Así son las cosas de la matemática. Por cinco votos se desparrama por nuestra política una amnistía que apuesta por la normalización desde su crispada normalidad, y donde los energúmenos de siempre, que ni creyeron ni creen en la democracia, mostraron con ahínco y tozudez su talante insultantemente antidemocrático. No se mostraron asi de combativos con la amnistía que sacó de la cárcel a quienes sacaron los tanques a la calle y entraron disparando en el Congreso. Para ellos, en 1993, la Sala de lo Militar del Tribunal Supremo asumía indultar al golpista Tejero por “conveniencia pública” y, de esa forma contribuir elegantemente, democráticamente y legalmente envueltos en la bandera rojigualda “al olvido de unos hechos que deben quedar ya en el pasado”. Así de clarinete lo tiene su actitud ante los hechos que la historia se empeñará en no olvidar. El inolvidable presente para estos sujetos despreciables es un batiburrillo de consignas airadas y extemporáneas, un revoltijo de falsedades tocineras mal argumentadas y un parangón maloliente de pasos retrógrados manchados de caca sin suerte en una escalera a ninguna parte que pueda servir a la sociedad del siglo que recorremos. Su estruendoso ruido desafinado será la banda sonora de un momento que, a lo mejor o a lo peor, es el principio y final de un loco procés que ya se escurre sigiloso en los olvidos de hemeroteca. Lloraba el trumpismo en América por el inesperado triunfo de una putita representando al pueblo contra el orden establecido más poderoso y tramposo, a la vez que lloraban aquí las carcundias, y los nacionalismos, y las cosedoras chinas de banderitas para manifestaciones, y los memos de toda la vida, y los ignorantes y, también, los capullos verbeneros casi asustados por la gesta vencedora. Saber que somos parte de los mismos vientos, de las mismas nubes, de los mismos éxitos y fracasos como Estado, para todos ellos es muy poco menos que nada. El destino de las leyes y como fluir con ellas o trascenderlas no nos lo enseñaron en el bachiller o nos lo dieron mal a oler. A mi generación, los franquistas vencedores y sus colaboradores no se preocuparon de mostrarnos y educarnos en el hecho cierto que de la discusión serena y constructiva se engendra la verdadera luz que alumbra los futuros sin discusión grave, sin insultos, sin jodiendas partidistas, y sin pasiones recocidas con garbancerío. Dejaron y dejamos que los exaltados rabiosos se aprovechen de las ventajas de poder manifestarse sin prejuicios y sin aportar nada más ni menos que miserias dialécticas para dummies, soportes para ideales caducos y pésima educación. Los gritos de “traidores” y “cobardes” en el Congreso más que avergonzarnos y repugnarnos nos expulsaba de su motivo primordial y nos llevaba en andas a una desafección con el sistema que tendrá un muy difícil regreso a la indispensable -normalidad de la gente normal-. Estos aulladores, que brindaron con champan el intento de Golpe de Estado del 23F y la posterior amnistía a sus 33 imputados, hoy se echarán al coleto unos básicos tintos de verano muy españoles, intentando buscar rimas menos ofensivas al “cinco” que los ha encabronado como avispas en un bote de cristal.
NOTA DE RECTIFICACION. –
En la reciente historia española se han producido cuatro amnistías, una de ellas creó la Ley de Amnistía de 1977 y las tres restantes estuvieron dedicadas casi íntegramente a lo fiscal. Por lo tanto, en este artículo, he cometido un sustancial error que achaco a mi despiste de persona provecta que me privó esta vez de contrastar el dato más suficientemente en la hemeroteca, como lo llevo haciendo habitualmente en los más de 70 artículos publicados en estas páginas. Por ello pido disculpas a mi editor y a los lectores por haber incluido pésimamenteel término “amnistía” al referirme a quienes sacaron los tanques a la calle y entraron disparando en el Congreso. ¡Fueron indultados y no amnistiados!. La diferencia es muy espesamente considerable y, sinceramente, no fue un error intencional. Les doy las gracias por ser tan pacientes y les invito a seguir leyendo estos análisis libres donde no dejare que mi vehemencia se abrace a inexactitudes tan sonoras.