Hace poco ha sido reeditado el excelente libro testimonio de Wenceslao Fernández Flórez Una Isla en el Mar Rojo. Un clásico de gran interés como buena literatura y como testimonio de memoria histórica de la de verdad. De todo un tiempo tremendo.
El cónsul de Noruega, el heroico Félix Schlayer que salvara la vida a más de mil refugiados en su embajada, en su conocido libro sobre las matanzas en el Madrid rojo mal llamado «republicano» veía así la situación del Frente Popular durante el tiempo en el que ocurrían los hechos narrados en la novela:
“En la zona dominada por los rojos, estos crímenes, producto de la ferocidad de las masas iban en aumento semana tras semana, hasta convertirse en una espantosa orgía de pillaje y muerte…aquí se trataba del asesinato organizado. Ya no era solo el odio del pueblo, sino algo que respondía a una metodología rusa: era el producto de una animalización consciente del hombre por el bolchevismo. De lo que se trataba era de adueñarse de lo que fuera a cambio de nada; y si era menester matar, se mataba. Lo que desde siempre ha dominado políticamente en la amplia masa del pueblo español ha sido el sentimiento y nunca la razón. Pero en los conflictos anteriores su fanatismo se apoyaba en bases idealistas….
Esta vez sin embargo, debido a la influencia de la progresiva materialización de las masas populares, como consecuencia de las teorías socialista y comunista, los motivos de fondo son principalmente de orden económico y la meta con la que se especula es disfrutar de la vida con el mínimo esfuerzo.”
“Su ecuación bien parece ser ésta vivir bien es igual a no hacer nada. Ésta era la atractiva consigna con que el comunismo seducía eficazmente a las masas incultas, llevándolas hasta la consecución de un sentimiento tan fanático como éste: Arrebatad a los poderosos todo lo que tienen y así podréis ser tan gandules como ellos y vivir tan bien como ellos.”
Un testimonio verdaderamente filantrópico de extraordinario interés de un momento dramático de nuestra historia que ojalá no vuelva repetirse.
La obra de Fernández Flórez narra estos acontecimientos desde su peripecia personal.
La literatura de resistencia durante la guerra civil española en la zona dominada por el Frente Popular tiene obras memorables por sus valores humanos, literarios e históricos pero que sin embargo apenas son rescatadas de la desmemoria histórica. Acaso por creer que no son políticamente correctas porque desmontan el mito oportunista de la idílica república pacífica, libre, justa y feliz agredida por unos malvados militares “fascistas”. Acaso por revelar las atrocidades perpetradas en su retaguardia por el bando mal llamado “republicano”, dominado en realidad por comunistas, socialistas y organizaciones obreras, según ha demostrado Burnett Bolloten entre otros autores, por citar el testimonio de un hispanista independiente. Se trata de obras en la que la trama de ficción se encuentra enmarcada en un ambiente bien conocido por los autores por haberlo padecido de modo directo y personal, con riesgo cierto e inminente de su vida. Tremenda por los hechos que cuenta en su Santander natal es Retaguardia debida a la pluma de la sensible Concha Espina que también estuvo a punto de ser asesinada por los socialistas. Pero quizás la obra más recordada o conocida entre las de esta temática sea “Madrid de Corte a checa” de Agustín de Foxá.
Pero hoy vamos a glosar una obra de gran interés literario y de singular importancia documental. Se trata de Una Isla en el mar rojo de Wenceslao Fernández Flórez. Una visión novelada de su propia peripecia de sufrimiento y supervivencia en el Madrid rojo así como de su milagroso rescate gracias a la delegación diplomática de Holanda donde se refugió. En palabras de presentación de don Wenceslao:
«No sé clasificar este libro.
¿Novela? Pero él es más bien hijo de mi memoria que mi fantasía. No son ensueños los que traje al papel sino un ancho brazado de recuerdos atroces que segué ampliamente en mi alma para lección de los que no saben y también con la esperanza absurda de que no retornen en ella. ¿Historia? Pero hay un hilo irreal con que van unidos los sucesos y una armadura artificiosa para soportarlos, una fábula en fin, que, ciertamente, no fatigó a la imaginación.
En todo caso, puedo afirmar que al escribir estas páginas inventé hombres y trances pero no dolores.
Uno de los momentos más interesantes, y útiles por cierto para el lector actual que quiera comprender lo que pasa sin prejuicios, es el comienzo del relato, cuando el protagonista va a un cine de la Gran Vía madrileña para ver una película sobre la Revolución francesa y se asombra de las atrocidades y crueldad desplegada por el populacho una vez caídas las redes de orden. Es el domingo previo al estallido de la guerra, en el que por la noche sería asesinado el diputado conservador José Calvo Sotelo por los guardaespaldas de Indalecio Prieto al frente de un pelotón de guardas de asalto republicanos. Y piensa con total ingenuidad que tales cosas es imposible que sucedan en España.
Hay veces en que el hombre sale de la cáscara de su yo, dura y hermética, donde le parece que está contenido el universo, y se encuentra supeditado, relacionado, dependiente, capaz de ser arrastrado por acontecimientos que ni desea ni previó, de origen vago, de fin inconcreto, entre la turbonada de los demás seres, víctima de ese destino que le irrita más que otro alguno: el destino colectivo, que precipita por un cauce a todo un pueblo o a toda una raza o a toda una época, vaciando en la torrentera al sabio y al torpe, al justo y al pecador, al débil y al fuerte, al orgullosos y al humilde, a todo lo que creía salvarse por la bondad y a todo lo que confiaba en perdurar por belleza.
¿Qué creéis? ¿Que va a estallar aquí otra Revolución francesa? No hay miedo…
¿Conoces lo que ocurre en toda España? los periódicos no pueden hablar, sin embargo, con lo que ya sabemos…atracos y crímenes e incendios de iglesias…y la impunidad para los malvados.
¡Qué crueldad! ¿Cómo puede pensarse que el pueblo de Madrid, este buen pueblo de mi Madrid llegue a ferocidad tan tremenda?»
Un conocido del protagonista explica su peripecia y la verdadera situación de la primavera del 36 en el mundo rural: «Regalamos nuestras tierras a la casa del pueblo…pero que nos dejen salir con nuestras familias,… y no quieren.
¿No quieren?
No. La tierra les importa poco. Buscan esos jornales fantásticos que han impuesto y que no hay más remedio que pagar. Si los propietarios se marchan, ¿cómo cobran? Su secuestro garantiza la exacción. Porque es un secuestro realizado por verdaderos gangsters y ayudado por ministros, gobernadores, jueces, Prensa, policías y por el miedo de todos. »
En la obra se establece una curiosa definición del progre atemporal español:
«Irene …sí es guapa. Representa casi arquetípicamente en unión de su hermano a un numeroso grupo de jóvenes de ahora. Padecen un envenenamiento de las ideas que, en otros casos, es únicamente superficial, pero en ellos es asombrosamente profundo. …esos dos muchachos padecen una septicemia literaria.»
Padezcan o no septicemia literaria, la buena literatura nos debiera servir de vacuna, para comprender más y ser mejores. Para un conocimiento mejor de la naturaleza humana y tratar de prevenir a tiempo catástrofes y desastres.
En esta línea se encuadra Una isla en el mar rojo del insigne escritor gallego Wenceslao Fernández Flórez.