De solfas y cotilleos
Aunque sin acritud, me afea una dama muy querida que mucho blá, blá, blá, mucha teoría, mucho rollo pero que sólo me ando por las ramas abstractas. No escribo para quedar bien repitiendo obviedades como tantos, pero tampoco le falta razón porque a veces lo más sustancial se revela en los detalles de aparente menor importancia. De modo que, contra mi costumbre, voy a entrar a comentar algunos detalles del sarao de afirmación borbónica convertido por los cortesanos alabanciosos en una de las más altas ocasiones que vieron los siglos, en la tan dilatada historia de España. Sin embargo, para no cansar al lector voy a procurar no repetir lo ya comentado en anteriores entregas sobre este pintoresco asunto.
El hombre es un animal simbólico y los ritos tienen capital importancia para forma conciencia y ordenar conductas.
En primer lugar, además de la cutrez y la vulgaridad dominantes que muestran el nivel de decadencia estética en el que nos movemos, destaca la hipocresía y demagogia del espectáculo. Desde el punto de vista político, a la luz de lo que está pasando pocos de los presentes creen que la jovencita juramentada pueda llegar a heredar nada, salvo las posesiones de la familia fuera de España o de lo que para entonces quede de ella. Sí. Mucho aplaudían los presentes hasta que la madame mandó parar, pero al menos la mitad más uno de ellos estarían simultáneamente en la conspiración para el golpe que habría de destruir a España y en consecuencia a la Monarquía. Sin considerar si son resultado o no de un pucherazo tolerado e impune. Puro cinismo de un ritual vacío de verdadero patriotismo o sentido del Bien común. Repicando y en la procesión.
Por mucho que se tape la felonía por la prensa prostituida, lo del veto por parte de la lurpia a los abuelos y padrinos de la interesada riza el rizo de la crueldad, el cinismo y el despropósito contraproducente para la pretendida Causa. El imbel al parecer no es capaz de entender que la Corona no le viene ex nihilo por sus desconocidos méritos personales sino por deseo del malvado caudillo y luego a la transmisión por sus hoy denostados padres gracias a la Ley Sálica obviando el mejor derecho democrático de sus hermanas mayores.
El escenario de la comedia era el otrora considerado antiguo templo de la soberanía nacional. Hoy, sin considerar si los diputados son resultado o no de un pucherazo tolerado e impune, la nación se encuentra decadente y tambaleante gracias a casi medio siglo de Monarquía. Sin soberanía, vendida a la plutocracia globalista y sus instituciones internacionales antidemocráticas, ya todo parecido con otros fastos semejantes resulta trampantojo. El mito platónico de la caverna reproducido a lo largo del tiempo. Condenados a un mundo de sombras que nos quieren hacer pasar por la verdadera realidad: la oligarquía encubierta. Una secuencia de degeneración política en el que el Bien común se ha sustituido por el de grupos y partidos, algunos de ellos formados por auténticos bandidos, que nos lleva a la tiranía pasando por la oligarquía y la democracia, su antesala. Sí. Una democracia falseada y sin principios que lleva otra vez como en el 34 al desastre de la tiranía. Por ello, en el simbolismo del tiempo, la ceremonia mejor debiera haberse celebrado en el día de difuntos.
Pero a la sensación de hipócrita impostura se unió otra de lesa estética, de ramplonería. Es como la diferencia de asistir a una solemne boda en una catedral con música sacra y oficiada en latín por santo varón comparado con un vulgar enlace por lo civil en ayuntamiento de pueblo oficiado en sus ratos libres por gañán concejal socialista de urbanismo.
En este mundo de impostura resulta muy curioso y esclarecedor el de los mismos disfraces de algunos de los actores.
La juramentada, vestida de blanco Primera Comunión, lucía un terno elegante pero completamente inadecuado para tan supuesta solemne ocasión. Más propio de una ejecutiva empoderada o para asistir a reuniones de encanallados eugenistas de Davos. Cabe pensar a su favor que sea un aviso a golpistas aventureros de que ella sí que sabe vestirse por los píes y llevar los pantalones bien puestos.
La lurpia se decidió por reutilizar uno de los vestidos más feos e insulsos de su nutrido ropero almacén. Para desmerecer el evento no iba de largo como sus antecesoras en ocasiones históricas similares.
Lo de la sufrida niña pequeña ya es de traca. A la pobrecita, acaso para mostrar su paciencia, sostenibilidad y resilencia, me la han vestido de adefesio con un horripilante terno alquilado. Sí, ¡alquilado! Lo que da idea de lo que significa para la lurpia tal ceremonia o bien que la Casa real está muy mal administrada, muchos manolos, mucho pellejo estirado una y otra vez y luego no queda para comprarle un decoroso vestido nuevo a la hermana de recambio para estrenar en jornada tan señalada.
El heroico papá de la criatura iba elegante como él luce habitualmente. Lástima que como en la fábula de Samaniego, sea hermoso, pero sin seso. Sobre su sorprendente desempeño actual en el cargo circulan por ahí tres teorías.
Según la primera, la Corona es la guinda inútil del tenderete encubridor de la verdadera naturaleza plutocrática del Poder. No vale para nada salvo para tranquilizar conciencias anticuadas, presidir desfiles o saraos como del que ahora hacemos mérito. O firmar lo que le echen incluso un futuro decreto de abolición de la monarquía.
Si hiciésemos caso a la segunda se trataría de un «calzonazos» incapaz de hacer cumplir la constitución ni de oponerse al golpe perpetrado por su propio gobierno. Ni tan siquiera en lo más personal, sometido a los caprichos de la lurpia, de tratar con el debido respeto y consideración a sus padres.
O bien, al contrario, según una extraña hipótesis tercera, a promesa de no se sabe bien qué lo suyo está ligado a la sorprendente e inexplicada abdicación de su padre, sería el auténtico jefe encubierto de la conspiración mientras su valido resultaría solo su ejecutor público. Sea como sea, triste y vergonzoso es que colabore por activa o por pasiva en el golpe de Estado mientras nos roban el futuro, la libertad y la cartera.
Iba acompañado por el traidor valido real que trataba de colocarse en primer plano. Todo un personaje de películas de terror o del subgénero de dictadores hispanoamericanos. O un émulo de Cantinflas aunque desde luego sin su natural bonhomía. Despatarrado, con los pantalones a media asta, parecía que viniera directamente de pasar una agitada noche en el burdel de su suegro. Sonrisa cínica lobuna de tirano caprichoso, ademán jaque de macarra que afila la navaja cabritera de destripar vidas y haciendas mientras disfruta sádicamente de los últimos momentos de gloria de sus futuras víctimas.
La tercera autoridad del reino, la catalanista madame del terrible escándalo de las pobres menores tuteladas en Baleares que han sido prostituidas y abusadas sexualmente durante los años del pacto de izquierdas, vestía algo como una especie de saco de patatas de siembra en color azul Francia. Empezó homenajeando a la Torre de Babel chapurreando los diversos dialectos indígenas y terminó colgando la medalla del Congreso al cuello de la juramentada, si bien hubo un momento de suspense porque se temió que la quisiese ahorcar.
En el banquete oficial posterior no se consumieron cucarachas ni demás suculentos manjares sostenibles y resilentes de moda sino cosas más típicas tales como caldo de gallina y salmonetes. Lo más curioso o alarmante sería la animada y amigable cháchara entre el falsario y la lurpia. Por cierto, que el falsario acababa de prometer lealtad a Leonor poco antes de anunciar su lucrativo himeneo golpista con el traidor prófugo catalán de la Justicia, que se administra en nombre del rey, y del que es criatura el monstruo de la amnistía.
No he conseguido noticias fiables de la posterior celebración familiar en el que fuera palacio del Pardo, residencia oficial del caudillo. Pero no ha trascendido que haya habido incidentes dignos de mención.
Con la mayoría de edad e ingreso en el selecto club de los perjuros se abren a la princesa nuevos hermosos y esperanzadores horizontes. Ya está en condiciones de rebelarse contra la tiranía de su madre, llevando ahora los pantalones de la real Casa. No es descartar que si desmontado el golpe en curso el amenazado tenderete borbónico se mantuviese cierto tiempo más, fuese la cruel lurpia quien sea a su vez arrojada de palacio. Justicia poética.