El barro, una vez limpiado, deja aquello que cubría en su forma original. No importa la cantidad ni la composición de los lodos vertidos. El lunes día 29, esta catarsis inconmensurable y superferolítica de los partidos, los arrojará a todos como triunfadores de unas propuestas votadas, que la gente desconocerá y que los voceros de los partidos han hurtado a los votantes, llevando la discusión mediática a terrenos tan ignotos como absurdos y que poco o nada han tenido que ver con lo municipal. Si a ello le sumamos que las denuncias de compra de votos han afectado e infectado al PP acusado en 11 municipios, al PSOE en 8 y a otros partidos en más de 10, el fantasma del fraude electoral y el cuestionamiento del proceso democrático habrán sido una impresentable lavativa caústica de ultraderecha, solo para las conciencias con longitud y latitud de tormentosa linea ecuatorial, que no habrá afectado a quienes observen cierto razonable criterio axiológico.
España, casi nunca, ha votado a favor de nadie sino en contra de alguien, haciendo uso del artículo 23.1 de la Constitución Española donde se dicta que -” los ciudadanos tienen el derecho a participar en los asuntos públicos, directamente o por medio de representantes, libremente elegidos en elecciones periódicas por sufragio universal.”
Lo peor de las elecciones es que te impulsan a pensar y pagamos a los políticos para que nos ahorren esa molestia. Po esa simple algarada mental escribo estas líneas hoy sábado, en día de reflexión, desde la tristeza y desde la estupefacción, sintiéndome huérfano de país y de ideas que no tengan que ver con la defensa de mi integridad moral y ética, que se debate entre el aburrimiento y el voto a alguna de las formaciones con las que simpatizo por principios, aunque no me interesen sus dirigentes. Escribo desde la decepción y desde el cabreo, desde la indefensión y la duda mordaz, desde el odio a las trampas y la devoción a esta España donde he criado a mis hijos y donde ya tengo nietos.
El derecho al sufragio activo se habrá ejercido el domingo, espero y deseo, por una gran mayoría de ciudadanos, a los que contemplo desilusionados o poco motivados por proyectos, sino entregados a unas siglas, que se asomarán invasivamente a nuestras televisiones para comentarnos los resultados, con la machacona pretensión de reafirmar sus cifras con nocturnidad y alevosía en un canto que pasará por nuestras mentes entre las sombras que églogas y elegías tan hiperbólicas como cantamañaneras pueden producirnos. Mi voto, que también responsablemente habrá jugado ahí, resbalará cojitranco por esos triunfalismos sin pena y sin gloria. No seré, el lunes de resaca, como esos aficionados del fútbol que, cuando su equipo gana, gritan “hemos ganado” y, cuando pierde, dicen “han perdido”. Probablemente, estaré revolcándome, descorazonado, en el barro que los contendientes habrán limpiado a presión para que chapoteemos en él los incorregibles losers de mi porte. Ya escucho en el sueño del infantil juego del “Churro” las mangueras, los manguirulos , las mediasmangas y las mangaenteras.