Hoy, día 30 de mayo, Ayuso ha subido el precio de los comedores escolares en los colegios públicos y eleva el gasto diario de las familias a 5,50 euros. Son, de media, 100 EUROS MAS AL MES POR NIÑO. Ayer el Ayuntamiento de Almeida publicó los datos: 10000 NIÑOS SE QUEDAN SIN PLAZA PÚBLICA en las escuelas infantiles. Así celebraremos en Madrid la irresistible y clara ascensión a los cielos de estos dos triunfantes sujetos. Solo un día después, cabreados por no poder celebrar convenientemente el triunfo por culpa de ese flotador llamado Sánchez, que en medio de un naufragio con tormenta incluida se tira de los pelos de la cabeza para coger aire en medio de las olas, nos dan el primero de los muchos capones que nos tienen preparados. ¿Cómo podemos ser colectivamente tan estúpidos y cómo estos políticos que nos atontonan pueden ser individualmente tan descarados? Cómo la España pasmada pude venirse tan arriba en unas elecciones municipales donde no se ha discutido de las calles bien asfaltadas y sin baches, de las escuelas modélicas donde nuestros hijos sean felices, de los hospitales donde nuestros mayores sean tratados como joyas vivas y donde la naturaleza y el arte envuelvan nuestro ocio con los necesarios mimos a la altura de este siglo que corre. Habrá que releer las “10 estrategias de manipulación mediática” de Noam Chomsky y buscar si tienen letra pequeña y nos la hemos saltado, porque no es de recibo que traguemos más basura de la que nos cabe en la boca. Las hipótesis de la idiocracia son muy controvertidas, pero la más valorada científicamente apunta a una reducción del cociente intelectual con tintes hereditarios. Ya en nuestros genes hispanos, tan carpetovetónicos ellos, debe prevalecer una predisposición a la sumisión y a la aceptación del engaño y a la permisividad borrega con la picaresca. Recuerden la frase con la que Eduardo Marquina terminó su magnífica obra -En Flandes se ha puesto el sol-. Esta frase, ESPAÑA Y YO SOMOS ASÍ SEÑORA, tres cuartos de siglo después sigue siendo actual y válida para la misma España que retrató en su obra. Lo peor es que ya no somos, SEMOS ASIN. El hambriento conejo carnívoro, sorpresivamente emergido de la chistera de Sánchez, puede ser el último que devore con su ambición todo el catetísmo de izquierdas y derechas que confunde nuestras urnas. No se sabe, a día de hoy, si PODEMOS soportará, en su constatada estulticia en trance de borrarse del mapa, SUMAR lo que de verdad pueda salvar al conejo del zorro. En mi tierra leonesa hay un cuento popular para niños que comienza con un burro que insulta a un conejo llamándole “orejón”.