El respeto es un tesoro que se gana. Dicen los que lo poseen que siempre es preferible el respeto a la admiración. Si el destino no hubiera decidido que el pasar actual de nuestra patria fuera tan arrogante como para desobedecer las órdenes de la historia contemporánea, habría un solemne y respetable pacto de estado que nos daría un internacional aire democrático más homologable que las manchetas de nuestros apesebrados periódicos. Pero la vida política, en defensa propia, nos retorció los días entre unos y otros hasta hacernos ser a los estrujados ciudadanos, simplemente, «una sombra de su querer», o como dice la otra canción que silba en los oídos más afinados, «un tango mal bailado». Mi abuela, que era sabia naturalmente, me lo había advertido una mañana paseando la burra junto al viejo molino de la vega, hablando de mi abuelo, que hizo lo posible y lo imposible para pasar la guerra – de perfil-, tras volverse de Cuba: “Tomarse al pie de la letra un tango mal bailado o confundirlo con un bolero de fama es como colocarse con el peine ante un espejo y pensar que un gemelo despeinado al otro lado está viviendo una vida tan acicalada como la tuya”. En el puñetero drama de decidir se baña la molienda del fracaso cuando sus amenazas ensucian los zapatos en el barro de la duda y, la OTAN, que -de entrada, NO-, para de salida -SI, PERO NO-, ha desembarcado en Madrid llenando de humos Stoltenberg la Almendra que Almeida, “por sus santos huevos” no quiso arcoíris. Manía de enano maricomplejillo sin retórica. Un ministro con casi quevedos – (¿o son impertinentes con patillas?)- se nos ha venido arriba y ha comparado la proyección de este evento con, nada más y nada menos que la caída del muro de Berlín. ¡Hay que joderse y apretar el culo pa no caerse! Que aliróna mi amigo «El boinas». Antes ya me había profundizado con convicción de corto alcance, frente a unos torreznos bien servidos y desengrasados: «Una alianza de países que, ni ha ganado, ni ha perdido, ni ha participado en ninguna perra guerra, ha tomado al asalto Madrid para echarse unas cervezas con anchoas y patatas fritas». ¡Otra ronda a la cuenta de la casa! No le quiten el mérito a Sánchez de esta cumbre cuchipanda tan allanada, aplaudida y probablemente tan necesaria como la paz para Ucrania o la esperada entrada al grupo de whatsapp de Finlandia y Suecia. Al menos, «el guapetón», nos ha colocado en el mapa, y sin el olor a garbanzos revenidos a los que nos tenían acostumbrados aquel malévolo Aznar, que nos metió en una guerra sin sentido; el Rajoy de los lapsus de chiste paleto donde justificaba que «Una España a la que 75 millones de españoles vienen cada año. Por algo será», o el despepitado y decapitado Casado cacareándole como rana gallinácea de corto caldo sin verdura al presidente de la Comisión Europea que «España es un desastre». Malabarista Sánchez, al menos esta vez, y con Podemos echando lastre a mogollón, se ha merecido una palmadita en la espalda del -mismisisisimo- Abascal, aunque su otra mano, la fullera alzada derecha de yugo y flechas, empuñe para vergüenza social, oprobio avinagrado y repugnancia humana, su inseparable pistola Smith & Wesson. De quien, a buen seguro, no debe esperar nada de nada el Presidente es de ese tal Feijoo –non é nada- que dice, sin rubor, ser capaz de hacer virtud de la moderación, que no tiene ni puta idea de inglés y que se gasta toda la peor galleguidad más a ultradiestro y más ultrasiniestro que nada ni nadie –nada nin ninguén-. La manía perraca es que incluimos por defecto a los que no piensan como nosotros en la informe masa de los estúpidos que POTAN sin comérselo ni bebérselo. El Rey ha calentado la oreja del yayo Biden y de los líderes aliados para intentar mantener la unidad ante un mundo “más incierto, más complejo y más peligroso”. Pues eso está claro y está muy bien el remate, pero antes, que los patriotas del tres al cuarto, los mediopensionistas repajolerillos y los advenedizos furibunditos, tengan claro la unidad de criterio en la sonrisa, al menos para la foto con la que nos mostramos al mundo. “El boinas “ ya hizo mueca de la suya: “ A mí menda la Cumbre y las fragatas me importan un bledo. A mí lo que me importa es la cesta de la compra y la inflación coceando las pelotas de la peña”.
Muy buena crónica del señor Toral,al menos hemos dado una elegante imagen ante medio mundo,con lideres locales mas preparados que sus antecesores,aireando una imponente Marca España enseñando que aquí no solo hay chiringuitos,marcha y tablaos ,que Madrid no hay que venderla con torpe «cafe con leche en Plaza Mayor»que esta vez esa plaza quedaba para aparcar,así somos de chulos,nos sobra espacio escénico artistico para cubrir un mes de actos internacionales y además a nuestros representantes se les entiende cuando explican su ciudad y exponen sus criterios.
Ayyyyy cuanto habrán sufrido los dos gallegos por no haber sido la guinda de la tarta,o el rey de la guerra por no saber comunicarse mas que en tejano,pero por encima de ello ver como Europa aumenta su afinidad a España dandola su puesto bien ganado y trabajado.
España es diferente,decía el slogan,si pero por muchas razones y mucha historia.
Esta cumbre mas que nunca era necesaria dándole proyección y seriedad,sacando musculo colectivo por lo que yo al menos y como espectador siento orgullo de que una vez mas se demuestre que aquí sabemos hacer bien las cosas.