Se me saltan las lágrimas de la emoción viendo en Valencia a los peperos abrazarse a Mazón, (que tiene muy mala rima), en ese multitudinario Congreso, y pactando con los europeos-edos los términos generales de sus futuras actuaciones contra la lógica, la moral y la ética clásica, exhibiéndose como portadores de buenas noticias sociales y salvadores de no se sabe bien qué ni cómo. A lo peor solo lloro por la alergia o, a lo todavía peor, los ojos se me empañan mirando atrás la torrencial vocación que estos sujetos han aplicado concienzudamente para humedecer los bolsillos de los millonarios, bajándoles los impuestos a gotita malaya y con chorro gordo de manguerazo a golpetón bajero, intentando el ahogo de la clase trabajadora. Y en esa orgía acuática miserable, desde su ostentoso yate, sin escrúpulos, han hundido hasta donde han podido todos los servicios públicos, se han fumigado a tubo corrugado las becas, han resalpicado con secadora necesarias ayudas y se han meado en cualquier parterre verde sin multa hasta llegar a hacer de Europa un miedo político involutivo y avasallador. Las últimas elecciones al Parlamento Europeo expectoraron un crecimiento palmario de las conquistas de una tenaz extrema derecha. No obstante, gracias a sus divergencias en el reparto de pasteles, no consiguieron la construcción de un bloque unificado. El euroescepticismo, a empujón mediático de estos personajetas, se hecho fuerte en el alma de los aturdidos votantes, y bajo lemas tan chuscos como el que paseó Abascal en Madrid con sus “Patriots” que tarareaban un “Hagamos Europa grande de nuevo”, ponía los mapas en modo chicle, y en ese estiramiento se nos movían inquietas las baldosas bajo los pies dispuestos a bailar una conga de funeral por los buenos instintos. Pero volvamos al Congreso que ya corre por los telediarios sin aportar ni una sola idea propuesta para hacer un mundo mejor, pero aspirando a reelegir al recientemente entronizado Manfred Weber, valedor universal de los herederos del nazismo como líder apelotante y ser, por si mismo, un ámbito okupa en lugar inoportuno tras una demoledora Dana, donde la derecha exhibe músculo entre barros y fangos con propósitos de pelea dura. Tan dura y desvergonzada como el cemento de su careto paseando por ese golpeado lugar. Así son las cosas y así de ojopláticos andamos dando tumbos a nuestras meninges, viendo a una Von der Leyen, que en su anterior mandato coqueteó con socialistas, liberales, y verdes, cómo se apercolla del bracete de los indeseables, que pregoneros de siete plagas para los más indefensos (emigrantes y poco favorecidos) no duda en aceptar las tesis xenófobas de la Meloni y sus Fratelli. Así de calentorro todo y con vientos del naranjal: multitudinaria reunión de fogueteros con ardorosas fronteras. Así de previsibles. Así de falleros. Así de triste el espectáculo. Hay un libro hermosísimo y maravillosamente documentado de Vicent Vila, L´indult del foc, que relata en una página especial: “Un ninot es algo que muere cuando se acaba el olor de la traca y de los buñuelos calientes”. Esperemos y deseemos que en las cenizas de esta torre de Babel congresual quede algún rescoldo para alumbrar el futuro de estos apagones mentales con los que Feijoo nos deleita cada vez que abre la boca y derrocha alguna tonteria inarticulada de las que hace faltosa gala.