La homeopatía, el reiki y otras medicinas complementarias funcionan, a pesar de la opinión de sus detractores
Magdalena del Amo
Psicóloga y periodista
Hace unos días, un periódico nacional de los clásicos, volvía a la carga contra las medicinas complementarias, es decir, cualquier terapia o método curativo que la medicina alopática no tenga registrado en sus protocolos, a pesar de la evidencia científica sobre su eficacia. No podemos dejar de sentir pena cada vez que un periodista poco informado escribe al dictado las conveniencias del sistema, máxime en un tema tan trascendente como la salud.
Pero a pesar de las escasas facilidades, cada vez es mayor el número de profesionales de la salud –incluyo no solo a los médicos alopáticos, sino a los terapeutas de otras disciplinas—, que abogan más firmemente por la medicina integrativa que, como el término indica, debe englobar todo aquello que sirva para curar o para mantener la salud o, simplemente, para ser más felices, que no es poco. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos que se vienen realizando en las dos últimas décadas, el abrazo final entre los distintos métodos alternativos/complementarios de sanación aún no está cerca. Para ello hay que salvar tres obstáculos importantes: 1) el dogmatismo, 2) el desconocimiento por parte de los negadores y 3) los intereses económicos.
La ciencia es dogmática, lo cual es una contradictio in terminis. Como siempre se considera en posesión de la verdad, sus pasos son renqueantes y avanza a trompicones. Es tan reacia a modificar sus postulados y a admitir nuevas evidencias, que no duda en vilipendiar, arrinconar –y actos peores que no quiero pronunciar— a quien ose salirse de los raíles de la oficialidad. Hay ejemplos para escribir varios tomos, y ni siquiera tendríamos que citar a Galileo o a Servet. El desconocimiento por parte de los negadores es consecuencia del dogmatismo. Ya antes de la pandemia, muchos científicos de diferentes disciplinas habían sido apartados de sus carreras por discrepar de la teoría establecida como válida. En medicina, ahí tenemos el ejemplo del doctor Hamer, fundador de la Nueva medicina germánica, que tantos médicos están aplicando en la actualidad, fallecido recientemente tras ser perseguido inmisericordemente y desposeído de su licencia para ejercer. ¡Por atreverse a decir –y a demostrar— que el cáncer era causado por un suceso traumático no esperado, y que se podía curar! Otra víctima del estáblisment científico es el doctor Wakefield, por haber investigado sobre el autismo y su relación con la triple vírica. Hay muchos más ejemplos, a los que hay que añadir los condenados, vilipendiados, expedientados e incluso asesinados de la “era Covid”, un tiempo de distopía que ha cambiado nuestras vidas para siempre.
Sea debido al dogmatismo, al desconocimiento, a conflictos de intereses de los sistemas sanitarios y de los propios médicos, bajo el paraguas de la desprestigiada Bigpharma, lo cierto es que a las otras medicinas –me niego a emplear el término seudociencias— se las está atacando desde diferentes frentes. Como es habitual, cuentan con el apoyo de los medios de comunicación, tan dados al servilismo de lo oficial.
Continúan con la polémica sobre la homeopatía, creando más confusión que aclaración. Por una razón administrativa y burocrática, hace un tiempo, se han retirado los productos pendientes de registro hasta su aprobación definitiva, tal como prescribe la ley comunitaria. Pero esto fue aprovechado por los detractores de la homeopatía para interpretar y manipular a su antojo con titulares rimbombantes; y quienes desconocen todo acerca de este recurso tan valioso, aprovechan la coyuntura para despotricar con el atrevimiento de la ignorancia. Es una lástima que esta disciplina esté condenada a sufrir cada cierto tiempo estos embates por parte de asociaciones de médicos y otros detractores. Es evidente que, suponiendo que no haya una mala intención manifiesta, hablan desde el desconocimiento y la ignorancia. Desconocen todo lo referente a la memoria del agua, a la vibración y a otros matices del funcionamiento de las interioridades sutiles de la materia, y son incapaces de integrar las investigaciones científicas sobre el particular, entre ellas, la concluyente de la doctora en Ciencias genómicas y especialista en proteómica, Niurka Meneses. Esta especialista comprobó el funcionamiento real de la homeopatía “tras realizar el primer análisis proteómico del impacto de un medicamento homeopático en células de carcinoma de pulmón y comprobar in vitro que genera y activa proteínas reparadoras”. Asegura la doctora Meneses que los especialistas que realizaron el trabajo, que demuestra la eficacia del efecto homeopático en células cancerosas de pulmón, no creían en la homeopatía. Esto complementa las investigaciones del doctor y Premio Nobel, Luc Montagnier, según las cuales “el agua tiene capacidad para recibir, almacenar y actuar como transmisor de señales electromagnéticas procedentes del ADN de bacterias y virus por lo que, como ya afirmaba el doctor Jacques Benveniste, tiene memoria”.
Leer artículo completo en: https://www.dsalud.com/reportaje/demostrada-cientificamente-como-funciona-la-homeopatia/
Los licenciados en medicina no conocen los fundamentos de la homeopatía –a no ser que se formen en esta materia fuera de los curricula— y, por tanto, deben abstenerse de opinar, igual que tampoco deberían hacerlo sobre astronomía si no son expertos en el tema.
Lo mismo podríamos decir sobre la acupuntura, la auriculoterapia, la kinebiomagnética, las flores de Bach, las sales de Schüssler, la aromaterapia, los aceites esenciales, la reflexología, la terapia craneosacral, el GDV, el psych-k, el reiki, la biodescodificación, la terapia transgeneracional, y otras herramientas de apoyo a la psicología en el procesamiento de emociones atrapadas, cambio de creencias limitantes, sanación de duelos, y otros recursos que, en la actualidad, se están empleando con grandes éxitos. Comprendo que de algunas de estas terapias solo podemos decir que FUNCIONAN, pero nada más; porque estamos muy lejos de conocer los grandes secretos del universo, aunque sí hemos constatado que “como es arriba es abajo”. El viejo, aunque atemporal principio de la Tabla Esmeraldina, está más presente que nunca en esta era de la mecánica cuántica en la que el espíritu y la materia parecen ser la misma cosa.
Hace unos meses, todos los medios de comunicación publicaban que en Estados Unidos se incluía el reiki como medicina complementaria. Su incorporación se debe a la información elaborada por el Centro Nacional para Medicina Complementaria o Alternativa (NCCAM, por sus siglas en inglés). Entre sus beneficios incluyen que “el reiki reduce el dolor, la ansiedad, la tensión muscular, acelera de cicatrización y proporciona bienestar. Es beneficioso durante la enfermedad, después de las intervenciones, en el pre y postoperatorio, así como para aumentar el estado de salud”. Añade el informe que no es una religión, por lo cual no importan las creencias religiosas del paciente, que este no necesita creer en el reiki y que la técnica funciona independientemente de las opiniones de la persona que lo recibe.
Conocido esto, no es de extrañar que en más de 800 hospitales de Estados Unidos se ofrezca reiki a sus pacientes. Incluso, en varios centros, se enseña esta técnica a médicos y personal sanitario. En la Escuela de Medicina de la Universidad de Michigan y en varios centros hospitalarios, como en el Hospital Hartford, esta terapia está incluida en la formación de los residentes. En España, sin embargo, vamos hacia atrás. Hace unos años se ofrecía reiki en varios hospitales de Madrid, entre ellos el Gregorio Marañón: pero, a pesar de los beneficios constados, fue retirado debido a presiones de la medicina inmovilista y conservadora.
Sin embargo, la controvertida Organización Mundial de la Salud –que en su dinámica de la confusión suele dar una de cal y otra de arena—, tras doce años de estudio y negociación, ha incluido cerca de 200 síndromes de la Medicina Tradicional China (MTC), que ya aparecen en el CIE-11 (Clasificación Internacional de enfermedades), vigente desde enero de 2022 y utilizado por 35 países. De ello se hizo eco la revista Nature y explica el camino andado hasta esta meta tan importante como aporte a la medicina occidental.
“Bienvenido todo lo que sume” es lo que debe pensar y desear todo buen profesional de la salud. Este paso de gigante se lo debemos al que fuera asesor de medicina para la oficina de la OMS en la sede de Manila, Choi Seung-hoon que, partiendo del conocimiento milenario de la MTC, “se marcó como objetivo homogeneizar las diferentes variantes de la medicina oriental, sentando las bases de una nomenclatura común”. Resalta el artículo de Nature términos como el “meridiano del triple recalentador”. ¡De desmayo para uno de nuestros médicos clásicos! Les suena a chino, y nunca menor empleada la expresión.
La medicina alopática no tiene en cuenta la energía (el chi o qi) porque es algo que desconoce. Cree que los meridianos y los chakras son cosas de chamanes y gente rara no ilustrada. ¡Qué confundidos están! ¡Cuánta ignorancia! Por eso es necesario explicar, aportar y unificar. Ardua tarea, pero el primer paso ya está dado. Como reza la famosa frase de Pitágoras “el comienzo es el principio del todo”. Leer artículo completo en https://www.nature.com/articles/d41586-018-06782-7
Esta decisión de la Organización Mundial de la Salud supone, como quiera que se mire, un acto de globalización positiva [1], ya que en unos años la medicina china formará parte de nuestros sistemas de salud occidentales. Además, como el 70% del dinero que se invierte en el sistema sanitario a nivel mundial sigue los preceptos que marca la OMS, a partir de ahora, la Medicina Tradicional China, al estar incluida, se va a ver beneficiada. Para Choi, “este avance cambiará la medicina a nivel mundial”.
En el CIE-11 aparecen más de tres mil términos que los médicos occidentales tendrán que aprender, sobre cosas que ni siquiera saben que existen o que puedan tener relación con la enfermedad. Pone como ejemplo el artículo de Nature el concepto “estancamiento del chi de hígado”, “deficiencia del chi de bazo” o “equilibrar el chi de pulmón”. Es nomenclatura nueva, otra cultura, otra forma de medicina, pero el ser humano que enferma es el mismo, con los mismos meridianos y chakras. Así que ¡a aprender se ha dicho!, ¡a profundizar! Hay que ponerse al día.
Como era de esperar, esta iniciativa no está siendo bien recibida por los inmovilistas de la medicina oficial, a pesar de que los tratamientos son más naturales y mucho menos agresivos y costosos. Temen, además, que no vengan avalados por resultados científicos de rigor. Hay que aclarar que no se trata de sustituir, sino de complementar y, en cualquier caso, de informar y permitir que el paciente elija cómo quiere ser sanado. Otra cosa es la postura de la Bigpharma, movida casi siempre por intereses económicos, más que por salvar vidas o promover la salud.
No quiero terminar el artículo sin hacer esta crítica a los guardianes de la salud pública, que ejercen un paternalismo cuasi totalitario como si no tuviéramos discernimiento. Si en función del uso de nuestra libertad de elección, optamos por las medicinas complementarias, se supone que lo hacemos libremente; nadie nos obliga. Y si nos equivocamos, es nuestra responsabilidad. Lo mismo que cuando aceptamos sometemos a una operación de columna, con el riesgo de quedarnos en una silla de ruedas u optamos por tratamientos abrasivos como la radioterapia, a sabiendas de que no solo pueden aparecer nuevos cánceres, sino que no tenemos garantizada la supervivencia. Para eso es el consentimiento informado. Así que, mejor si dejan sus críticas negativas a las medicinas complementarias por no sanarlo todo. Ningún tipo de medicina lo hace.
Mi mensaje a los profesionales de la salud holística –sean estos médicos, psicólogos u otros terapeutas— es que, a pesar de todos los inconvenientes y campañas en contra, hay que seguir adelante poniendo en práctica aquello en lo que creemos, aquello para lo que hemos nacido y en lo que nos hemos formado. Quizá sean compromisos que hemos adquirido en un estadio del que no recordamos nada, del que solo tenemos pequeños flashes, minúsculas reminiscencias que resuenan poderosamente en nuestra alma. Sanar es un acto mágico, místico, sagrado, un acto de amor que la Divinidad pone en nuestras manos para el bien, para realizarse a sí misma.
NOTA:
Esto no significa que estemos de acuerdo con el resto de modificaciones globales “obligatorias” del CIE-11.
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