Los medios de comunicación han levantado una muralla de silencio en torno a una pandemia que ya, afortunadamente, se siguen creyendo muy pocos. Afortunadamente, también son menos los que se inoculan los medicamentos experimentales que tanto dolor están causando, mientras hacen más ricos a los más ricos, además, y más pobres a los que ya lo eran.
La mass media es la cómplice perfecta en esta operación de ingeniería social sin precedentes, y ha pasado de meternos miedo cada día con la COVID 19 a censurar todo aquello que pueda poner en entredicho su plan para ayudar a cumplir con la Agenda 2030. Téngase en cuenta que la mass media está controlada por los grandes fondos de inversión, que a su vez controlan a la big pharma.
La última proeza de la censura en España es la de RNE Exterior, que eliminó de su programación un espacio realizado por el poeta y escritor español Aarón García Peña y que bajo el paraguas del poema “Los cobardes”, de Miguel Hernández, viene a decir que “se ha levantado de la tumba el pensamiento único” y que no se deja hablar a la disidencia de la pandemia. Además de denunciar el totalitarismo, puede que el único y auténtico virus que llegó de Wuham. Quien quiera escucharlo, ya que RNE, la radio de “todos”, lo ha censurado, puede hacerlo aquí, en madridmarket.es
Hay que acabar con ese silencio ensordecedor, hay que romperlo, se plantean quienes no están dispuestos a ceder un milímetro de sus derechos fundamentales, ganados a pulso en muchos casos. Y es que no fue fácil nacer para muchas democracias, hubo que resolver antes numerosos problemas. La de los españoles surgió tras decenas de años de dictadura y una guerra civil, pero aun así se hizo admitiendo a todos y no olvidando a ninguno. No como ahora, que se pretende dejar a muchos fuera del paraíso digital, del nuevo orden mundial que se está gestando con la mencionada Agenda 2030. Defendamos pues lo ganado: la democracia, lo mejor que tenemos. El problema no somos nosotros, es ellos, los que controlan esos fondos de inversión, que quieren cambiar el mundo sin importarle la sangre de los que vamos cayendo por el camino. Los nuevos amos del mundo lo controlan todo y aún quieren más control, al estilo de los chinos, que utilizan pasaportes de salud con códigos de colores. Si es verde autorizan a todo, viajar inclusive; con el amarillo empiezan las restricciones y con el rojo se anulan todos los derechos, convirtiéndose prácticamente en un preso político al que le espera probablemente un bonito campo de concentración. Han levantado ya, al parecer, los suficientes como para confinar en ellos a varios millones de personas.
La gente está harta de que la presionen, la amenacen, de que le engañen. Vean y escuchen lo que pasó el día 2 de diciembre en la provincia ecuatoriana de Cotopaxi. La gente se lanzó a la calle exigiendo al gobernador de esa provincia que dejaran de fumigarlos. Aquí pueden verlo, si no lo creen:
ECUADOR
«¡Dejen de fumigarnos para apartar las nubes!», se les oye gritar. Acosados por la sequía, que creen provocan avionetas que surcan sus cielos fumigando sus tierras, exigen al gobernador de su provincia que dé la cara. Aquí el silencio pesa toneladas, pero la gente está a un paso de rebelarse.
Hace dos años, en España se presentaba un recurso contencioso administrativo “contra una orden del ministerio de Sanidad que autorizaba a las unidades NBQ de las Fuerzas Armadas y a la Unidad Militar de Emergencias a utilizar biocidas autorizados por el ministerio de Sanidad en las labores de desinfección para hacer frente a la crisis sanitaria ocasionada por la COVID”. Se fumiga como vemos en todas partes, puede que por distintas razones, pero muchos tememos que lluevan tempestades químicas sobre nuestras cabezas causándonos quien sabe qué problemas médicos.
Hasta los chinos, pueblo sumiso, pero resistente, han dicho basta a tanto cuento y aún con el recuerdo de la plaza de Tiananmén en la cabeza, se han empezado a enfrentar a pecho descubierto contra ejército y policía. Sus derechos, los pocos que tenían, han sido también pisoteados. Sí, el tamaño de los muros del silencio es enorme en China, pero la gente ha decidido que las cosas deben cambiar. De China vino el virus, o allí lo inventaron, o inventaron el cuento de su existencia, que sigue sin quedar claro lo sucedido, y de allí hemos copiado la brutalidad e intolerancia para manejar políticamente los dos últimos años de nuestra vida.
Puede que no nos quede otra que tragar, pero antes deberíamos intentarlo, jugar al juego de la política, conseguir asientos en los Parlamentos para hacernos oír, y salir a la calle juntos. El próximo día 17D en Madrid tenemos una nueva oportunidad de recordar que el futuro también nos pertenece, no es solo de los ricos.