¡No son pirómanos ni terroristas, señor Barbón; es puro terrorismo de Estado! No yerre la dirección del dedo acusador ni busque a los incendiarios en escondites oscuros. Los ideólogos del desastre viven en mansiones rodeadas de lujo y viajan en aviones “Lolita” para satisfacer sus pervertidos instintos. Pero usted, en alguna medida, es cómplice también, aunque ni siquiera tenga una cerilla en sus bolsillos o uno de esos artefactos que lanzan desde el aire para arrancar fuegos simultáneos en diferentes puntos. Usted es cómplice por el lugar relevante que ocupa en la sociedad como personaje público electo; usted es cómplice por su obediencia ciega, por no saber pensar por sí mismo y deducir, por no haberse informado de que detrás de estos atentados contra el medio ambiente –personas, flora y fauna— y muchas otras sinrazones que están ocurriendo en el ámbito geopolítico, hay una mafia organizada que no usa pistolas sino la moderna y peligrosa geoingeniería. Sí, la manipulación del clima está siendo utilizada como arma de guerra; guerra contra la humanidad, incluidos sus votantes del Principado.
Su jefe de la Moncloa sabe mucho de los tejemanejes de esta mafia de las alturas. Pregúntele sobre las órdenes que recibe de esos siniestros personajes que casi nunca salen en las noticias. Pídale que le cuente sobre el pago por su traición a España y su plan de demolición: económica, moral, histórica y cultural. Usted debe saber algo de este asunto, y si aún lo desconoce, no está capacitado para ser político en estos tiempos que, más que nunca, se requiere capacidad, honestidad y mucha perspicacia y don de predicción. Dirijo estas palabras al señor Barbón, presidente de la comunidad Astur porque fue el último de los políticos en pronunciarlas, ante las cenizas de una parte de la verde Asturias occidental, devastada por las llamas. Un bárbaro incendio, que siguió el patrón de los anteriores, ocurridos en España y otras partes del mundo. Por desgracia, la mafia es global y redonda. Como el planeta.
Las explicaciones por parte del sistema, léase ministerio y consejerías de Medio Ambiente, son las mismas de siempre. Difíciles de creer, pero la sociedad las admite y las repite. Así funciona el adoctrinamiento. Sin embargo, hay que decir que también en este tema se está produciendo un ligero despertar. Una parte de los afectados por los incendios ve “algo raro” en toda esta escenificación espantosa del infierno; admiten que no son fuegos normales.
¿Cuánto tiempo van a seguir con la mentira del cambio climático –que están causando a propósito— y la disculpa de esas “condiciones propicias” para que los incendios sean cada vez más numerosos, extensos, destructores e incontrolables? Aunque muchos aún no lo crean, son así porque así los programan. ¡¡¡Cómo, si no, van a iniciarse diferentes focos distantes entre sí, aprovechando que hay viento, casi siempre en la tarde, para que durante la noche avance el frente y se haga incontrolable!!! ¿Por qué tardan tanto los efectivos en acudir a los puntos incendiados? Casi siempre pasan varias horas, y llegan cuando ya no hay remedio; o solo aparece la Guardia Civil con la orden de desalojo, impidiendo que la gente salve sus casas. ¡Cuánto nos quieren! Eso sí, cuando ya todo está carbonizado, aparece el político de turno con su traje de Superman a hacerse la foto.
¡Dejen de engañar a la gente ingenua que aún cree en ustedes! Es cierto que siempre ha habido incendios multicausales: por un rayo, el llamado efecto lupa, el campesino que se descuidó con los rastrojos, el de la barbacoa, el de la colilla, el pirómano de psiquiátrico y cárcel, los intereses de las constructoras y las eólicas, y podríamos seguir… Pero lo que está ocurriendo en los últimos años es otra cosa: amparados en la estrategia del cambio climático –que, vuelvo a decir, están creando de manera intencionada— existe un plan siniestro, cada vez más a las claras: se trata de crear ruina por doquier en todos los sectores. No en vano, ya se están anunciando severas hambrunas para la humanidad y el resto de los seres vivos. ¡Los que logren sobrevivir! Las élites de la Agenda 2030 quieren el campo y el monte desérticos. Para ello tienen que arrasarlos e inocular en sus poblaciones la idea de que vivir en el campo no es seguro. Por eso arruinan a los ganaderos con enfermedades inventadas como el de las vacas locas, la fiebre porcina o la gripe aviar; y a los agricultores con polillas de la patata –Phthorimaea operculella— para acabar con las semillas autóctonas y hacerlos depender de la industria agroalimentaria transgénica y el glifosato obligatorio y cancerígeno de Bill Gates y otros megalómanos psicópatas; incluso se han atrevido a importar la avispa asiática –vespa velutina—, para que deprede nuestras abejas polinizadoras milenarias, ya de por sí muy mermadas por la Varroa, el néctar de las flores modificadas genéticamente y el catálogo de plaguicidas exterminadores. No quieren que vivamos felices en el campo, despreciando “cosas de ciudad” que ya no nos sirven y que hemos cambiado por una mejor calidad de vida, más en consonancia con nuestra esencia. Pero no nos dejarán en paz. Por eso se han ido eliminando servicios y comodidades. Después de robar el dinero de las Cajas de Ahorros y haber jubilado a los directores y apoderados con indemnizaciones millonarias, apenas hay entidades bancarias en los pueblos; han suprimido líneas de autobuses, frecuencias de trenes, y los pequeños ambulatorios funcionan de pena. Todo esto tiene un fin: quieren a la gente concentrada en las ciudades para controlarla mejor. Al fin y al cabo somos su rebaño. Que nadie se tome a broma lo de las ciudades de quince minutos, de las que no se podrá salir salvo con un permiso expreso y pagando una tasa. Serán corrales con rejas, y no es una metáfora. ¡Ay, si el ciudadano estuviera informado de lo que está ocurriendo! Pero eso no pueden permitirlo porque formaríamos un ejército poderoso e invencible. Por eso nos mantienen en un estado de miedo e incertidumbre continuos, segregando cortisol al por mayor, dopados con basura televisiva, ocio diseñado, porno y demás bazofia para los sentidos. Lloro de impotencia al escribir esto.
Dejen ya de engañar a la gente con sus indecentes mentiras. Dejen de repetir como loros el rancio relato del calentamiento global, la inflamabilidad y el consiguiente riesgo de combustión del monte. Basta ya de utilizar el recurso hegeliano de problema-reacción-solución para encubrir las mentiras que conforman la tela de araña que nos aprisiona. Digan la verdad.
No obstante, he de reconocer que los ciudadanos también tenemos nuestra parte de culpa: por estar demasiado distraídos y mirar poco a nuestros cielos. ¡Miren hacia arriba! Contemplen las estelas de los aviones que cruzan nuestra bóveda celeste casi a diario creando líneas y cuadriláteros imposibles. No son vuelos normales o estelas de condensación como explican los engañabobos que salen en las teles, previo pago. Son fumigaciones tóxicas que han convertido nuestro aire en plasma, es decir, cargado eléctricamente, lo cual ante un pequeño fuego, actúa de acelerante. Esto no es conspirología; es realidad pura y dura. Es geoingeniería o manipulación climática. Por eso no llueve y existen estas alarmantes sequías y paisajes de árboles deshidratados. Por eso los campesinos de la agricultura de subsistencia no pueden casi tener sus propios huertos sin utilizar los indeseables productos de la industria agroquímica. Por eso nos enfermamos y acudimos al hospital, hartos de respirar la nanotecnología que aspergen a nuestra atmósfera. ¡Cómo si no tuviéramos suficiente con la radiación de los campos electromagnéticos y el grafeno introducido en el cuerpo de manera tramposa a través de las inoculaciones, y sabe Dios por cuántas vías más!
Ahora vendrán los políticos, en campaña, a prometer el oro y el moro. Pues ni oro, ni moro. Queremos la verdad. Necesitamos políticos capaces y honestos, que nos libren de la megalomanía psicopática de los promotores de la Agenda 2030 y el transhumanismo veloz que nos persigue. El arco parlamentario no anda muy abundoso en las cualidades requeridas en estos tiempos apocalípticos. Lo que hay se ha quedado obsoleto, anclado en el pasado, cuando los problemas eran otros. ¿Dónde están los líderes sociales con vocación de servicio? ¿Hay alguien ahí?