La democracia, desde hace unos pocos años, está gravemente herida por medios de comunicación y fakesferias que falsifican la realidad con persistentes bulos, y por repugnantes jueces, sin escrúpulos, que todo les vale desde su casposo ultraderechismo para hacer caer al gobierno. Una deriva peligrosa de consecuencias impredecibles. (A los españoles nos pone muy cachondos hablar en condicional de la política). Nadie pidió nunca disculpas por sus patrañas, no mostró arrepentimiento, y ninguno de ellos fue castigado por la ley tras cometer sus tropelías envueltas en insidioso fango. Es una impunidad tan deleznable como sorprendente para los ciudadanos básicos que legitimamos la política, poniendo nuestras débiles esperanzas en las urnas. Los basureros mediáticos que dan curso a la perfidia de las bestias, y las retrógradas intenciones de quienes vomitan sobre nuestro futuro en esta España que nos toca vivir, tienen barra libre. La tristeza no es gratuita y la felicidad de la libertad es una conquista preñada de fragilidades. («Una tragedia no necesita tener sangre y muerte; es suficiente que todo esté lleno de esa majestuosa tristeza que es el placer de la tragedia». Jean Racine). Estos bárbaros, que utilizan la falsedad y el oprobio sistemáticamente, nos han llevado a un trágico esperar al borde del abismo donde el caos nos rompa los pequeños ideales sociales que de la política se esperan. La resignación en la entropía cotidiana es evidente porque los forjadores de estercoleros han avanzado y sin aportar proyecto alguno, salvo el avinagrado NO permanente, nos han inoculado un virus letal que adormece las pasiones que se esperan de una sociedad con motivos para sentirse con energía, para construir un futuro mejor donde quepamos todos, y donde florezca la educada sonrisa del avance. Y, es sabido, que hay una perversa cartografía de la burrada que muestra pocos atajos y pocas sendas intransitables cuando la meta es alcanzar el poder del “todo vale”. Son demoledores y son incorregibles. Personalmente no soy muy partidario del rocoso Sánchez, al que hay que agradecer un conjunto de valientes y necesarias medidas que han conformado su mandato, pero el tipo de munición que ha empleado la oposición para intentar hacerlo caer ha sido vergonzoso, fullero, tramposo y trumposo, mentecato, garbancero, desleal, carcúndico, embarrador, y a poco apurarse …ilegal. No me extraña que al Sánchez padre de familia se le caigan los palos del sombrajo tras tener que aguantar con cara de póker hasta que su esposa es un Begoño. Todos tenemos un límite. ¿España y esa patulea de salvajes agitadores de babas, amparados por jueces descarados también tiene un límite? Me temo que lo infundado ha tomado cuerpo presente -mano en alto e impasible el ademán- en las filas de los acosadores, y que ‘el guapo’ se ha cansado de poner la otra mejilla sin pena ni gloria, (la menos fotogénica mejilla), al lafware y a la rebuznancia de las muchas manos sucias a las que la democracia les parece una desdeñable mierda.