Es un hecho constatable la procacidad impúdica de la enjundia económica parlamentaria. Ahora, por empeño constitucional, es un meollo esférico y medible desde todos los ángulos, hasta acertar con aquel que se adapta mejor a los intereses de cada formación sumando, que es gerundio. Son como un puñetero y bullangero calco de las disquisiciones de Fermat, el matemático que presumía de ser abogado de oficio y que quería enmendar a lo grande nada menos que a Pitágoras. A Fermat le pusieron el apodo de -Príncipe de los aficionados-, y su mayor mérito fue dar motivos de escarbar en las cabezas de los bien pensantes de varias generaciones, mezclando cálculo y álgebra para desparramar la geometría. Y en eso andan nuestros parlamentarios, unos calculando futuros y otros en hacer pasar la abstracción por las reglas geométricas. Ninguno de ellos sería capaz de aunar tanto odio o tanta admiración como Fermat, y ninguno se siente capaz entender a los otros, ni siquiera transversalmente. Es penoso. Demostró el francés que el camino de un rayo luminoso entre dos puntos es siempre aquel que menos tiempo le cuesta recorrer. ¡Que simple y qué difícil se les hace a estos 350 cortesanos! Para estos atornillados al sillón, el rodeo es la fórmula magistral mágica que mantiene su asignación mensual y sus estupendísimas prebendas que se endilgan by the face a cascoporro. Así vegetan sus enredadoras neuronas, sufriendo los vacíos del cuadrado al cubo, sin hacer el esfuerzo social que requiere la fría y limpia matemática que invocan en las votaciones. «Cuius rei demonstrationem mirabilem sane detexi. hanc marginis exiguitas non caperet» escribió el de Beaumont-de-Lomagne, que, traducido a román paladino, viene a contarnos lo que tratan de hacernos entender esta chusma: «Conozco una demostración verdaderamente maravillosa de este teorema, pero el margen de este libro es demasiado pequeño para contenerla». Por hacer un resumen final y entender por qué no se entienden entre formaciones hay que recurrir a otra de sus explicaciones: «Es imposible descomponer un cubo en dos cubos, un bicuadrado en dos bicuadrados, y en general, una potencia cualquiera, aparte del cuadrado, en dos potencias del mismo exponente». Esperemos que el Gobierno, sus socios y la oposición nos hagan bien los deberes, y que al menos entiendan y apliquen a sus decisiones globales, que los ciudadanos sí percibimos muy clarito, que dos y dos son cuatro. Les pagamos para ello y no para que subasten y malgasten nuestras aportaciones de voto en función de sus intereses de partido. Dos y dos son cuatro y lo tenemos bien sabido, somatizado y dominado los de a pie, sin necesidad de gigantes mentes calculadoras. Son cuatro, como los cuatro jinetes del Apocalipsis, los cuatro angelitos que guardan mi cama, los cuatro vientos, las cuatro estaciones, los cuatro puntos cardinales, las cuatro patas del gato…, y también tenemos aprendido que «en todos los lugares, cuatro huevos son dos pares». La política económica rectal, que nos ofrecen como medicina de salud pública, no es capaz de asegurarnos que los triángulos de cuatro lados no existen, salvo en la retórica retorcida y torturada de sus argumentos, en los cuales cuatro gatos que no se aplican la regla del tres son nuestro problema quirúrgico. Sí. Han conseguido desmotivar nuestra innata desafección tan española, tan poco higiénica y tan apartada de lo que Europa es capaz de restituirnos en forma de suculentas compensaciones que todos quisieran administrar a beneficio de su ideología.
NOTA. – La regla de tres simples directos es un procedimiento que nos permite calcular el valor de una cantidad, conociendo otras tres cantidades relacionadas, que en conjunto forman una proporción de un par de razones.