Su diócesis está en Santo Domingo (Ecuador), por más que Santiago García quiera ubicarla de inicio en Venezuela, donde tiene 56 parroquias activas, 90 sacerdotes a su cargo y medio millón de posibles fieles en la ciudad. “Aquí estoy – nos dice monseñor Bertram Wick -, tratando de mantener vivo el espíritu de Cristo, del Evangelio, esa es la preocupación de un obispo”. Esa y, pensamos ahora, tras escucharlo, la de entender la posición de sus jefes, del Nuncio al Papa, en temas tan escabrosos y esenciales como son las vacunas anti COVID 19. Contrario a ellas “porque ni siquiera se sabe qué contienen”, monseñor es favorable al dióxido de cloro porque, asegura, la medicina de la evidencia ha mostrado sus bondades. Su obstinación le enfrentó al nuncio y al ministerio de Salud, de hecho pidió la cabeza de su ministro por negligente.
Monseñor Bertram Wick no es un obispo corriente, es de carne y hueso, humano, le preocupa más la gente que su puesto de trabajo. Pasen y vean a un sacerdote que con la cruz y el dióxido de cloro ha salvado muchas vidas, entre sus curas y en la población civil.
ENTREVISTA EN VÍDEO
LAS CLAVES DE LA ENTREVISTA
La secularización es progresiva por todas partes, sufrimos el deterioro de los valores cristianos o tradicionales que se ve por todas partes. El cierre de las iglesias que tuvimos aquí dos meses ha hecho mucho daño. No es porque los mayores no quieran acudir a las iglesias, es que los hijos no les dejan. Les dicen que si se contagian les toca cuidarlos.
En mayo y junio del año pasado repartimos a 10.000 familias víveres porque era una situación difícilmente soportable. Y la situación sigue siendo dramática. Nadie sabe cuando van a mejorar las cosas, aparecen nuevas variantes del virus y la gente se asusta. Tiene miedo.
No hemos tenido tanto contagio y fallecimiento como en Guayaquil o Quito, pero creo que en Santo Domingo hubo unos mil muertos en este último año y medio, según datos del alcalde.
En el tema del COVID ha habido un obispo aquí muy rebelde que ha tenido problemas hasta con el nuncio por el dióxido de cloro. Yo descubrí en abril del año pasado un estudio que habían hecho en Guayaquil con 104 pacientes y el 97% se compusieron. Yo tenía miedo, había fumado y creía que iba a morir asfixiado, pero cuando leí lo de Guayaquil me dije. “Oye, esto es una luz en el horizonte”. Escribimos al ministerio de Salud pidiendo que hicieran ensayos a mayor escala y me contestó que no se podían hacer ensayos. Y me puse molesto, bien bravo, me subió la mostaza, como decimos aquí.
** Mandé a los obispos a la Amazonía, hay 5 vicariatos, y les mandé a todos dióxido de cloro, y comenzaron a probar con esa sustancia teniendo resultados favorables, así que decidimos escribir otra carta insistiendo en la investigación del dióxido de cloro y pedimos la destitución del ministro de Salud. ¿Cómo puede ser que ante una evidencia de 100 pacientes curados no quiera ver el remedio? Esto significa negligencia, no le importa la vida de la gente. Pero el nuncio se molestó conmigo y hubo un impasse diplomático entre la Santa Sede y el Estado ecuatoriano. Pero seguí en el obispado, seguí vendiendo, no lo he regalado. Vendimos miles de botellitas con dióxido de cloro.
El responsable director de la región del ARCSA, que es la oficina que regula el uso de los medicamentos, supervisan farmacias, botiquines, vigila que no se vendan cosas sin registro sanitario, vino a verme aquí desde Porto Viejo, a 200 kilómetros, con la finalidad de incautar el dióxido de cloro que pudiera encontrar y multarme con 4000 dólares. Pero me dijo que le había llamado su mamá diciéndole que no me hiciera nada malo. Ella había escuchado una entrevista donde yo hablaba de enfermos que se habían sanado del COVID y había procurado curaciones de otras enfermedades. Y el director de ARCSA me dijo que no me iba multar pero que sabía que iba a perder el trabajo. Tres días después me mandó una foto donde los compañeros le daban una placa por su despedida. Pero está muy contento y dice que duerme bien.
Un colombiano me dijo que como prevención para el COVID le daba a su suegra dióxido de cloro y ella tenía una pierna negra desde la rodilla hasta el tobillo y cuando llevaba 6 semanas tomándolo la pierna se puso normal, como era antes. Era un efecto secundario increíble.
Yo estoy tomando dióxido de cloro desde abril del año pasado. Lo tomo de manera preventiva. He ido donde hay sacerdotes que tenían COVID y les he dado el dióxido de cloro, se lo he mezclado con el agua, he dicho toma esto y descansa, y no me ha pasado nada.
En la diócesis había prohibición de que los sacerdotes visitaran a los enfermos de COVID y no les podían llevar la unción de enfermos por el miedo. Algunos obispos tenían miedo de tener muchas bajas en el clero. Pero es justo en estos momentos de crisis cuando la iglesia tiene que estar. Y si alguien tiene que morir, mejor un curita de una enfermedad habiendo socorrido a los demás. Es más testimonial que hacerlo a los 90 años de vida, viejito y con alzheimer.
Al comienzo hicimos unos 100 testimonios que queríamos entregar al Estado, y pedimos protección de amparo para los médicos que usen el dióxido de cloro, y se los entregamos después a Guilermo Tamayo, que preside Conuvive Mundial y es un luchador. Tenía el testimonio de algunos obispos, pero yo recibí luz roja diciéndome que no diera entrevistas, que no hiciera bulla.
Desde España han hecho una consulta sobre el dióxido de cloro a la Santa Sede y la Santa Sede contestó que no suele inmiscuirse en tales asuntos. Es una respuesta sabia, no dice nada a favor ni en contra. Yo como obispo tampoco debería estar a favor o en contra de nada, pero como experimenté la bondad del producto y todo el mundo está en contra, yo digo: “No, yo de lo que visto y palpado voy a dar testimonio”.
Un piloto de la compañía colombiana Avianca me contaba que hacía el producto desde hace 15 años y que se lo dieron a una persona con alzheimer que llevaba 8 años en cama, y a los dos meses reconoció de nuevo a sus hijos y a los 6 meses va de nuevo sola al baño. He conocido un montón de gente interesantísima. Esta crisis me ha mostrado que hay tanta gente que tiene el deseo de hacer el bien que me da una energía increíble.
Una enfermera me dijo que iba a vacunar a los mayores de un ancianato y yo le dije que consultara con todos los familiares. No le di luz verde, pero no me opuse. Y vacunaron a los 34 ancianos del ancianato. En las tres semanas siguientes 4 fallecieron. Esas vacuas de Pfizer le costaron 10.000 dólares al Obispado. Luego todo el mundo estaba con miedo y la directora dijo que no iba a dar la segunda vacuna. Ella se sentía como alguien que llevaba a los ancianitos al paredón para la ejecución. Había uno de 80 años que cultivaba media hectárea de tierra, tenía piña, yuca…, era feliz en este ancianato. Y de hoy a mañana muere.
Con una cosa que no está probada, que no sé lo que hay dentro, recomendarlo me parece… Un médico inyecta a alguien una cosa que no sabe lo que es. Para mí es un criminal. Tengo un gran problema con mi jefe, el máximo jefe, que lo recomienda. También la Conferencia Episcopal y mi Nuncio. Esto es como un boomeran y de regreso vendría la acusación a la Iglesia por haber recomendado una cosa que ha causado tanto sufrimiento en el mundo.
Mi hermana tras la segunda dosis de Pfizer me mostró su espalda. Es todo como un herpes zoster , terrible, dice que no lo soportaba. El médico dice que después de dos meses no puede ser la vacuna. Yo tengo mis dudas.
Mi máximo jefe las presenta como una obra de caridad para protegerse a sí mismo. El Papa recomienda esta vacuna. Es para mí una cosa terrible. Con el dióxido no hay ninguna muerte comprobada.
A veces quisiera gritar en la catedral: “Por favor, si se quieren poner la vacuna que estén conscientes de lo que están haciendo”. No es necesaria, con ivermectina, dióxido de cloro, artemisa podemos salir de esto sin problemas.
Es una cosa terrible como se polariza la sociedad por este tema.
Interesante
Hagamos ver al mundo que ésto en realidad ha sido una plandemia, que el dióxido de cloro es algo positivo y cura,, y que las grandes multinacionales no lo ven así, porque las farmacéuticas están haciendo el negocio genocida del siglo, plantemos cara de una vez, y no nos tomen más el pelo, salgamos a la calle a decir basta ya,