La provincia de León con 74 manadas censadas es la que mayor densidad de lobos acumula de toda España. Cuatro de cada diez manadas viven en esta histórica tierra adusta, fría y feroz. Los Ancares leoneses, el Alto Curueño, Riaño y Picos de Europa son el hábitat y refugio preferido de este perturbador animal perseguido por los miedos y la incultura, al que el gran Borges enamoró con su emocionante contar:
“Furtivo y gris en la penumbra última, va dejando sus rastros en la margen
de este río sin nombre que ha saciado la sed de su garganta y cuyas aguas
no repiten estrellas. Esta noche, el lobo es una sombra que está sola y que busca a la hembra y siente frío”.
Ya, Rubén Darío lo había plasmado en su delicada antropomorfización por boca de San Francisco de Asís cuando “Los motivos del lobo”, ese brillante poema que nos coloca frente la fragilidad de la paz, redibujando la constante pelea sin tino entre la bondad y la maldad, que coexisten en ese laberinto del pensamiento más allá de la naturaleza, el humanismo y la locura absurda del no entender.
En Colmillo Blanco Jack London examinó literariamente con gran sensibilidad el violento mundo de los animales salvajes y el igualmente violento mundo cruel de los humanos. La novela, además, nos invita a explorar mientras nos peinamos las ideas sobre el siempre aturdido tema de la moral.
Pues, ese lobo Feijoo de –dorada- camada galaica no se ha enterado de ninguna virtud ni defecto del CANIS LUPUS, pese a su marista adolescencia leonesa tan cercana a la salvaje “llamada de la selva”, y se ha apuntado con notable éxito al alemán H. Hesse en su Steppenwolf, que le retrata con lujo caro en su cuarta parte, el “Tratado del lobo estepario»- Sólo para locos-, donde un vehemente London examinó la compleja psicología del protagonista, que es el vivo retrato de perdedor antagonista compulsivo en su modo iracundo para un opositor político con forma de alubia guisada y sin gafas. El perro Sanchez, (“Cuidau con el perru , mordisca callau”), espabilado y mil veces más listo en su lectura de la mordida posible, quizá por aquello de la concomitancia perruna, en modo caniche tramposo y ladrador sin compulsión notable, le da -cornadas de lobo a saco- en reducto de zoo peludo, y entrena el éxito con sus colmillos a morder blando para menoscabar con los molares el burdo “aldamazo” y el “abalazo koldero” que le hacen -bailar con lobos- a lo Kevin Costner cuando los malos le abatieron a su amigo Calcetines.
En León, que tanto sabemos de lobos por convivencia y por connivencia, también por muy perracos de natural, ya auguramos en esta pelea a dentelladas de territoriales manadas quién va a ser el ganador, porque la mentira, la calumnia y el oportuno estudiado inoportunismo de los infundios tienen poco abrigo en nuestras heladas verticales montañas. Lo refirió Hesse en aquella página que se saltó el gallego: “Matamos a cada paso, no solo en guerras, disturbios y ejecuciones. Matamos cuando cerramos los ojos ante la pobreza, el sufrimiento y la vergüenza. De la misma manera, toda falta de respeto por la vida, todo el coraje, la indiferencia, todo desprecio no es otra cosa que matar”. ¿Cómo podría tan malamente aullar ese Alberto faltón sino, sin sonrojarse al menos, que “la culpa de la tragedia de Valencia la tienen Pedro Sanchez y Teresa Rivera”? Aprenda en su vileza a aullar con propiedad -señor opositor, camino de vuelta a Galicia- y observe con limpia mirada de lobo ahíto de pitanzas indigeribles, si se lo admite su sed de usurpación a cualquier precio, esa Valencia desangrada por su Mazón. O hágaselo mirar clínicamente en su trampantojo de bosque arrasado sin ideas ni propuestas. Mientras, y también de momento…entre lobos siga el juego del “chorco”, que es esa trampa leonesa para cazarlos que ya está en desuso incluso para lideres entuertados a navaja trapera y desleal como la que sirlea usted con bajonazos al actual presidente perruno según unos y lobezno para otros.
En esta comparación salen perdiendo los lobos, muy bidn explicado.