Como todo emprendedor que se precie, un día se lanzó y creó un oasis – el centro de día Summum Vita, lo llamó – para que los mayores se olvidaran por unas horas de quiénes eran y, sobre todo, de qué adolecían. Hay quien se ocupa de los mayores por negocio – las residencias y centros de día proliferan como setas -, mientras lo hagan bien, qué importa, pero hay quien lo hace por vocación, como Jesús Quintanilla, al que habría que aplaudir más veces aparte de a las 20:00 horas. Así ve él la pandemia y el papel que juegan nuestros mayores.
MM.- ¿Como crees que ha impactado la enfermedad COVID19 en las personas mayores?
JQ.- Son los principales afectados a corto plazo por la enfermedad, pero habría que determinar varios vectores:
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Ancianos. Hablamos del mayor que es frágil, muy vulnerable ante cualquier eventualidad, con un perfil mayoritario de residencias, con mayor porcentaje de muertes tanto por coronavirus como por una falta de atención hospitalaria adecuada.
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Mayores sanos. Menos afectados en cuanto a fallecimientos, pero presas del miedo por una sobrecarga de información que no pueden asimilar y amenazados por lo que están viviendo, que supone el conjunto de factores a evitar para preservar la salud. Están siendo empujados a la fragilidad, lo que los pone en peligro, pues no tienen contacto social, ni actividad física ni estimulación cognitiva, y con todas sus rutinas rotas.
MM.- ¿El sistema de atención a mayores ha estado a la altura de la situación?
JQ.- El sistema, sobre todo las residencias, se han enfrentado a un desafío que sobrepasaba sus posibilidades y competencias, allá donde han comenzado los contagios masivos ha sido una tragedia, sobre todo en los de mayor capacidad.
MM.- ¿Las cifras de fallecidos no dejan en mal lugar a los centros de atención a mayores?
JQ.- Las cifras parecen elocuentes. En Madrid se ofertan aproximadamente 45.000 plazas de residencia y pueden haber fallecido entre un 15 y un 20 % de residentes, y no sólo por COVID-19. Pero igual de cierto es que en plena pandemia internacional se ha podido preservar la vida de más de 35.000 mayores en buenas condiciones, sin asistencia hospitalaria adecuada y sin tiempo de respuesta.
MM.- ¿Hay que cambiar la normativa?
JQ.- La mayoría de residencias funciona bien dentro de lo que se puede pedir a un sistema masificado. La inspección y el control de calidad por parte de la Comunidad de Madrid es adecuado, pero no puede llegar al fondo de las cuestiones por falta de medios. El sector ha quedado en entredicho por unos pocos. Apenas a un 5% de residencias se les ha abierto expediente y el número de residencias intervenidas son una excepción a la normalidad. Ahora es el momento de soluciones y no de ideologías políticas, y el debate sobre si pública o privada me parece de lo más irrelevante. Nadie habla del mayor ni de sus deseos… Hemos creado un macrosistema que los aborda como problemática, sin ser tenidos en cuenta como personas.
MM.- ¿Algún cambio en concreto?
JQ.- A mi modo de ver, se puede incidir en los siguientes aspectos:
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Masificación y capacidad de las residencias: las de 50 o menos personas apenas se han visto afectadas.
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Capacitación del personal: puede que no se disponga siempre de perfiles plenamente preparados.
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Quién está detrás de cada residencia, qué pretende y cómo se financia: es buen momento de regular situaciones abusivas y abordar con mayor severidad los malos tratos por acción y, sobre todo, por omisión.
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Para las familias, hijos en especial, es el momento de plantearse algo más que cómo son de impresionantes las instalaciones, y preocuparse del plan de intervención que tienen con mi padre o con mi madre o, fundamentalmente, es el momento de ingresar a mi familiar en una residencia. Se ha contribuido a la masificación sin más, se ha alimentado el fuego a base de carbón y, por desgracia, ha tocado recoger cenizas.
MM.- ¿Los centros de día están en la misma situación?
JQ.- No debería ser así, aunque estamos en el comienzo de la masificación. Empiezan a aparecer signos similares, como son la aparición de cadenas de centros de día y de trabajadores que son sospechosos por su vocación o profesionalidad. La incidencia en centros de día por COVID-19 no es comparable, ya que no residen en ellos y los contagios pueden haber tenido cualquier origen. Los centros de día son elementos imprescindibles para que el mayor siga viviendo en su casa, en su comunidad, gracias a nuestros programas de intervención terapéuticos que proporcionan calidad de vida al mayor y retrasan su institucionalización en residencia.
MM.- ¿Cuál fue la primera señal de alarma en el centro de día Summum Vita?
JQ.- La primera señal de alarma fue el miedo de las familias a traer a sus mayores, que fue poco intensa, ya que no había ninguna información acorde con la gravedad de la situación; la segunda y definitiva fue la confirmación oficial de un caso de una señora (fechado el día 11 de marzo de 2020) que no asistía desde seis días antes. En ese momento decidí de manera unilateral suspender temporalmente el servicio, anticipándome a la orden de la Comunidad de Madrid de 13 de Marzo, que decretó la suspensión general de los centros por trece días.
MM.- ¿Cómo es la evolución desde las primeras noticias hasta la suspensión del servicio?
JQ.- La forma de planificar, actuar y sentir fue paralela a la información que recibimos, pasando del escepticismo prudente inicial a la toma de decisiones de prevención dentro del centro y mayor vigilancia de la salud de los usuarios y, por último, a la disposición de quedarse en casa y seguir la evolución del problema en la distancia. En lo personal, vivimos sentimientos encontrados, en constante y frenética evolución.
MM.- ¿Cómo describiría esos sentimientos?
JQ.- Detrás de cada usuario de mi centro hay una historia personal de éxito, de esfuerzo, de valores… Son las personas, la generación que ha puesto los cimientos de nuestro bienestar. Cada persona mayor nos confía lo único que les puede quedar, que es su propio ser, su propio cuerpo, y es su forma de decir que te quiere, confiando plenamente en tu apoyo, por lo que hay un vínculo muy estrecho.
Cada llamada y cada noticia origina una fuerte preocupación que te hace luchar para vencer a la realidad y, al ver que enferman o que mueren de repente, te invade la impotencia. Por último, abatimiento y tristeza ante el tratamiento de los fallecidos y la imposibilidad de despedirse de sus seres queridos.
MM.- ¿Qué valoración tiene de las cifras de contagios y fallecidos?
JQ.- En realidad no conocemos la cifra real de contagios ni de muertes en España o en el mundo causadas por COVID-19, ya que no hay test fiables para el conjunto de la población y los datos son manejados diariamente con diferentes criterios. Nos encontramos en el primer frente de esta guerra, que es asimilar el golpe asestado, devolviendo a la normalidad al sistema sanitario. Mientras alcanzamos una solución médica de garantías, debemos protegernos ante eventuales futuros repuntes con medidas de protección, minimizando daños colaterales, como los económicos, los efectos adversos sobre la salud de las demás personas, como el abastecimiento, mantenimiento de infraestructuras, educación…
MM.- Pero las cifras son muy elevadas…
JQ.- Eso es incuestionable, las cifras hablan por sí solas. Es obvio que cada año los mayores, las personas con enfermedades previas, inmunodeprimidos, fallecen más que cualquier otro segmento de la población ante gripes o afecciones respiratorias estacionales.
Las comparaciones con la gripe han sido empleadas en todos los ámbitos para desvirtuar o fortalecer la idea de peligrosidad del nuevo coronavirus. La única comparativa razonable es la existencia de una vacuna y cómo se comportaría el nuevo virus a nivel de cifras en ese caso. Sabemos que en la temporada de gripe 2017– 2018 se vacunó un 55% de la población mayor de 64 años. Se registraron 752.000 contagiados oficiales, de los que 52.000 recibieron tratamiento hospitalario, 3.000 precisaron UCI y, finalmente, 1.500 personas fallecieron. Estos datos no invitan a que las personas de riesgo salgan de casa ni a que hagan vida social.
Hasta que se desarrolle la vacuna estamos abocados a sobreprotegernos y guardar distancias, especialmente el perfil del anciano (persona mayor frágil habitual de las residencias), pero no será ninguna garantía de supervivencia debido al riesgo intrínseco de ser mayor y el deterioro de salud multifactorial que ello implica
MM.- ¿Qué medidas va a adoptar el centro de día Summum Vita?
JQ.- Ningún centro de día, colegio, residencia, etc. debe abrir como si nada hubiera sucedido. Como ya he indicado con anterioridad, estamos en la fase de tratar de vivir protegiéndonos de nuestra amenaza minimizando daños colaterales, por lo que hemos desarrollado un plan de protección que nos hará más fuertes para esta y futuras crisis. Es imprescindible comenzar con analítica (no test rápidos) de anticuerpos en todos nuestros usuarios (inmunoglobulinas G y M) para tener información sobre el impacto real del virus. Además, reduciremos el aforo redefiniendo nuestro perfil de atención e implantaremos un conjunto de medidas como control de temperaturas por medio de dispositivos inteligentes, lámparas ultravioleta, generadores de ozono y EPIS para usuarios y trabajadores, control microbiológico de superficies específico para coronavirus, entre otros.
MM.- ¿Cuándo retornaremos a la normalidad?
JQ.- El anhelo debe ser retornar a la tranquilidad aunque la normalidad evolucione, que evolucionará… Ya estamos retornando a la tranquilidad, estamos más cerca de lo que parece, de hecho, la apertura de centros debería ser ya un hecho para que la tranquilidad de nuestros mayores y sus familias no se esfume para siempre. Cada nuevo día con falta de rutina nos aboca al precipicio, el retroceso en salud puede ser definitivo. Esperamos reabrir, como mínimo, en Junio, aunque no está en nuestra mano.
La nueva normalidad tendrá como cimiento el ejemplo de los que ya no están, seremos más fuertes y estaremos mejor preparados, su pérdida no puede ser irrelevante.
Para acceder al centro de día Summum Vita pincha aquí.
Lee aquí cómo ha gestionado esta crisis la residencia Valderey, en Pozuelo de Alarcón.