene.html
¿Absorción de luz anormalmente fuerte? ¡Qué interesante! Al hilo de esto, nos dice Ricardo Delgado, de la Quinta Columna –el mayor experto en esta temática— que, en efecto, “el grafeno absorbe la radiación ultravioleta y, en concreto, la radiación C –que es la que tiene propiedades germicidas y que están aplicando de manera artificial porque supuestamente el agujero de la capa de ozono absorbe la natural proveniente del sol— habilita una sub banda en el grafeno con aplicaciones optoelecrónicas, en decir, en el ámbito de la nanocomunicación intracorporal, comunicación entre el cuerpo y la nube… Además la radiación ultravioleta incidiendo en el material lo que hace es catalizar o acelerar los daños del estrés oxidativo, o sea, covid-19, cáncer… y todo lo que estamos viendo. Creo que mucha gente de la disidencia está encubriendo la interface de la agenda transhumanista”.
Es evidente que para conseguir lo que claramente expresó el expresidente de Chile Sebastián Piñera en el acto de licitación de la red 5G ante toda la plana de ministros y autoridades, necesitan una interface, es decir, un elemento de conexión entre el cerebro humano y la máquina, léase fuente de inteligencia artificial. ¿Cómo iban a cambiar nuestros pensamientos sin un potente emisor? Este es un extracto del discurso de Piñera: “… es la posibilidad de que las máquinas puedan leer nuestro pensamiento, e incluso puedan insertar pensamientos, insertar sentimientos… la tecnología 5G es un cambio aún mayor en nuestras vidas que lo que han significado todas las tecnologías anteriores en esta materia: la posibilidad de que las máquinas puedan leer nuestros pensamientos e incluso puedan insertar pensamientos, insertar sentimientos.
En la misma línea se expresaron el exprimer ministro británico Boris Johnson y el científico del MIT José Luis Cordeiro. Este habla a las claras, y con cierto orgullo, del fin de la era humana. ¡Escalofriante! Sin embargo, nada de esto ofrecieron al gran público los medios masivos de comunicación.
El pitagorín Elon Musk también se pronunció, sin ambages, sobre una interface en el neocortex cerebral conectada a la inteligencia artificial. Y sabe de qué habla, pues es su empresa Neuralink Corporation la puntera en este proyecto transhumanista, una de las tapaderas de toda esta historia. Ha reconocido públicamente que existían dos limitaciones importantes para la introducción de la interface en el cuerpo humano, pero, a renglón seguido, desvela que ya están solucionadas. No tiene inconveniente en decir, sin rubor alguno, que “la entrada es por vía inyectable, por la facilidad de poder circular a través de venas y arterias con acceso directo a las neuronas”. Si han leído bien, reflexionen. La otra limitación que se presenta es que la interface es expulsada por el organismo del ser humano cada cierto tiempo. En verdad, el cuerpo elimina el óxido de grafeno –la interface— al poco tiempo, como hace con otros tóxicos, sobre todo si se ayuda con algún agente quelante. Por eso tienen tanto empeño en establecer un calendario vacunal contra la covid: una o dos veces al año, que, de momento están solucionando con las dosis, para reponer el grafeno. ¡Comprendo que esto suena a locura!
Elon Musk anuncia que se trataría de una opción voluntaria, pero no es cierto. Si así fuera, ¿por qué tanto interés en que los ciudadanos estén vacunados, es decir, con el grafeno en sus cuerpos? Y, además, sin consentimiento, aprovechándose de su ignorancia y credulidad.
Países tan dispares como Estados Unidos, Reino Unido, Noruega, Francia, Dinamarca y China se han apuntado a esta guerra contra la era humana. Incluso España está haciendo sus pinitos, aunque a menor escala.
La fusión de hombre máquina ya no es un tema de ciencia ficción, sino un objetivo claro de las élites. Se trabaja a marchas forzadas en el transhumanismo y hacen gala de ello, aunque vendido a los ingenuos como un gran logro que nos instalará en una suerte de paraíso perpetuo. Hay abundante información a este respecto, pero pasa completamente inadvertida. ¡Despierta!