Por Magdalena del Amo
No podemos negar –de acuerdo a nuestra realidad dual— que la situación no es muy halagüeña. Las cadenas de televisión incrementan su bombardeo de noticias amenazantes, exageradas y morbosas, con el fin de manipular al espectador pasivo a través de sus emociones, en especial el miedo, la más primitiva y profunda. Escribo estas líneas como psicóloga y terapeuta, más que como periodista. Llevo muchos meses tratando a personas que han visto trastocadas sus vidas por los programas de manipulación que instilan miedo, ansiedad, angustia, incertidumbre, y otros criterios del Trastorno de Estrés Post Traumático (TEPT), un síndrome que se ha colectivizado, por efecto de la pandemia. Esta situación propicia que el organismo segregue cortisol en exceso, una de las hormonas del estrés, lo cual produce el “efecto nocebo” –contrario al efecto placebo— deprimiendo el sistema inmunitario, que en estos momentos se necesita tener reforzado.
Aparte de la televisión y la prensa escrita oficialista, con su cantaleta covidiana, las redes sociales también contribuyen al estado de psicosis colectiva que afecta al ser humano en estos momentos. Dejando a un lado los bulos malintencionados, desde el inicio de la epidemia, ha habido una saturación de vídeos y audios de sanitarios, expertos y gente del común –no siempre veraces— advirtiendo de los contagios, los ingresos, las muertes, la falta de profesionales, de dotaciones y de material, las sedaciones de personas, así como algunos problemas de conciencia por tener que decidir quién seguía viviendo y quién no, porque no había lugar para todos en las ucis.
Aunque el discurso oficial ha ido cambiando de forma, la presión se incrementa, y el acoso crece en agresividad, sobre todo, hacia los no vacunados, auténticos chivos expiatorios de este periodo de fin de ciclo. Esta persecución también la sufren los candidatos a la tercera dosis, que se niegan a recibirla, por los muchos efectos adversos que padecen. Parece que están empezando a entender, aunque esta “rebeldía” o, más bien, toma de conciencia de los vacunados, se oculte en las noticias. El sistema nunca trabaja en su contra.
Vivir esta situación con paz
Esta es la situación que nos toca vivir en este presente distópico, y no está en nuestras manos revertirla, al menos, de inmediato, aunque vayamos dando pasitos que apenas son visibles. Lo que sí podemos hacer –y debemos, en lugar de quejarnos y enredarnos en un bucle de negatividad—, es aceptar el hecho y adoptar una actitud más sabia y beneficiosa. Calma y quietud de espíritu son dos estados necesarios para conseguir la paz que todos anhelamos. No es fácil, pero es posible. Aunque hay otras vías para conseguirlo, yo recomiendo atender a las cinco dimensiones que conforman nuestra naturaleza humana y divina –física, energética, emocional, mental y espiritual.
Nos saturan de normas de “protección”, incluida la nefasta y antinatural de “no abrazos” y “no besos”, pero todas dirigidas a librarnos del contagio. Nada se dice, sin embargo, de cómo proteger a la sociedad, del miedo, de la incertidumbre y de la angustia, en definitiva, de nuestros pensamientos y emociones, que es lo que nos debilita y enferma. Por eso, mis palabras de hoy –lejos de la acidez con la que trufo mis escritos críticos con el sistema—, pretenden ser un bálsamo, una pequeña ayuda para quien necesite un antídoto contra el veneno y el morbo televisivos de ablandamiento de conciencias.
Somos lo que comemos. Por eso, una recomendación importante es procurar una alimentación sana, con frutas y verduras; a ser posible, de cultivo biológico; evitar azúcares, carnes rojas, productos refinados, lácteos si es posible y tomar algún suplemento de vitaminas y minerales, sobre todo, vitaminas C, E y D (especialmente, ahora que hay menos horas sol), selenio, omega 3 y NAC (N-acetilcisteína) o metionina. Si disminuimos el consumo de refrescos y tomamos agua –mejor si es solarizada—, agua kefirada como probiótico, y agua de mar, nuestro cuerpo físico lo agradecerá y se mantendrá sano.
Somos lo que pensamos, incluidos todos los estímulos que entran en nuestro sistema límbico, muchos sin que ni siquiera lleguemos a ser conscientes, y que pueden quedar sin gestionar haciéndonos daño, especialmente si se trata de traumas importantes que no se procesan en la esfera cognitiva. Las impresiones negativas o violentas que llegan a nuestro cerebro nos afectan, sean estas reales o ficticias, pues nuestro subconsciente no establece diferencias.
Una buena opción es apagar la televisión a la hora de los informativos, y no servir de conejillos de Indias, de rebaño que capta pasivamente los mensajes a través de las ondas. También es positivo dejar de compartir cada mala noticia que llega a nuestro teléfono. Otra recomendación es mantener conversaciones sobre otros temas, ajenos a la pandemia, cuando hablemos con familiares y amigos. Los pensamientos de amor y gratitud elevan nuestra vibración y nos ponen en sintonía con el Todo.
Además de esto, recomiendo hacer ejercicio, contar historias y chistes, escuchar música, bailar, reír, tocarse, abrazarse, besarse, jugar con los niños y las mascotas… Hay decenas de cosas que podemos hacer, y la mayoría son gratis.
Meditar y rezar, aunque no esté de moda, son dos acciones sublimes que nos conectan con lo mejor de nosotros mismos y con lo más bello de la sociedad. Cada uno puede sintonizar su corazón con quien considere: Dios, la Fuente, el Universo, la Gran Energía universal, la Mente creadora, el Campo cuántico o lo que a cada uno le resuene. Hacerlo es un gran alimento para el espíritu, de consecuencias muy beneficiosas. Esto no es mística, aunque también, sino la pura física y química de los neurotransmisores, unido a algo más profundo y relacionado con el alma.
Cuando entramos en un estado de relajación y calma, aparece la paz, que es un estado de bienestar muy superior al de la felicidad, que es algo efímero e ilusorio, que casi siempre se busca en el exterior. La auténtica paz viene de dentro y se proyecta; no depende de cuestiones externas.
Estar en un estado de paz propicia que nuestro organismo segregue las beneficiosas endorfinas y otras sustancias como la serotonina o la oxitocina que nos mantienen sanos o nos devuelven la salud si la hemos perdido. Todo lo contrario al miedo, más letal que cualquier virus. He explicado esto, de manera sencilla, por si a alguien le sirve. Bendiciones para todos los que formamos parte de esta Unidad maravillosa llamada Creación.
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