En la película de 1968 protagonizada por Charlton Heston y también en la de 2001 se ve la imagen de los primates en una especie de congreso que recuerda claramente al parlamento español con sus señorías ora chillando, ora aplaudiendo o golpeando los escaños. Ya dijo el etólogo Conrad Lorenz al estudiar el comportamiento de los animales que los humanos no hemos evolucionado tanto y algunas de las conductas, sobre todo de los simios, repiten sus patrones en la especie humana.
Pero volviendo a los diferentes filmes que sobre el distópico planeta se han rodado, en ellos se contempla la diferencia entre unos y otros primates estando en lo alto de la escala evolutiva los orangutanes, que son los dirigentes de los partidos, los que se reúnen en el parlamento y dictan las normas y se comportan con más o menos educación. Tras ellos se encuentran los gorilas que suponen la casta militar-policial y que en España han entrado a formar parte del parlamento con representantes en los diferentes partidos haciendo de puentes o en su día llevando Cascos. En la base, los chimpancés que hacen sus gracietas con o sin acento andaluz y son aplaudidas por sus conmilitones que celebran gracias casposas como la de meterse con los calvos porque todavía no hay una ley contra la calvorotafobia.
Por razones de que son filmes «blancos», dedicados a todos los públicos, no figuran los bonobos, seres plácidos que como el Tito Berni reparten su tiempo entre comer y practicar sexo con mucho desahogo. Los papeles están repartidos y cada cual se ceñía al suyo hasta la llegada de un gorila al que le cambian el hacha por un bolígrafo para firmar contratos. Y ha sucedido lo que ya advertía el refrán: que «aunque el mono (o el gorila en este caso) se vista de seda, mono se queda». Y esto me hace recordar unos dibujos animados de Hanna Barbera titulados «Maguila gorila» en el que un simpático y gigantesco primate resuelve numerosas situaciones tirando una cáscara de plátano en la que resbalan y caen los malos. Y eso es lo que ha sucedido, que el gorila ha ido comiendo plátanos-contratos uno tras otro y ha dejado un rastro largo y muy visible en los que están tropezando todos sus amiguetes para solaz y esparcimiento de la bancada contraria.