Lo del patriarcado es una falacia, las mujeres son las grandes víctimas del Sistema

Con algunas pinceladas satíricas, sin que esto sea un texto de humor,  pretendo analizar algunas características del universo femenino, que están siendo muy bien utilizadas por el Sistema, con el fin de imposibilitar su completa independencia. Sin que sirva de precedente, me tomo la libertad de escribir Sistema con mayúscula en las doce ocasiones que utilizo la palabra.

Se dice que al lado de un hombre oprimido, hay una mujer aún más oprimida, que sufre, a mayores, las consecuencias de ser mujer –pensemos en las féminas del Tercer Mundo—. Así, aparte de llevar una vida miserable, suelen ser víctimas de violencia doméstica, por parte del marido, hermanos e incluso de otros hombres del clan.

Hoy, las mujeres del Primer Mundo tenemos derechos y leyes que nos protegen. Como ya expresamos hasta la saciedad en diferentes trabajos, estamos en contra de la Ley de violencia de género, por injusta – legal y justo no son sinónimos— y discriminadora contra el hombre. Es cierto que algunas mujeres siguen sufriendo malos tratos y acoso sexual y laboral. Pero las mujeres, en general, estamos siendo acosadas y manipuladas por el Sistema. Si en tiempos pasados vivíamos en un patriarcado vigilante y activo, que no le permitía a la mujer ni el más mínimo protagonismo, como no fuera en los roles de cortesana y donadora de placer o reproductora y ama de casa –en casa y con la pata quebrada—, hoy ese patriarcado lo ejerce el Sistema a través de una tiranía a la que solo las valientes osan enfrentarse. ¿Qué mujer se atreve hoy a no dar a luz en un paritorio y optar por un parto mucho más natural, en casa? Cuando digo en casa no me refiero a tener el niño en solitario y en plan salvaje, sino a un alumbramiento acompañado de profesionales de la salud y todos los medios necesarios. Hay otros muchos ejemplos de los que hablaremos.

“En casa y con la pata quebrada” no quería decir descansando o tumbada a la bartola. Las mujeres han trabajado siempre de sol a sol, han vivido peor, siempre se han reservado los peores bocados, han dado de mamar, han servido de amas de cría, han atendido a los mayores de la casa, y casi nunca estaban enfermas, o si lo estaban, lo llevaban en silencio, porque eran imprescindibles. No se lo podían permitir. “La pata quebrada” era solo para el contacto con el mundo, y las privaciones. Nada de lectura, nada de estudio. “Las mujeres que saben latín son peligrosas”, decía un sabio que resultó ser profeta. Y nada de exhibiciones que pudieran poner en peligro su honor y el de la familia. No importaba si su alma sufría; lo importante era conservar la honra intacta para entregársela a un hombre para siempre. Esa era su garantía de mujer. Afortunadamente, hoy es diferente, pero eso no quiere decir que la mujer haya conseguido la estabilidad anhelada. Ahora el péndulo está en el otro extremo, y todo el mundo anda un poco perdido.

La mujer dejó la esclavitud del hogar para convertirse en esclava del Sistema; asalariada, eso sí, pero condenada a trabajos forzados, sin tiempo apenas para dedicar a los hijos y a sí misma. Y además del trabajo, las mujeres tenemos hoy otro tipo de servidumbres que nos hacen mucho menos libres de lo que creemos.

Si en el pasado éramos sometidas por la fuerza, el marido, la tradición, las costumbres, las leyes y la religión, hoy es el Sistema quien nos somete de manera subrepticia. Los think tanks de las multinacionales farmacéuticas, la ciencia y los médicos al servicio de ellas, la industria de la cosmética y los diseñadores de la nueva sociedad trabajan activamente para crearnos necesidades que ellos están dispuestos a satisfacer. Ocurre con la sociedad en general, pero las mujeres somos mucho más vulnerables ¡y rentables!, porque a nuestro universo propio hay que añadir el mundo infantil, un sector cada vez más consumista.

Somos un filón para la industria farmacéutica. De manera velada, ha ido convirtiendo todos nuestros procesos naturales en estados de cuasi enfermedad, en los que debemos ser aconsejadas y tuteladas. Así, aspectos y situaciones como la ovulación, la menstruación, la anticoncepción, el sexo, la concepción, el embarazo, el parto, el postparto, la lactancia, la crianza y la menopausia, son utilizados por los santones del estáblisment para imponer sus criterios en favor del Sistema.

Lo cierto es que, si nos atenemos a lo que dicta la publicidad y los estudios pagados por empresas farmacéuticas, publicados en revistas femeninas de tendencia más bien frívola, la mujer, desde la primera regla hasta el fin de la menopausia, o de su vida, es todo un problema que hay que ir parcheando. Además, como la mujer es un ser tan “imperfecto” y pierde fluidos por todas partes, sus tutores han inventado compresas para la noche y para el día, tampones para nadar, salva eslip para no manchar las bragas , que además no puede notarse que las llevas porque queda feo. Por no hablar de las depilaciones; hay pelo por todas partes, para lo cual hay que tener maquinillas especiales para alcanzar todos los rincones. Y encima, los olores. La industria dice que olemos mal, y para ello han ideado desodorantes fieles que no nos abandonan y jabones íntimos para “esos días críticos”, dicen. La menopausia no necesita compresas, pero el mercado ha sido muy hábil y ha convertido un proceso natural en tragedia griega. Para esta etapa han inventado –y esto es más grave— los estrógenos, las densitometrías y las raciones de calcio extra, aparte de las cremas vaginales y las antiedad para ganarle la batalla al tiempo y los asesoramientos de sexología para mantener la actividad.

Paralelamente a esto, han masificado las operaciones de cirugía estética. Ahora hay que operarse para estar en el mercado sin crear rechazo, porque vivimos en una sociedad sin alma, que solo se preocupa por el cuerpo efímero; lo viejo no es estético. Es una idea puesta en marcha por el Sistema, y que las mujeres hemos interiorizado mansamente. Siempre me han llamado la atención las operaciones de aumento de senos, o como diría aquella ministra de infausto recuerdo, “ponerse tetas”. En los últimos años se han puesto de moda los implantes de nalgas y las operaciones de vulva. Según algunos estudios de psicología y sociología, esta necesidad es consecuencia del visionado de pornografía –cada vez a edades más tempranas— y la comparación con las pornostars, aparte de la banalización del sexo.

Lo tenemos todo para dejar de ser mujeres objeto, algo a lo que parecíamos estar irremisiblemente condenadas. Tenemos carreras universitarias, trabajo, independencia económica, pero el Sistema nos quiere atadas al pesebre y aquí estamos ahora presumiendo de atributos femeninos. Como dice el refrán: “Para este viaje no se necesitaban tantas alforjas”.

Pero esto no es todo. Como hemos expresado en otros escritos, en todos los países del mundo, con el fin de poner en marcha el control de la población y enriquecer aún más a la industria farmacéutica, se han instalado los centros de planificación familiar, esos lugares a donde van las mujeres a que las tutelen, es decir, a que les receten anticonceptivos y les organicen la vida sexual. Y claro, la industria, encantada repartiendo dividendos a final de año. No importa si a las mujeres les sale vello, si engordan, si les desaparece la regla o si, posteriormente, aparecen cánceres relacionados con los órganos femeninos.

A los diseñadores del Sistema no les importa que estos chutes hormonales alteren nuestro equilibrio endocrino robándonos los mensajes intuitivos que llegan del inconsciente con las diferentes fases del ciclo menstrual, debido a la relación entre ovarios, determinadas hormonas y actividades de los hemisferios cerebrales. Esto no les preocupa y, lo que es peor, lo ocultan. Las mujeres llevamos mucho tiempo desvinculadas de la sabiduría femenina ancestral y natural. ¡Y el Sistema encantado!

Por eso, cuando surgen movimientos como los que proponen el parto en casa, enseguida los guardianes de “lo correcto” dan la voz de alarma y envían a sus servidores a los programas de televisión –vistos, sobre todo por mujeres—, para desprestigiar estas iniciativas naturales. Oigan, ¡que estamos hablando de traer un niño al mundo!, un niño que se ha formado solo, porque la naturaleza es maravillosa; un niño que debe nacer en un ambiente relajado y tranquilo, lejos del bullicio de los paritorios oficiales. Entiendo que esto no puede hacerse de la noche a la mañana, sin una formación y concienciación previas para garantizar la asepsia y seguridad que tal situación requiere. Es toda una conspiración contra la mujer y sus ciclos vitales. En un próximo artículo hablaremos sobre la conspiración contra el bebé para romper el nexo con la madre.

Psicóloga, periodista y escritora.

 

 

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