Vivo en un pueblo gobernado por un regidor incombustible que gana elecciones tan fácilmente como recitar la tabla del uno. Mi amigo Luis es un regidor que se ha ganado a pulso, para esos resultados, el respeto y el cariño de todos los vecinos desde un PP distinto a ese que pacta con VOX en municipios y provincias dejando en sus garras la batalla ideológica y cultural. La última y más visible pelea decretada por esos desaprensivos ha desmantelado, como primera medida y sublime aportación, los carril-bici de más de 20 lugares, algunos tan representativos como Gijón, Valladolid o Palma de Mallorca. Luis, paradigma del cómo gestionar decentemente, mantiene en Villanueva de la Cañada una maravillosa senda ciclable de 17 kms. Sí. Han leído bien, 17 kms que atraviesan jardines, zona urbana y monte abierto. En esta pelea de los cochistas contra los pedalistas, mi alcalde, sin despeinarse, ha trazado un espacio de -movilidad con sostenibilidad- sin mover ni un centímetro ese avispero que los hace, por lo visto, enemigos irreconciliables y pone este municipio a la cabeza de esa tendencia internacional que invita al ejercicio sano y a la mínima contaminación. Mi alcalde está, seguro, a favor también del concepto diferenciador europeista de las CIUDADES QUE CAMINAN. Seguro. De momento nos ha colocado, sin darse importancia, en el camino de las CIUDADES QUE FLUYEN. Un acierto más.
¿Por qué no ocurre igual en esos lugares que, ahora por espurios pactos, derriban los carriles bici? Hay varias teorías al respecto más allá del negacionismo del cambio climático o de la reivindicación carrilera de los cochistas frente a los intrusos pedalistas que, ganando pequeñas batallitas, han consolidado el derecho a su espacio en las carreteras comunes.
1.- Un coche paga por circular lo que no paga una bici. Traducido al Román Paladino: Un coche tiene más derechos de uso porque paga y como el pedalista no paga, aunque aporte lo mismo por la construcción de la carretera, su acceso a esta ha de estar muy restringido, limitado o simplemente prohibido. Me recuerda mucho este razonamiento al de un amigo que en broma siempre cuenta que –la gasolina tendría que estar diez veces más cara para que se notara la diferencia entre los que podemos permitírnoslo y los que no–.
2.- Si yo soy cochista y no soy pedalista, porqué he de sufragar con mis impuestos el que se construyan esos carrilillos segregados donde la patulea de dos ruedas da rienda suelta a sus silenciosos ejercicios de equilibrismo. ¡Que se compren una bici estática y se deslomen en su casa mirando la tele o por la ventana, pero que no nos fastidien a los del carburante que paga unos suculentos impuestos añadidos!
3.-Algunos pedalistas defienden con ardor que los carriles bici, arquitectónicamente separados del tráfico, son la opción guapa y segura que invita a usuarios sin experiencia pedalera, (los más jóvenes y los más viejos), a mudarse saludablemente a las dos ruedas. Otros defienden que los equilibristas de baja velocidad no deben separarse de la normal circulación y que deben inventarse medidas justas para que participen de forma segura con el tráfico. Los primeros tienen razón y los segundos …también. ¡Viva la convivencia!
A estos tipos derrumbadores con el corazón a motor de combustión, que sostienen que los carriles bici son de izquierdas perroflautistas, yo les recomendaría una charla con Luis Partida porque seguro les explicaría más convincentemente que yo que, por nuestro bien social, «No se trata solo de que la gente coja más la bicicleta, sino que se utilice menos el coche».