Parecería que don Felipe no termina de creerse que el Rey es él, y no se implica. Más bien se comporta como un simple funcionario desmotivado que ficha, cobra y suma trienios. Estamos en una situación muy grave en la que es el propio gobierno de Su Majestad y no el enemigo extramuros quien está dinamitando la convivencia, la Constitución y la civilización española. De modo que de seguir así, con este sabotaje desde las instituciones y en un entorno internacional tan peligroso para la civilización, el desastre final cada vez se juzga más próximo.
El abandono que el PSOE y sus socios golpistas están haciendo del marco constitucional, dicen que vigente, requiere una contundente respuesta política que vaya más allá de la pelea parlamentaria o de la simple oposición convencional. Respuesta que aún no le ha dado ni el jefe del Estado dentro de sus atribuciones constitucionales ni menos aún el que dice ser partido de la oposición, más bien de la alternancia, el complaciente turnista heredero.
Entretenido en ver qué bueyes coloca el PP se olvida de lo principal, que no es el quién sino el qué, para qué, cómo, cuándo y dónde. Si quiere ser un verdadero partido español y no un simple mercenario globalista de igual servicio, el PP necesita aclararse y aclararnos qué quiere hacer a la hora de la verdad, a dónde llevar el carro y cómo hacerlo. Y procurar no mentir ni engañar a la gente como Mariano, el de Bárcenas. Luego vendrá la elección de los bueyes más apropiados para llevar al carro a donde se pretende que vaya.
Mejor que enrocarse para disimular sus intenciones absentistas corta cupones, el PP necesita presentar un proyecto de reforma constitucional valiente y coherente con lo salvable de la Constitución. Y para hacerlo con alguna credibilidad tendrá que acreditar no solo que tiene líderes “votables”, cosa que ni siquiera ahora resultaría ser el caso. Necesita un programa electoral claro y no seguidista del socialismo fabiano devastador. La cosa no está en intentar robar votos al descuido del vecino social comunista, como parece ser la astuta estrategia actual, sino en tener una idea clara de lo que se quiere hacer una vez se llegue al gobierno si le dejan. Para ello es preciso realizar una auténtica transformación de ese partido –hoy una especie de regionalista neo CEDA (Confederación Egoísta de Dirigentes Autonómicos)—, en lo que todavía no ha llegado a ser y si sigue así nunca será, el gran partido de derecha liberal nacional española. Un partido abierto en sus estructuras, democrático en su funcionamiento, con visión estratégica, defensor de la Cultura y la lengua españolas, valiente y riguroso a la hora de proponer soluciones de fondo al creciente malestar ciudadano ¿Lo que debiera ser VOX? Y, además de aclararse, escenificar esa gran transformación de manera muy plástica y eso no creo que pueda hacerse sin un debate profundo en un congreso que, de hecho, signifique una ruptura con su lamentable pasado reciente en las pusilánimes o complacientes manos de Rajoy, Casado o Feijóo. Es posible que aún se encuentre a tiempo de hacerlo antes de que sea demasiado tarde.
En estas épocas posmodernas es habitual que el sistema promocione a su propia oposición, bueyes incluidos, no sea que, en verdad, vaya a haber alguien que de verdad quiera oponerse y de hecho se oponga. De modo que el mirlo blanco rescatado del feudo gallego donde ha dado abundantes muestras de despotismo y felonía no deja de ser un producto del Estado de Partidos o partitocracia. Un régimen político seudodemocrático que enmascara una cleptocracia coronada. Para un patriota español no debiera tener demasiada credibilidad aunque siempre ha habido conversiones milagrosas, y nunca se sabe. Se trata de un nacionalista gallego que solo se mueve como autómata entrenado y programado en la corrupta cosa esa del turnismo y el consenso, y unos media bien pagá muy colaboracionistas ditirambo alabanciosos.
Así no es de extrañar que no sepa, aunque por rara ventura quisiese, enfrentarse a una escalada autocrática desde las instituciones del Estado. Demuestra una confusión casi total pues ya no le valen las mañas y socaliñas de ventajista practicadas en el feudo galleguista. Ha puesto su suerte en poder heredar y en el sanchopancesco vengan días y vengan ollas mientras la revolución, la deuda, los desfalcos… no se lleven todo el tenderete, y lo que es peor, la nación, por delante.
Marañón explicaba que “lo que caracteriza a un liberal es falso pero, con mucho el más numeroso, es el pánico a no parecer liberal. El mayor número de estos liberales no se preocupa de lo que significa, en su hondo sentido, el seguir una conducta liberal, sino en parecer liberales a los demás”. Cuando Marañón decía liberal como término laudatorio, ahora, en estos tiempos degenerados, hay que decir progre, neomarxista, o globalista davosiano, términos que disimulan la tiranía eugenésica fabiana comunista a mayor granjería del NOM, cuyo programa oculto ha adoptado el PP desde Mariano. De modo que Feijóo copia y aún sube la apuesta al despotismo progre vulnerando los derechos constitucionales de la gente, no sea que le vayan a llamar de derechas. Tal ha sido su misión en Galicia.
Y no creemos que los dedos se nos hagan huéspedes. Ojalá. Otra muestra más: es una significativa vergüenza del deterioro moral e intelectual del Partido Popular, que una de las primeras medidas del cacique andaluz recién elegido sea promover ostentosamente la tenebrosa Agenda 2030, uno de cuyos objetivos es acabar con la Libertad, el Cristianismo y la propia Navidad.
Para ese viaje no hace falta el PP. El despótico globalismo socialcomunista actual se basta y se sobra.
Parecería que don Felipe no termina de creerse que el Rey es él, y no se implica. Más bien se comporta como un simple funcionario desmotivado que ficha, cobra y suma trienios. Estamos en una situación muy grave en la que es el propio gobierno de Su Majestad y no el enemigo extramuros quien está dinamitando la convivencia, la Constitución y la civilización española. De modo que de seguir así, con este sabotaje desde las instituciones y en un entorno internacional tan peligroso para la civilización, el desastre final cada vez se juzga más próximo.
El abandono que el PSOE y sus socios golpistas están haciendo del marco constitucional, dicen que vigente, requiere una contundente respuesta política que vaya más allá de la pelea parlamentaria o de la simple oposición convencional. Respuesta que aún no le ha dado ni el jefe del Estado dentro de sus atribuciones constitucionales ni menos aún el que dice ser partido de la oposición, más bien de la alternancia, el complaciente turnista heredero.
Entretenido en ver qué bueyes coloca el PP se olvida de lo principal, que no es el quién sino el qué, para qué, cómo, cuándo y dónde. Si quiere ser un verdadero partido español y no un simple mercenario globalista de igual servicio, el PP necesita aclararse y aclararnos qué quiere hacer a la hora de la verdad, a dónde llevar el carro y cómo hacerlo. Y procurar no mentir ni engañar a la gente como Mariano, el de Bárcenas. Luego vendrá la elección de los bueyes más apropiados para llevar al carro a donde se pretende que vaya.
Mejor que enrocarse para disimular sus intenciones absentistas corta cupones, el PP necesita presentar un proyecto de reforma constitucional valiente y coherente con lo salvable de la Constitución. Y para hacerlo con alguna credibilidad tendrá que acreditar no solo que tiene líderes “votables”, cosa que ni siquiera ahora resultaría ser el caso. Necesita un programa electoral claro y no seguidista del socialismo fabiano devastador. La cosa no está en intentar robar votos al descuido del vecino social comunista, como parece ser la astuta estrategia actual, sino en tener una idea clara de lo que se quiere hacer una vez se llegue al gobierno si le dejan. Para ello es preciso realizar una auténtica transformación de ese partido –hoy una especie de regionalista neo CEDA (Confederación Egoísta de Dirigentes Autonómicos)—, en lo que todavía no ha llegado a ser y si sigue así nunca será, el gran partido de derecha liberal nacional española. Un partido abierto en sus estructuras, democrático en su funcionamiento, con visión estratégica, defensor de la Cultura y la lengua españolas, valiente y riguroso a la hora de proponer soluciones de fondo al creciente malestar ciudadano ¿Lo que debiera ser VOX? Y, además de aclararse, escenificar esa gran transformación de manera muy plástica y eso no creo que pueda hacerse sin un debate profundo en un congreso que, de hecho, signifique una ruptura con su lamentable pasado reciente en las pusilánimes o complacientes manos de Rajoy, Casado o Feijóo. Es posible que aún se encuentre a tiempo de hacerlo antes de que sea demasiado tarde.
En estas épocas posmodernas es habitual que el sistema promocione a su propia oposición, bueyes incluidos, no sea que, en verdad, vaya a haber alguien que de verdad quiera oponerse y de hecho se oponga. De modo que el mirlo blanco rescatado del feudo gallego donde ha dado abundantes muestras de despotismo y felonía no deja de ser un producto del Estado de Partidos o partitocracia. Un régimen político seudodemocrático que enmascara una cleptocracia coronada. Para un patriota español no debiera tener demasiada credibilidad aunque siempre ha habido conversiones milagrosas, y nunca se sabe. Se trata de un nacionalista gallego que solo se mueve como autómata entrenado y programado en la corrupta cosa esa del turnismo y el consenso, y unos media bien pagá muy colaboracionistas ditirambo alabanciosos.
Así no es de extrañar que no sepa, aunque por rara ventura quisiese, enfrentarse a una escalada autocrática desde las instituciones del Estado. Demuestra una confusión casi total pues ya no le valen las mañas y socaliñas de ventajista practicadas en el feudo galleguista. Ha puesto su suerte en poder heredar y en el sanchopancesco vengan días y vengan ollas mientras la revolución, la deuda, los desfalcos… no se lleven todo el tenderete, y lo que es peor, la nación, por delante.
Marañón explicaba que “lo que caracteriza a un liberal es falso pero, con mucho el más numeroso, es el pánico a no parecer liberal. El mayor número de estos liberales no se preocupa de lo que significa, en su hondo sentido, el seguir una conducta liberal, sino en parecer liberales a los demás”. Cuando Marañón decía liberal como término laudatorio, ahora, en estos tiempos degenerados, hay que decir progre, neomarxista, o globalista davosiano, términos que disimulan la tiranía eugenésica fabiana comunista a mayor granjería del NOM, cuyo programa oculto ha adoptado el PP desde Mariano. De modo que Feijóo copia y aún sube la apuesta al despotismo progre vulnerando los derechos constitucionales de la gente, no sea que le vayan a llamar de derechas. Tal ha sido su misión en Galicia.
Y no creemos que los dedos se nos hagan huéspedes. Ojalá. Otra muestra más: es una significativa vergüenza del deterioro moral e intelectual del Partido Popular, que una de las primeras medidas del cacique andaluz recién elegido sea promover ostentosamente la tenebrosa Agenda 2030, uno de cuyos objetivos es acabar con la Libertad, el Cristianismo y la propia Navidad.
Para ese viaje no hace falta el PP. El despótico globalismo socialcomunista actual se basta y se sobra.