Conversaciones con… Ángel García, el hombre que se inventó “Esta noche cruzamos el Mississippi”
— En la televisión más o menos cloroformizada de la época ¿qué supuso la llegada de Esta Noche Cruzamos el Mississipi a las pantallas de los hogares españoles?
— Pues fíjese lo que debió suponer, cómo entró en las casas, que 25 años después aún estamos hablando de ello. Le puedo decir que un detalle que demuestra hasta qué punto la gente quedó impactada con el programa es que cambiamos sus hábitos nocturnos. Por aquellas fechas, hablamos de 1996, el prime time, los programas de noche, empezaban a la hora de El Hormiguero y como el Mississipi empezaba más tarde, hacia las 11 o 11,30 horas de la noche, y duraba 90 minutos, la gente quería verlo y empezaron a irse más tarde a la cama. No obstante, alguna vez que tuvimos que comenzar antes llegamos a ser vistos por más de 10 millones de televidentes. Esas cifras hoy son imposibles.
Diría que el público, ante tanta marcha, ritmo, éramos además unos iconoclastas, no sabía de qué íbamos, qué queríamos contarles ni cómo se lo íbamos a contar, se sentaba en el sofá con el cubata, después de cenar, esperando que comenzara el espectáculo, y se quedaba estupefacto, sorprendido, y riendo, se le dedicaba tiempo al humor, un género que no es nada fácil.
— ¿En qué basaba la fórmula de su éxito el Mississippi?
— Al principio el Mississipi no arrancó bien. Veníamos de otra cadena, de hacer un magazín de mañana, nos enfrentamos a Teresa Campos y su tropa, profesionales que sabían sacarle partido a la realidad, lo que nos obligó a darle al coco, a exprimir la imaginación, y a ir forjando un gran equipo. Nada se puede hacer bien sin buenos profesionales. A mí, creo que me gustaba más lo que hacíamos en Antena 3 que lo que hicimos por la noche, luego, en Tele 5.
El éxito tardó un par de meses en llegar, pero llegó. Y llegó cuando hicimos lo que queríamos hacer, no lo que nos pedían que hiciéramos. En Tele 5 querían que copiáramos a David Letterman y compañía, los reyes del late night norteamericano, y nosotros queríamos sacar a nuestros monstruos a pasear, a Pepelu, a la Reme, a Rambo, más los que fueron surgiendo, como la Veneno, Chiquistán… Eso más la realidad, que da mucho de qué hablar. Creo que a la realidad la retorcimos hasta dejarla seca. Como quedamos nosotros, al menos yo. Fueron dos años muy intensos.
En resumen, que la base de nuestro éxito fue siempre el mismo: trabajar, trabajar y trabajar. Le echamos muchas horas, pero lo pasamos de vicio. Y la gente, el público, por lo visto, también.
Y hubo suerte, ya que nosotros llegamos a la noche de televisión en un momento dulce, con la gente en sus casas cansada de ver siempre lo mismo, o parecido, nadie arriesgaba nada; los productores y directores buscaban acomodarse en la parrilla de programación y sobrevivir y ahí llegamos nosotros, que siempre hemos tenido un pie en la calle, no nos hemos casado con nadie, y que teníamos ganas de divertirnos y de hacer buenos espectáculos.
— Recibieron muchos palos por el amarillismo con que trataban los asuntos, se les acusó de hacer telebasura. ¿Es usted el inventor de la telebasura? ¿O ya existía ese síntoma en el resto de programas, incluidos los telediarios?
— No soy inventor de nada, pero si he usado los resortes de la imagen tanto como he podido y dependiendo de las circunstancias. Nos llamaron de todo entonces y con el tiempo la hiperrealidad de numerosos programas nos ha superado con creces. Somos como niños, comparado con lo que se ha hecho estos últimos años. Además, irrumpimos en escena con tanta fuerza que todo el mundo se creía con la necesidad y el derecho de criticarnos, nos pusieron mil calificativos, todos capciosos, pero el público nos veía, entusiasmado. Hay mucho de malévolo en las críticas que se le hacen a los profesionales de la tele. Y hay, diría, un tanto de envidia. En la tele se cobra más dinero que en la radio y en la prensa, y eso no se lleva bien, amén de que es fácil coger un micrófono y criticar, hay que llenar el tiempo…
Visto desde ahora, aquellos tiempos eran de una ingenuidad superlativa. Hoy, hay censura por todas partes y el periodismo ha desaparecido de los periódicos, de las radios, de las teles.
— ¿Cuál fue el proceso de creación del Mississippi? Usted venía de la “prensa seria”. Tenía sus orígenes en la redacción de Interviú, uno de los semanarios de mayor calidad en el postfranquismo…
— Si, yo me inicié en Interviú, con Ignacio Fontes de director, que fue una revista única también, algo especial, distinto, en el quiosco. Me gustó mucho pasar por allí, por aquella escuela, todos tenían el colmillo retorcido de tanta batalla, porque ser periodista es algo serio y difícil. La sociedad nos necesita. De ahí pasé a RNE, donde hice un programa tipo el de Iker Jiménez, y otro de pura ciencia, dos temas que como divulgador siempre me fascinaron. Y de ahí salté a TVE donde me encontré con un grupo de profesionales – Pepe Navarro uno de ellos -, magníficos, los periodistas Gregorio Roldán, Vicente Camarena, Miguel López, actores como Santiago Urrialde, Maribel Ripoll o Javier Bardem, que estaba dando sus primeros pasos. Creo que su primer papel estelar lo hizo vestido de Superman y en el programa de la mañana de TVE “El día por delante”, allá por el año 1989. Había buen ambiente y eso propició crear grandes programas y un estilo que luego estalló en la noche, con el Mississippi. Pero donde cuajó, donde nos hicimos fuertes en ese estilo y creamos todo tipo de personajes, fue en Antena 3, en las mañanas de la cadena, que se llamó por cierto “Vivir, vivir, qué bonito”. Esto fue ya en 1992.
— ¿Sufrió presiones el programa? ¿Sintió en su pellejo la tenebrosa mano de la censura democrática?
— Claro. Como todo buen profesional o medio que se precie, sufrimos algunas presiones políticas y empresariales. A veces molestábamos y se nos intentó apartar yendo más arriba, unas veces, llamando a la directiva de la cadena para ponernos a parir, y otras invitándonos a comer para, entre plato y plato, imaginar lo idílica que puede llegar a ser la vida si levantáramos el pie del acelerador. Pero fueron escasas veces, nosotros pisábamos poco en las alfombras de la Moncloa, ni nos codeábamos con los grandes empresarios, nuestra actividad era más social. Pero para hablar de censura preguntadle a Pepe Navarro qué pasó con su Pelícano en Antena 3. Allí la censura derivó en despido fulminante de 50 profesionales y sus respectivas familias unos minutos antes de entrar en antena. Yo no me vi afectado por aquello, pues me quedé en Tele 5, pero tenía muchos amigos en aquel programa y aún se están preguntando qué sucedió.
— ¿Nos puede hablar de los personajes del Mississippi, desarrollar un poco quiénes eran, de dónde procedían…: Santiago Urralde, Pepelu, etc.?
— La verdad es que todos ellos, hoy, son grandes actores y alguno, como Carlos Iglesias, ha pasado a ser también guionista, director y productor de cine. Florentino Fernández no para de trabajar, seguro que tiene el curriculum más largo de todos los de Linkedin, la Reme o Maribel Ripoll ha estado involucrada años en un culebrón en TVE1, “El Secreto de Puente Viejo” y Santiago Urrialde se ha consolidado como un actor que domina la comedia. ¿De dónde salieron? De castings, de dónde salen la mayoría de los actores. Cuando eran unos desconocidos vimos en ellos la vena cómica necesaria para adaptarse a nuestro estilo, y acertamos. De la repercusión que tuvieron en aquellas fechas soy testigo directo. Pasó en el estadio de fútbol del Atlético de Madrid, cuando estaba en la ribera del Manzanares, era un partido de liga, jugaba también el Athletic, mi equipo, y una gran parte del público gritaba de vez en cuando: “Dios mío, Dios mío, no siento las piernas”. Me sorprendió ver cómo algo que se cocinaba en una simple habitación con los guionistas, así empezó el papel de Rambo, se convertía en un grito habitual de los hinchas del Atleti en un campo de fútbol. Sí, los personajes del Mississipi calaron en la gente, fueron aceptados en las casas con normalidad, como si fueran uno más de la familia.
— ¿Qué diferencias advierte entre la televisión de su época y la actual?
— Yo dejé de ver la tele hace tiempo, en general me refiero. Veo algunos programas que me divierten, de humor, y algún informativo. Me nutro desde hace tiempo de las redes sociales, que son muy confusas, pero también muy creativas y prolíficas, hay de todo y en abundancia. En estas, la pena es la desinformación, por un lado, y por otro la labor de las empresas verificadoras de información que son empresas privadas financiadas en gran parte por magnates como George Soros. Es decir, responde a intereses muy concretos y no a la defensa de la sociedad. Por mucho que se tiren el rollo, sus dictámenes no se los cree nadie. Diría que contribuyen más a la desinformación.
Los propietarios de Newtral y Maldita son personas criadas en La Sexta, declaradas de izquierdas, lo que es legítimo, pero que induce a pensar que muy independientes no van a ser a la hora de verificar noticias.
La tele en España es un nicho de dos grandes empresas, Mediaset y Atresmedia, participadas por dos grandes fondos de inversión y algún magnate, como Berlusconi en Tele 5. Es difícil moverse con libertad si eres periodista y tienes que trabajar en Newtral, Maldita o estas cadenas de televisión.
Por otro lado, diría que la televisión sigue teniendo grandes espectáculos, y que dados los números de sus audiencias, sigue interesando al público. La televisión sigue siendo el gran vehículo informativo y publicitario. Veremos por cuanto tiempo. En Estados Unidos hay programas de cadenas clásicas, como la CNN, que han perdido hasta un 70 por ciento de audiencia. El público se está yendo a las redes sociales. ¿Por qué? Porque la televisión está perdiendo credibilidad. Las redes sociales están dando a cualquiera la opción de participar, de opinar, de influir y eso está restando tiempo de ver la tele. Cada año va disminuyendo el tiempo de ver la tele.
Me preguntaba la diferencia de la televisión entre mi tiempo y este y ya lo sabe: las redes sociales no existían en aquellos años donde había programas que podían superar los 10 millones de televidentes. Algo imposible hoy día. Tampoco existían La Sexta, Cuatro, Neflix, HBO y demás plataformas, que se llevan también un pico de audiencia, ni los teléfonos móviles se habían convertido en mini ordenadores capaces de cualquier cosa para comunicarnos y entretenernos. Habría que destacar que la tele, visto lo visto, el armamento que existe para disminuir su influencia, es mucha tele pues ahí sigue, reinando. Es el gran medio. Por eso asusta tanto cuando se utiliza como arma de ingeniería social para controlar o domesticar a la población.
— Usted, además de periodista, es productor, guionista y escritor: ¿Con cuál de esas facetas se siente más cómodo y por qué?
— También soy editor, una faceta que cultivo desde hace ya unos años. A mí lo que siempre me ha interesado es mirar la realidad desde puntos de vista distintos. Creo que el periodismo es válido para eso; puedes dedicarte a la información de cualquier materia: deportes, cine, banca, tecnología, política, moda… y como escritor, puedes hacer lo mismo profundizando más en la materia o en el medio en el que se desenvuelven tus personajes en las páginas. Con la literatura de ficción, además, puedes recrearte, pensar, profundizar en aquello que nunca has vivido o vas a vivir: ciencia ficción, novela negra… Creo que lo que soy, lo que me gusta, es comunicarme, la comunicación. Todo lo que hago y he hecho se podría definir con esa palabra. Como editor busco la piedra filosofal, talento, un genio, una pepita de oro, un diamante, alguien que te haga dejar todo lo que estás haciendo para seguir leyendo… hasta terminar esa obra maestra. Animo a todo el que escriba, no importa qué, a que se ponga en contacto con nosotros. Si se me permite les dejo un email al que dirigirse si creen que son, que tienen algo especial. Escriban a info|@elangel.es Por cierto, soy autor de una novela, FEROZ, que discurre en el ambiente de la televisión. El protagonista es un productor enloquecido. La escribí antes de que estallara el escándalo de José María Mainat. Cuando pasó, lo de su presumible intento de asesinato, volví a darme cuenta que la realidad supera siempre a la ficción
— ¿En qué proyecto/aventura anda en estos momentos? ¿Con qué nos amenaza?
— Mire, estábamos en marzo de 2020, el día 14, y el presidente del gobierno, el señor Sánchez, decreta el Estado de Alarma amparándose en la Constitución. Viéndolo, mis antenas se desplegaron. ¿Cómo era posible?, me pregunté. No recordaba un momento vivido tan intenso como ese, salvo lo sucedido el 23 F de 1981. En aquella ocasión yo sentí que había vuelto a nacer y ésta, que pretendían enterrarme, pero vivo. A partir de ahí y durante unos días estuve escuchando todo, leyéndolo todo. ¿Qué era aquello? ¿Pandemia? Pocos días después, me di cuenta que los medios no nos informaban, hacían propaganda de todo lo que el gobierno les facilitaba. Ni en tiempos de guerra la censura, el desconcierto y el miedo han sido tan evidentes. Todo el mundo se ha creído el cuento de la pandemia. Me pareció que era un momento grave y que tenía que aportar mi granito de arena y convertí madridmarket.es, una revista digital que se dedicaba a entrevistar a artistas de todo tipo y a dar noticias de mi barrio, en una revista que buscaba respuestas.
Pues a eso me dedico, y a crear una tienda online de productos ecológicos, y a la editorial El Ángel.
Entrevista en: El Adelantado de Segovia