Hoy, día 30 del presente mes, la estupefacción y la estupefaciente estulticia, por traducir al castellano las palabras de la “besuga” representante de Junts se ha cobrado un indigesto mordisco en el Congreso. Digo besuga porque no me sale otro calificativo mejor para esta tipa rara y relamida, que encarna como anillo al dedo los otros nombres del besugo al que también se le denomina por lugares “pez voraz” o “pancho”. Es ese pez de ojos saltones, un pescado blanco y espárido, capaz de convertirse en pescado azul para con la grasa acumulada pasar el invierno. (Si a alguien le molesta el símil y se da por ofendido, a mí me ha pasado lo mismo con su discursito en catalán, cebado de ironías menores y mayores de sardana o de sardina por confusión en una tragicómica interpretación sobreactuada). El universo, deduzco, de sus “glubglubs”, está contra Junts. Pobrecitos. Dice esta camuflada –liberalsirenitabesuga- de acuario de casa rica, que “»La ley tiene agujeros por los que puede colarse la justicia española», y a cualquiera se le ocurriría deducir, por inferencia acuática, que la ley española es la que permite expresar estas barbaridades en sede parlamentaria, además de justificarla un espléndido sueldazo. La LEY, (Con mayúsculas), no es un roto cesto de amplias mimbres por las cuales se caerían los artículos que no le convienen a su Neptuno de Waterloo, y usted, en su facundia perversa, lo remienda de remate poniendo a parir, sin despeinar su melena, a periodistas y jueces tan malos e irresponsables como los barbaros vikingos noruegos que saquearon todo el mundo alcanzable con sus barcos de guerra y conquista. “Incluir en la ley cualquier delito, incluso los calificados como terrorismo o traición” es su manera de entender una “amnistía integral”, con la que desean agrietar los deseos de una sociedad que no está absolutamente convencida de su valor pacificador y solucionador del desencuentro con esa Cataluña, que cada cual lee y valora como le sale de los “miosmismisimos”. Es una “pena penita pena”, porque acostumbrada al agua salada, esta representante de “los juntos pero no revueltos” entiende que, en la ecocharca casi deshabitada que habita, por mucha leña que se eche al fuego no se producirá una combustión y busca, sin pretenderlo, una conmovedora reedición teórico fantasiosa del 155, para en su papelón de mártir salir indemne de las redes del progresismo que les ha tendido la mano que muerden sin vergüenza con insaciable apetito. La frase con la que “Nogueras que no te enteras” redondeó su discurso suena peor en castellano que en catalán o que en noruego: “No tengan miedo a amnistiar delitos que no se han cometido”. Pues sí es, y no dudo que así sea, ¿qué temor habrían de tener a ser investigados? Claro que para un pez besuguero todo lo que no tenga escamas es un posible depredador pescador y, a buen seguro, que los hay camuflados de cefalópodo o de molusco bivalvo, pero de ahí a meter a todos en el mismo engañoso anzuelo para ver si algún tiburón muerde el señuelo hay todo un mar de cambiantes mareas, de flujos y reflujos de arena, y de grandes corrientes que influyen decisivamente en el clima. Su borrasca tormentosa sobre la normalidad, que tergiversa descaradamente, es para intentar aplicarse, por derecho y con el debido respeto, la famosa frase del hemiciclo que institucionalizó brillantemente Labordeta al castigar dialécticamente la falta de escrúpulos. “Váyanse usted y su partido a la mierda”. Usted es Noguera y no noruega y nosotros, los que no pensamos como su “pelocho jefe en el exilio”, no somos ni tontos ni malos ni pretendemos engañarles. Somos una sociedad generosa, capaz de intentar perdonarles incluso lo imperdonable, aunque nos hablen en incomprensible acuático –nogueronoruego- y se queden tan besugos, tan voraces y tan panchos.