En la idea de favorecer el desarrollo integral de la persona, así como de incentivar la curiosidad de aprender, favorecer la creatividad y la confianza, es relevante tener en cuenta en la enseñanza diversos aspectos.
Los seres humanos tenemos el privilegio de ser conscientes. Podemos observar lo que pensamos, sentimos y hacemos. Es decir, somos testigos de nuestra mente y de los resultados de nuestras acciones, lo que nos permite enfocar y cultivar deliberadamente lo que es más saludable para desplegar nuestro potencial. De ahí que sea de gran utilidad ejercitar conscientemente nuestra capacidad de atender desde una edad temprana.
Permanecer atentos, estar presentes en cada instante nos ayuda a lograr nuestro desarrollo integral. Nos ofrece la posibilidad de conocernos mejor, de poder transformarnos y convertirnos en los creadores de nuestra realidad atendiendo todos los aspectos de nuestra dimensión humana, el cuerpo, las emociones y el espíritu, es decir la materia y la energía.
Sería deseable, en este sentido, introducir en el aula la realización de ciertas prácticas meditativas con la finalidad de que los niños y jóvenes lograran un estado de calma y lucidez. Al inducir este acercamiento con el silencio y la quietud su percepción será más sutil y conseguirán tener una visión más profunda de la realidad interna y externa, sin distorsiones.
Con paciencia y perseverancia esta capacidad de darnos cuenta, de estar presentes, nos convierte en dueños de nuestra reacción, en cuidadosos vigilantes de nuestros estados anímicos y creadores de los cambios oportunos.
En este sentido, el psiquiatra humanista Víctor Frankl señala: “el espacio que tenemos entre lo que acontece y nuestra respuesta es nuestra libertad”.
A la vez, considero imprescindible saber permanecer atentos para tener una adecuada gestión de la inteligencia emocional.
En el grupo de niños o jóvenes de una clase nos encontramos con las experiencias relacionales vividas entre los compañeros, lo que nos sirve de base para equilibrar y ordenar conductas.
Conocer la habilidad de controlar los impulsos, la ansiedad, tolerar la frustración, compartir tristezas, alegrías, conectar con la motivación que nos lleva a cada acción, aumenta en el niño la comprensión de sí mismo y hacia los demás favoreciendo su desarrollo en una personalidad fuerte y sana.
Sabemos que los conflictos son inherentes a la vida, por ello manejar las herramientas básicas de la inteligencia social para resolverlos nos permite vivir de forma más espontánea, responsable, creativa y lejos de estar atrapados en los innecesarios estados aflictivos.
Existe una interacción profunda entre la razón y las emociones, éstas tienen una poderosa influencia sobre las creencias. En el fondo instintivo de nuestro ser no pensamos, sentimos. Parte importante de la inteligencia emocional consiste en conocer qué es lo que te emociona, saber cuáles son tus deseos, tus miedos, tus alegrías.
La función intelectual es una función abierta al conocimiento de todo lo posible incluso de aquello que parece imposible. Aplicar la función intelectual al conocimiento de las matemáticas, la física, la filosofía o la economía, específicamente, o predeterminarla para tener éxito en el aprendizaje de las materias curriculares, limita la inteligencia, excluyendo, o no reconociendo, todo aquello que no forma parte de las materias curriculares. Es una mirada miope, reduccionista, sobre el significado de la inteligencia.
Actualmente sufrimos un serio fracaso escolar. Invito a considerar la importancia que tiene introducir entre nuestros jóvenes el estudio de ciertas áreas, tales como las manualidades, el arte, la música, el canto, la meditación, la agricultura, conocimiento de la naturaleza en vivo, los cuidados de la salud, nutrición y la psicología humanista. (El desarrollo del conocimiento en el campo de lo afectivo y en el de las relaciones interpersonales, el sentido de una vida en una comunidad).
Tenemos una sociedad desequilibrada entre los aspectos cognitivos y los afectivos, en la que se potencia las funciones centradas fundamentalmente en el razonamiento y la reflexión en torno a temas que no están relacionados con lo personal, ni con los aspectos emocionales del ser humano. Nos preparan para “progresar” en el campo de la tecnología. Se habla de una inteligencia artificial que pueda superarnos mientras se van creando cada vez más analfabetos emocionales/espirituales.
Poder poner las cosas en contexto, reconocer la interdependencia, discernir lo que es o no importante para todos, desarrollar empatía y altruismo no son cualidades que pueda tener una máquina. Por lo tanto, desarrollar el conocimiento en el campo de lo afectivo y relacional es una tarea prioritaria de la que debiera ocuparse la enseñanza. Tener capacidad de criterio, discernir lo que es más conveniente, ser responsables, útiles, buscar un sentido, una dirección, ha de empezar por lo individual, lo cotidiano, en nuestro pequeño mundo afectivo, para poder derramarse luego al bien común.
Por otro lado, y en consonancia con la miopía que existe en los contenidos educativos, veo el hastío de la mayoría de los alumnos y el desinterés ante la falta de conexión de los conocimientos adquiridos y su aplicabilidad en la vida.
Las materias curriculares debieran impartirse relacionándolas con experiencias vitales que permitieran al alumno otorgarles un significado y convertirlas en algo que les concierne. En palabras de Aldous Huxley en su libro El Fin de los medios: “El aprendizaje artesano de un oficio supone liberar a nuestros hijos de una posición parasitaria en la sociedad”.
¿Somos capaces de ver a los jóvenes con su realidad, sus intereses, sus problemas? O, por el contrario, ¿alimentamos una neurosis donde el falso ser prevalece para poder sobrevivir en una sociedad de la que hay que defenderse separándose, compitiendo, comparándose, etiquetándose y consumiendo? ¿Educamos para evolucionar y desarrollar una conciencia espaciosa, universal o para alimentar los mecanismos de defensa en las relaciones que nos separan de los demás?
La alegría de los padres y profesores nace de poder acercarse al otro no desde la autoridad sino desde el corazón. Los profesores protestan de no tener tiempo para conocer a los niños, demasiada burocracia, dicen.
¿Dónde dejamos la vocación que nos acercó a la infancia?
Animo a todos los adultos que están acompañando a jóvenes a que los escuchen con el corazón, que les perciban de una manera más amplia, menos cartesiana, respeten la diversidad y disfruten más en la relación con ellos.
No caer en el olvido de que la capacidad de amar y la belleza de ser nace de las relaciones. Saber apreciar que en lo esencial todos somos iguales y que todos queremos ser felices. Reconocer lo que nos iguala y nos hace humanos es lo que verdaderamente nos va a permitir vivir en sintonía con nuestra naturaleza pacífica y armoniosa, en fraternidad, y gozar una auténtica felicidad.
LA VIDA COMO ASIGNATURA QUE HERMOSA ASPIRACION PARA EMPEZAR