¡Seguiremos adelante! Aunque los frutos no sean visibles, seguiremos en la lucha por el esclarecimiento de la verdad en esta guerra que unos cuantos poderosos le han declarado a la humanidad. Seguiremos en pie contra las mafias de los Estados, que lejos de defender a los ciudadanos que los sostienen, los torturan y acogotan con leyes surrealistas y axiomas recién inventados, más propios de psicópatas iletrados que de estadistas en plenas facultades. En nuestra medida y hasta donde las fuerzas nos lleguen, seguiremos haciéndole frente a la mentira y a la corrupción en sus diferentes ámbitos: científica, médica, biológica, histórica, antropológica o cultural. Seguiremos intentando disipar la tibieza de los buenos y unirlos al tabor de la auténtica disidencia. Seguiremos, en fin, intentando despertar conciencias y, aunque no está siendo un camino de rosas, no podemos desfallecer y tirar la toalla. Se lo digo a quienes desesperan porque su mensaje no llega tanto como debiera y en la proporción del esfuerzo. Hay que tener paciencia y seguir siendo constantes. No hay que desesperar. Nuestro trabajo ya está grabado en el libro de la vida, de la historia y pronto formará parte del inconsciente colectivo. Nada será en vano.
Sentí tristeza al escuchar una entrevista a Martín Monteverde, médico argentino, honesto y valiente, con el juramento hipocrático bordado en su alma. Él, con otros profesionales, también analizó el contenido de los viales, como hiciera La Quinta Columna en aquellas investigaciones pioneras que hicieron historia y sirvieron de punto de partida al resto del mundo. Dijo que ya había dicho todo y se le notaba apesadumbrado porque sus advertencias no habían calado en la sociedad. Habló sin cesar sobre el grafeno en las vacunas y en otros medicamentos y alimentos, pero no le escucharon todos. Desde este pequeño rincón, quiero pedirle a Martín que no abandone, que continua siendo muy necesario. La Resistencia no puede permitirse perder un activo como él. No importa si muchos aún no se enteraron. Necesitamos repetir, repetir, repetir, insistir, insistir, insistir. Aunque parezca que predicamos en el desierto, siempre hay alguien a punto de discernir, y una sola palabra en el momento preciso puede ser el resorte que active ese “clic” maravilloso que lo cambia todo. La mente humana es así. Seguiremos hasta sentar en el banquillo a todos los traidores ¡Estoy segura de que venceremos!
Los amos del mundo no lo tienen todo tan controlado como quieren hacer ver. Están intranquilos porque una parte sustancial de la sociedad ya no cree en sus virus, ni en sus vacunas, ni en sus médicos, ni en sus jueces, ni en los políticos marionetas que han ido sentando en las diferentes poltronas. Eso les hace cometer errores que, a su vez, ponen de manifiesto su nerviosismo, y así están: en bucle continuo. Temen que saquemos al aire sus mentiras, y como sus mordazas y censuras no consiguen frenar nuestro arrojo y empeño en desvelar sus planes y mentiras, continúan ideando iniciativas que dejan al descubierto –aún más—su plumero infecto. Como la reciente ocurrencia del señor de Davos, Klaus Schwab.
Hace unos días, la cara más visible de la encarnación del Mal en estos tiempos de fin de era, o de extinción de la raza humana, como anuncian los transhumanistas andantes del MIT –todos ellos ansiando parasitar nuestros cerebros con sus grafenos, circuitos y sensores de la muerte—, a través de sus metaversos, interfaz y demás inventos de destrucción masiva, el citado rey y señor del tan selecto foro, anunciaba la contratación de miles de alguaciles para hacer hombro con los desprestigiados factcheckers o verificadores –maldita, maldito bulo y demás engendros pagados al servicio de la mentira—, para vigilar la información. El fin no es otro que impedir que el ciudadano conozca sus trampas. Por eso tapan todo aquello susceptible de contribuir al despertar de esta sociedad de instintos ciegos, pensamiento único y ausencia total de razón.
Lo del Bulobús itinerante por calles y pueblos invitando a los paseantes a informarse a través de los “expertos”, no puede ser más ridículo. “Experto” es una palabra desprestigiada. En el mundo orwelliano de hoy, un “experto” es un profesional y transmisor de bulos. Pero todos estos traidores y sus jefes –incluido el citado megalómano con ínfulas de diosecillo—, caerán y serán juzgados, si no se mueren antes de una arritmia, un infarto o cualquier otro efecto adverso de los pinchazos inspirados en el inframundo o electrocutados con las frecuencias de ondas destructoras de vida.
“Cuando crezcamos un poco más en número y alcancemos la masa crítica, será el fin de todos estos megalómanos que han planificado destruirnos como especie y convertirnos en hombres-máquina, robots, transhumanos sin alma, esclavos sin voluntad al servicio de la inteligencia artificial, de las élites y de los malignos invisibles de las alturas. No faltarán políticos, científicos y jueces honrados que se unan a nuestra causa. Venceremos”.
Son mis palabras escritas hace una tiempo, pero hasta ayer no caí en la cuenta de que eran un remedo de la profecía escrita en 1935 por el obispo Angelo Giuseppe Roncalli, refiriéndose a la época actual, mucho antes de alcanzar el solio pontificio como Juan XXIII. Así dice su profecía:
“El mundo entero se insubordinará contra el juego de los poderosos, la secreta hermandad de los grandes que tramaba la esclavización de los pueblos. Los escasos jefes honrados se unirán y los culpables serán derrocados”.
No suelo creer mucho en profecías. En todo caso, las contemplo más como advertencias para enmendar errores y situaciones y evitar que ciertos vaticinios negativos se cumplan. Las de san Malaquías apuntan claramente a Francisco como el último papa, pero también han sido muy refutadas y enjuiciado el escaso rigor al analizar los lemas papales. Sin embargo, las de Juan XXIII se han ido cumpliendo.
El gran experto en profecías, Antonio Gil-Terrón Puchades dice que una profecía es válida cuando los hechos que se predicen suceden después de haber sido publicados los textos [1]. En el libro de Pier Carpi, Las profecías del papa Juan XXIII, publicado en España en 1977 se alude a efemérides importantes de nuestra historia, fácilmente constatables. Gil-Terrón desgrana y analiza, por ejemplo, sucesos anteriores a 1977, como el final de Hitler, la primera bomba atómica o los asesinatos de John y Robert Kennedy, pero también hitos históricos, como la caída del Muro de Berlín, el nacimiento de la Unión Europea o el atentado de Juan Pablo II, hechos posteriores a la publicación del libro. Eso le da credibilidad a la profecía que aún no ha sido cumplida, referente a la situación actual que emana de un globalismo totalitario, impuesto de la noche a la mañana. En 1977 era impensable imaginar un mundo como el actual, global, con un mando único, dirigido por políticos psicópatas al servicio de un Poder oscuro que apenas conocemos, con claras intenciones de destruir a una parte de la humanidad y esclavizar a los supervivientes. ¡La ciencia ficción se queda corta!
No conocemos el mecanismo, pero lo cierto es que Roncalli lo captó, lo escribió y en los hechos que ya han sucedido acertó. ¿Por qué no iba a acertar ahora? Me lo decía ayer mi amigo Marcelino Requejo, gran analista y conocedor de algunos secretos. Y, según él, van a caer con todo el equipo. Quienes leen mis artículos saben que, tras presentar la situación distópica y apocalíptica actual, que parece empujarnos inexorablemente al precipicio, me gustar terminar con unas palabras de esperanza; esperanza sentida que quiero transmitir una vez más. No van a poder con nosotros. Caerán, serán ajusticiados y un mundo nuevo vendrá. ¿Cuándo ocurrirá? Roncalli también da la fecha de este evento: “Veinte siglos más la edad del Salvador”, es decir el año 2033. Esto quiere decir que el libro de la Agenda 2030 arderá en el infierno con sus autores, por los siglos de los siglos. En esta guerra contra el Mal nuestro lema es ¡VENCEREMOS!
Notas y fuentes: