La reciente muerte del hijo de Ana Obregón y su emotiva carta para despedirlo nos hizo recordar a Manuel Mateos Pedrero, un hombre que lleva años luchando contra un doble cáncer. Le atacó a los 32 años y hoy, con 41, se siente feliz. Su odisea, sus temores y sueños los cuenta en un libro que escribió y que puede servir de guía para muchos: Mi lucha contra el cáncer.
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MM.- Después de tanto tiempo desde que te comunicaron que tenías cáncer, y ahora con esta pandemia, ¿cómo te encuentras?
Manuel Mateos.- La pandemia es el problema. Me afecta, y mucho. Me ha hecho volver atrás y recordar ese confinamiento que tuve hace años, cuando me sometieron a la quimio y demás… Porque entonces, como ahora, como el sistema inmune me baja mucho, los oncólogos me dicen que tenga precaución, que use mascarilla si viene alguien a casa, que me abrigue al salir a la calle… El sistema inmune está muy debilitado, así que tengo que estar refugiado el mayor tiempo posible en casa.
MM.- Me imagino que el hecho de estar confinado hace que le des más vueltas a la cabeza…
MMP.- Efectivamente, y entonces vienen los fantasmas, como digo yo, regresan a la cabeza. Eso que habías ganado, el carril en el que la vida te había puesto de hacer cosas, de ser útil, se tambalea, y se pasa mal. Estamos en el mes de mayo y estoy pensando ya en octubre, en que tengo que ir a hacerme revisiones en el hospital, en que no hay una vacuna. Me pregunto cómo voy a ir al hospital, cómo me voy a hacer las pruebas… “A ver si voy a pillar algo allí… A ver si voy a estar más débil…”. La cabeza no deja de darle vueltas a las cosas negativas…
MM.- Sí, porque además tu sufres de ansiedad, con lo cual debe de ser peor…
MMP.- La tengo generalizada y estoy tratado. Además, tengo que tomarme mi pastillita… Cuando peor lo paso en este tiempo de encierro es por las noches. Una de las cosas que me dijeron el psiquiatra y el oncólogo, los dos coincidían, era que hiciera mucho ejercicio físico, porque era una persona que hacía mucho deporte, con la idea de que al llegar la noche el cuerpo estuviera más fatigado y pudiera dormir mejor. Y en estos dos meses, como se comprenderá, he hecho poco ejercicio. Menos mal que ahora ya puedo salir a caminar. Pero cogí dos kilos de peso porque no me movía.
A lo que iba, ¿qué me produce la inactividad? Que cuando llega la noche y me ataca la ansiedad estoy hasta las tantas levantado no haciendo nada, viendo la tele – un rato porque tengo que desconectar, no paran de hablar del Covid-19, de los fallecidos -, vas a la cama y empiezas a dar vueltas y vueltas, tienes pesadillas y más pesadillas, te dices que esto no va a acabar nunca…
MM.- Y tú hijo, ¿qué tal? ¿Qué representa en tu actual momento vital?
MMP.- Él es el motor de mi vida. Como se da la circunstancia de que estamos siempre juntos en casa y que tanto mi mujer como yo tenemos que suplir a sus amigos, juego mucho con él. Todas las mañanas soy su maestro mientras hace los deberes, esos que tiene que hacer de pintar y de colorear. Él se ríe cuando le digo: “perdón, me he equivocado”. Yo le pregunto por qué se ríe y él me contesta: “Mi maestra nunca se equivoca”. Es divertido estar con él y eso forma parte de la rutina.
MM.- Escribiste un libro maravilloso, Mi lucha contra el cáncer, donde contabas tus aventuras y desventuras. ¿Estás escribiendo más ahora, anotas tus reflexiones…?
MMP.- Anoto cosas que me suceden, sí. Pero ahora desde otro ámbito, el de que va pasando el tiempo, el de que van surgiendo nuevas amistades, nuevos enfermos, compañeros de fatiga… Hay quien me llama porque a su padre, a su amigo, a su novia le ha pasado lo mismo… Son otras circunstancias, que a veces me afectan, y tengo que parar porque me gustaría ayudar a todo el mundo, pero emocionalmente no puedo. Sí, entonces me desahogo y escribo, las palabras me salen como si surgieran de un volcán, explotan, y ahí quedarán escritas para… no sé… aún.
MM.- ¿En qué se basa ahora tu forma de pensar? ¿Qué ha cambiado?
MMP.- Creo que vivir es fácil y que, sin embargo, nos complicamos la vida. La salud, claro, no nos puede fallar, y el ser felices, eso es fundamental. Con poquitas cosas logramos ser felices. Todo el mundo tiene que ser feliz de una manera o de otra. Yo antes era feliz jugando al fútbol, y como ahora no puedo jugar, tengo que buscar una manera distinta de pasarlo bien. Ahora, por ejemplo, me estoy sacando el carnet de entrenador nacional porque como me gustaba tanto el fútbol, me dije: “voy a hacer algo que me guste aunque no lo vaya a llevar a cabo nunca, aunque nunca se sabe, ¿no? Jajajaja…”. Hay que probar para ver si me hace feliz. Todo el mundo debería hacer lo mismo con su vida: no rendirse nunca.
MM.- ¿El tiempo tiene otra medida para ti?
MMP.- Yo ahora tengo 41 años y lo del cáncer me pasó con 33, pero siempre digo que tengo 42 porque quiero ir por delante, no quiero perderme nada de mi vida. Mi padre se ríe cuando le digo que tengo firmado con San Pedro unos 90 años porque él se va a encargar de rebajarme años. Lo que quiero es que entre la rebaja que me hace él y lo que yo le pido vea criado a mi chaval. Eso es lo que más me gustaría en el mundo: verlo hecho un hombre y feliz. Decir «mira, él está feliz, lo tengo encaminado…»: La vida me ha dado una oportunidad muy buena , me ha hecho verla como es, entender que todos estamos de paso. Unos antes, otros después, pero todos estamos de paso. A todos nos gustaría quedarnos aquí fijos, pero…
MM.- ¿El caso del hijo de Ana Obregón te ha afectado especialmente?
MMP.- La noticia de su muerte me dio un palo bastante gordo. No he sido capaz de leer lo que escribió su madre. Me enteré por las redes, me sorprendió que en los medios no se comentara mucho, pues ella es una persona muy mediática, pero ya digo que no he sido capaz de leer esa carta. De hecho, cuando veo en las redes alguna noticia fuerte relacionada con el cáncer la salto rápido para que no me afecte psicológicamente porque no estoy preparado. Mi mujer sí la ha leído, dice que en esa carta se despedía de su hijo, y estaba emocionada. Pero yo no me siento con fuerzas. Y es que es tremendo, tenía menos de 30 años y supongo que unas enormes ganas de vivir.
Yo he sufrido pérdidas de gente muy joven que había a mi alrededor y que, por otras circunstancias de la vida, decidió quitarse de en medio. Y claro, yo, que estoy luchando por vivir, no lo entiendo.
Muchas animos campeón
Comparto tu inquietud, es reconfortante escribir lo que uno siente , y ayuda para no olvidar que ayer estaba peor pero hoy me encuentro algo mejor
Un saludo cordial y la lucha sigue y la esperanza es lo ul timo que debemos perder