EFECTO LEICESTER.

Recordar el pasado ocultado arroja luz para el futuro, no te conformes con lo que te han contado.

La declaración de la ESPI por “viruela del mono” nos permite revisar la  historia para que no se repita. En la época industrial, el hacinamiento en ciudades en lamentables condiciones de vida, generó plagas y enfermedades infecciosas. En el Siglo XVIII surgió el método de variolación-vacunación para tratar de paliar los brotes, el cual era controvertido y no fue ni debidamente testado ni demostrado, de tal modo que se activaría y aceleraría un ciclo de retroalimentación positiva, en el que la campaña de pretendida inmunización inicial empeoraría el problema, difundiéndose y ampliándose la situación a medida que se insistía en más campañas de pretendida inmunización hasta establecer mandatos impositivos, a través de los cuales se multó, expropió, encarceló y vacunó a la fuerza a los resistentes a la “ vacunación”. El método de vacunación resultó peligroso,  mortal para muchos y vulnerador de derechos sin precedentes.

El punto final se dio en la ciudad de Leicester, en la cual a pesar de sus leyes de vacunación obligatoria y de altas tasas de vacunación persistía la situación, ocasionando lo que se denominó “epidemia de viruela” de 1871 a 1872,  hasta que el 23 de marzo de 1885, estalló una gran protesta que ocasionó el cambio de gobierno, el cese de la vacunación obligatoria y de las leyes restrictivas, adoptándose medidas de higiene que si contribuyeron a la erradicación del brote. ( https://www.midwesterndoctor.com/p/the-smallpox-pandemic-response-was)

El CDC en su página oficial dice “La vacuna de la viruela se fabrica a partir de un virus llamado vacuna, que es un poxvirus similar a la viruela, pero menos dañino. La vacuna contra la viruela contiene virus de la vacuna viva, no un virus muerto o debilitado como muchas otras vacunas. Por ello, las personas que están vacunadas deben tomar precauciones al cuidar el lugar en el brazo donde fueron vacunados, para que puedan evitar que el virus de la vacuna se propague.” (https://www.cdc.gov/smallpox/vaccine-basics/index.html). “Debido a que el virus de la vacuna está vivo, es importante seguir las instrucciones de atención para el sitio de vacunación. Puede propagar el virus de la vacuna tocando el sitio de vacunación antes de que se haya curado o tocando vendas o ropa que han estado en contacto con el virus vivo desde el sitio de vacunación.”(https://www.cdc.gov/smallpox/vaccine-basics/who-gets-vaccination.html#care-for). Con tales afirmaciones vertidas por el CDC, pareciere que fuere probable que los propios vacunados pudieren ser vector de contagio de lo inyectado, ya sea por contacto con ellos mismos, con los apósitos sus ropas o utensilios utilizados, reconociéndose así el efecto de la retroalimentación positiva de las inyecciones, por lo que es legítimo que la población tenga sus reservas a inyectarse aquello que le pueda convertir en portador de lo que no tiene, ni de otras sustancias que se puedan incorporar en las mismas.

Revisada la historia y a la vista de las circunstancias, concurre justificación moral, médica y legal suficiente para esgrimir como legítimo el derecho a no inocularse a fin de no contribuir a la expansión del brote (exención Leicester), siguiendo el ejemplar el comportamiento cívico de los ciudadanos de Leicester de 1885.