Los políticos de turno, cualquiera que sea su color, son los grandes contribuidores a la domesticación
Por Magdalena del Amo
Psicóloga y periodista
Parece ser el destino del ser humano. No es ningún secreto que nos engañan, y no precisamente los delincuentes de la bolita bajo el cubilete o el fishing digital de los nuevos tiempos. Me refiero a otro tipo de trileros, que podemos encontrar en los Parlamentos y en los restaurantes de varios tenedores de los alrededores. Son las caras visibles del Papá Estado, que hacen y deshacen a su conveniencia. En el fondo, el ciudadano lo sabe, pero se niega a admitirlo y vive en la constante disonancia cognitiva. Pero es evidente que la mentira alcanza límites insospechados.
Un mismo hecho o situación puede tener varias lecturas, dependiendo del grado de conocimiento o el punto de vista de quien lo interpreta. Pero, por encima de cualquier otra opinión, suele prevalecer la oficial, inculcada a través de la enseñanza en todos sus niveles, la ciencia, la cultura y la política, con la connivencia de los medios de comunicación a su servicio. Se puede decir que estamos programados para creer sin cuestionar. El ejemplo más claro y reciente lo tenemos en la pandemia de miedo que acabamos de vivir, situación que nos ha deformado hasta el punto de aparecer enfermedades y disfunciones mentales como la antropofobia, el síndrome de la cabaña y el de la cara vacía, por no hablar del estrés postraumático colectivo que sufre la sociedad, sin que nadie pueda ponerle remedio, porque no está oficialmente diagnosticado, o las tasas de suicidio que alcanzan cotas muy preocupantes.
Muchos de nuestros axiomas son considerados como verdades incuestionables y absolutas, porque la élite científica y social así lo ha decidido y se ha encargado de transmitirlo. La sociedad, acostumbrada a seguir los dictámenes de los “sabios oficiales”, o a juzgar lo justo o injusto de acuerdo a las leyes promulgadas, tiene un pensamiento bastante uniforme, basado en ideas ajenas inculcadas por el método de la repetición, la presión, el chantaje y la extorsión. Una de las consecuencias de la discrepancia es la estigmatización, que lleva a la soledad psicológica, al sentirse fuera del grupo. Es una de las causas por las que el ciudadano acepta lo inaceptable. Ahí están los recientes términos: negacionista, antivacunas o bebedores de lejía. Los políticos de turno, cualquiera que sea su color, son los grandes contribuidores a la domesticación y a la implementación de normativas que llegan muchas veces desde “no se sabe dónde”, aunque hace tiempo que ya hemos descubierto el origen.
Nuestro trabajo consiste en presentar un pensamiento contracorriente, una visión de los hechos, no como se exponen desde los estamentos oficiales y las oficinas del poder, sino desde una perspectiva muy diferente, mucho más abarcadora, analizando “la cosa”, el porqué de la cosa, su causa, y la causa de su causa. Hace años que mi blog lleva la leyenda “casi nada es lo que parece”. La frase me llegó hace tiempo, en los primeros años de periodismo de investigación, y después indagando en la experimentación con humanos por parte de centros relacionados con los servicios secretos, las experiencias MK-Ultra y una revelación off the record del profesor Rodríguez Delgado a propósito de sus investigaciones sobre el control de masas. ¡Quién me iba a decir que el citado doctor iba a estar tan presente en el nuevo modelo de sociedad que están implementando los financiadores de sus macabros experimentos!
Investigar sobre Woodstock, los manejos de la CIA con el LSD y otras drogas, la creación ad hoc del mundo jipi, las sectas –los servicios secretos siempre de por medio—, el Tavistock y su relación con la música, contribuyó a ubicarme en el camino. Años después, me di cuenta de que no solo estábamos manejados en los grandes temas medio raros y marginales –de los que tanto gustan las élites—, sino que también nos manipulaban a su entero antojo en cuestiones de la vida cotidiana, haciéndonos ver lo blanco negro, y al revés. Me refiero, en concreto, a los temas relacionados con la dignidad de la vida humana y los eufemismos que nuestra moderna sociedad ha ido interiorizando en las últimas décadas, gracias a la ingeniería verbal/ social implementada desde las más altas cúpulas del poder. El cambio climático y la ideología de género son otros dos temas tabú. Poco a poco, el análisis de todos estos extremos me fueron confirmando la certeza de que, en efecto, casi nada es lo que parece.
Siempre hay mentes despiertas que analizan estos temas importantes y dan la voz de alerta. Gracias a ellos, se van conociendo los entresijos y las finalidades de muchos asuntos que la prensa oficial silencia, al menos, algunas de sus vertientes más controvertidas.
Estos voceros son cuasi malditos por atreverse a traspasar la frontera de lo permitido; por dedicarse a pensar, a deducir y a transmitir. Algunos suelen acabar pagando con su vida, aunque el castigo más común es el ninguneo, el vacío y el desprestigio. Es el modus operandi de siempre, pero a lo largo de los dos años de pandemia –sprint final para la instauración del NOM— hemos podido comprobar la censura férrea a cualquier crítica contraria a la versión oficial. Por suerte, ya llevamos tiempo vacunados contra el miedo a cualquier tipo de mordaza y las consecuencias de ir a contrapelo.
Nos han engañado durante mucho tiempo y lo siguen haciendo. En cuestiones de vital importancia seguimos en el limbo. Los engaños y el propósito de los mismos, disfrazados de grandes avances, están llevando a la humanidad al precipicio. Pero la esperanza nos dice que el proceso puede ser reversible si aumenta el número de despiertos.
Si algún youtuber desea reproducir este texto o parte de él para la locución de su vídeo o para cualquier otro uso, debe pedir autorización y citar la fuente al principio de la narración.
gcomunicacion@laregladeoroediciones.com