CUANDO LA OCASIÓN LA PINTAN CALVA
Hoy, escuchando la radio, acomodando frente al espejo mi cana cabellera que ha cumplido 70 peines, me acuerdo de aquella fábula de Esopo que tituló “el entrecano”. Nos contaba el apólogo, sin despeinarse más allá de lo necesario, como un hombre canoso de pelo en pecho tenía dos follamigas, una joven y otra vieja. La más veterana, que se avergonzaba de compartir cama con un follaca más jovenzano que ella, tras los caldosos revolcones de alivio, entretenía su tiempo en arrancarle los pelos negros. La más chavalina, por el contrario, para intentar disimular en lo posible sus perversos tratos carnales con un “mayor”, trasteaba los -despueses – arrancándole con esmero y precisión de cirujano capilar los cabellos blancos. Y así el pobre enamorado, repelado de orgasmo en orgasmo, quedó en menos de dos años cual bolita de billar. Toda está retahíla mañanera sin músicas, a lo peor, viene a cuento del como es sabido que siempre fue malo jugar con dos barajas simultáneamente o más en castellano popular “sorber y soplar”. Ese algo que no han aprendido “esos que nos mandan y que no tienen un pelo de tontos”, porque les hemos votado sumisos, poniendo nuestras -voluntades con los pelos de punta- en el intento de hacer que a los ciudadanos nos vaya por lo menos regular en sus manos de fatales peluqueros de medio pelo sin pelos en la lengua para tomarnos el pelo, y que tienen como norma traer por las teñidas greñas sus propuestas, que pocas veces nos protegen echando -pelillos a la mar- el sentido no navegable ni depilable de nuestras pretensiones o directamente dándonos p´al pelo. En esta España nuestra sembrada de lampiños, glabros, pelados, calvorotos y mochos, ya desarbolados de ideas como estamos, les invito a descifrar la última estupidez flagrante que acabo de escuchar y que fue pronunciada por nuestro bochornoso jefe de la oposición que se quedó calvo en su enunciado: «El cambio por el cambio no es suficiente. Aquí no se trata de cambiar un gobierno por otro, aquí se trata de que después de cambiar el gobierno, hagamos los cambios que España necesita. Por tanto, no es cuestión de cambiar por cambiar, es cuestión de cambiar para hacer cambios». Él sabe, mejor incluso que ese Pedro Sanchez capaz de afeitar un huevo y peinarle raya a un lado, que su ocasión la pintan calva. Unos más que otros, estos “pelíticos” pelochos del bipartidismo, no se cortan ni un pelo en tomarnos el pelo y viven de maravilla “por la patilla” sin cansarse de hacer el ridículo. Hoy, seguramente, me siento un cabreado entrecano con 70 peines y sopeso si darme laca o gomina en el tupé o significar mi radicalidad haciéndome un doble cero y rasurándome de paso las cejas y las pestañas.