“Supuesta pandemia, pero en la realidad tuvimos pacientes muy graves con trombosis pulmonares muy serias con afectación de más del 70 por ciento y con saturaciones por debajo del 60 por ciento. Incluso, tuvimos pacientes que llegaron caminando, teniendo saturaciones del 40 por ciento, totalmente azules…”, comienza diciendo el médico ecuatoriano Cristian Ortiz Van Hecke, recordando aquellos días dolorosos. “Nosotros utilizamos un tratamiento que se conoce como terapia neural donde se usa un anestésico llamado procaína y el dióxido de cloro vía oral, rectal e intravenoso, dependiendo de la gravedad del paciente. También utilizamos ivermectina subcutánea.
Como no teníamos experiencia – prosigue con el relato -, veíamos que los pacientes se infartaban con facilidad si no se utilizaban anticoagulantes. Teníamos que evaluar el dimero D y hacer un manejo avanzado, y oxígeno, si estaban en hipoxemia. Se hizo en las casas de los pacientes”, termina aclarando, pues en las clínicas era imposible hacerlo. “En una actuamos con un paciente y el ministerio la cerró y hubo que sacar al paciente y llevarlo a otra casa de salud donde murió, no le hicieron nada. La otra clínica siguió funcionando, pero yo no podía hacer en ella tratamientos no convencionales”, concluye.
Aún así, dice, taxativo: “Logramos salvar muchas vidas. El dióxido lo tomaban los enfermos y también los familiares que los cuidaban”.
Al doctor Ortiz Van Hecke le acudían dos dudas, sobre las vacunas (¿Cómo pueden fabricar una vacuna si no hay un virus) y sobre qué causaba tanta muerte: “A ratos pienso que pueden ser por las ondas electromagnéticas”.
Más cosas importantes son que jamás utilizó una mascarilla, durante toda la pandemia y que por su consulta “pasaron 3500 pacientes que tuvieron COVID”.
A él mismo le dio 9 veces, asegura, tuvo sintomatología. “La primera vez me dio muy fuerte y pudimos constatar que el dióxido de cloro iba a ser el recurso maravilloso para tratar esta enfermedad. Y el uso también de la terapia neural que regula el sistema parasimpático y el inmunológico”, añade.
También aplica la ivermectina en procesos inflamatorios avanzados. “Los polcaos hicieron grandes estudios del uso de la ivermectina y el zinc y se demostró que era suficiente para tratar a los pacientes. Pero esto no quisieron que saliera a la luz, como el dióxido de cloro, con el que los pacientes en una semana estaban bien.
«Estas sustancias maravillosas siguen siendo grandes desconocidas: el dióxido de cloro, la procaína, la ivermectina…”, destaca.
“Conozco a un médico que utiliza la ivermectina en pacientes con cáncer. La ivermectina reconoce, detecta, a las células que han perdido su capacidad de morir, de tener su apoptosis. Por eso en algunos tipos de cáncer se han visto resultados favorables”, termina diciendo.
Volviendo a la terapia neural, “aplicamos la procaína, que genera 250 mini voltios en el momento de aplicarla, y que también genera un dolor, y tal vez es el dolor el que activa el mecanismo de autorregulación. La inyectamos. En las enfermedades degenerativas va muy bien, pero depende de la historia de vida de cada paciente. Es muy importante el diálogo con el paciente”, recalca.
“Lo que hemos podido ver con la ivermectina es que en los cuadros inflamatorios sistémicos agresivos genera cambios extraordinarios – destaca, cambiando de nuevo de asunto -. Tiene muchas aplicaciones. No sabemos qué otros efectos farmacológicos tiene aparte de ser una toxina que se extrae de una bacteria que crece en el suelo, es una espora. Es una toxina con efectos desparasitantes y antiinflamatorio y viricida”.
Por último, habla del DMSO o dimetil sulfóxido. ”Lo he utilizado mucho en tumores tópicamente – aclara -, y hemos tendido respuestas maravillosas en todos los procesos inflamatorios. Y como vehículo transportador en problemas de piel, quemaduras, úlceras varicosas… No se debe combinar con el dióxido de cloro -advierte ahora -. Se puede aplicar primero el dióxido, esperas unos segundos y aplicas el dimetil sulfóxido, vuelvo a esperar, ahora unos minutos, y después el dióxido de nuevo. Bebido, en gotas, lo hemos utilizado en pacientes con artritis reumatoide y hemos tendido muy buenos resultados”.
“Ninguna universidad quiso investigar el dióxido, ni siquiera con dinero que nos ofrecían para hacer una investigación. Incluso el viceministro de Salud quiso ayudarnos, sin éxito”, concluye, con cierta amargura..
Hablando de otro aspecto del CDS, aclara que “el CDE es maravilloso, lo tratamos en espray. Atomizamos, por ejemplo, a los niños pequeños que tienen cuadros respiratorios en la nariz, la boca y la garganta”. En cuanto a su estabilidad, el doctor concluye que “para hacerlo estable le agrego clorito de sodio”. Y explica como hacerlo.
Una entrevista interesante y práctica, de las mejores para entender cómo se comportan la ivermectina, el DMSO, el CDS, la procaína… Nadie habla de ellos en las farmacias, en los hospitales, en las facultades de Medicina, pero ahí están ellos, curando gente cuando no salvando sus vidas.
VÍDEOENTREVISTA CON EL DOCTOR CRISTIAN ORTIZ
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