La conducta de don Felipe al proponer la investidura del traidor doctor falsario resulta incomprensible no ya para un patriota español sino siquiera para cualquiera que se mueva por motivos previsores y prácticos. Tan incomprensible que la propia Casa Real sacaba una Nota explicativa donde intentaba aclarar o justificar la actuación de don Felipe. Si el «medio es el mensaje» se trata de un claro ejemplo de “excusatio non petita acusatio manifesta”.
Por cinismo o estulticia los cortesanos ditirambo alabanciosos nos cuentan las ventajas de que la Corona sea un adorno lujoso y carísimo que en realidad no vale para nada. Desde luego que tienen tanta responsabilidad en el desastre español actual como el mismo rojerío globalista. Sí, intentan blanquear el lamentable real desempeño y tratan de disculparlo con el socorrido argumento de lo buenos y ejemplares que son los Borbones o el del pretendido respeto a la constitución, cosas ambas completamente falsas.
Primero, porque la constitución es violada una y otra vez en cuestiones gravísimas por los dirigentes borbónicos en la mayor impunidad para fines de granjería de los interesados sin que Su Majestad proteste ni diga esta boca es mía. Y porque en este supuesto caso, de serlo que no lo es, la actuación sería en defensa de la nación e incluso de la propia constitución, hoy amenazadas.
Y segundo, porque no es cierto que tenga carácter fatal de acuerdo a ella tal propuesta. Debido a que, en otra muestra más de soberbia, desprecio institucional y falta de educación, las fuerzas golpistas, sediciosas, ladronas, prófugas o filoterroristas no se han dignado aparecer por Palacio como sería su obligación para exponer su supuesto apoyo o no a la candidatura del traidor falsario, don Felipe no tiene porqué considerar que tal apoyo criminal dirigido a la quiebra constitucional y nacional esté comprobado o sea cierto.
En la primera ronda de consultas don Felipe pudo constatar que Feijoo tenía más “síes” que “noes”, casi la mayoría absoluta.
En la segunda ronda el resultado ha debido ser al revés con menos “síes” que “noes” pero, no obstante y a piñón fijo, don Felipe designa al traidor.
No, no debiera tener en cuenta los pretendidos apoyos o rechazos de las formaciones que ni siquiera se dignan ir a Palacio a comunicárselo. Al aceptar esta humillación don Felipe acepta que puede ser despreciado, sometido y ninguneado sin consecuencias. Para colmo, el prófugo golpista Puigdemont, uno de los pretendidos apoyos del falsario para celebrarlo publica en su cuenta una foto de don Felipe cabeza abajo. Nos encontramos ante una capitulación vergonzosa que muestra su inaptitud para el cargo.
Si hay más futuras ocasiones y el tinglado borbónico no revienta antes, ¿Qué pasaría si ya nadie acude a Palacio a consultas? ¿Le preguntaría a Letizia a quién designa? ¿Lo echaría a suertes? ¿No es esta una forma de dar carta de naturaleza a esa humillación a la que se somete a España simbolizada en Su persona?
Tampoco vale lavarse las manos como Pilatos y que «decida» un Parlamento del que existen serias dudas de estar formado al menos en parte por tramposos producto de un fraude electoral de alcance desconocido y más o menos consentido.
De modo que el comportamiento de don Felipe en estas circunstancias cabría explicarlo más bien por chantaje, cobardía, ineptitud intelectual o moral y ojalá que no por lo que aún sería peor: por complicidad en la traición. Si es un chantaje, ¿de qué contenido? ¿Tendría acaso que ver con el pasado de Letizia? ¿Alguna nueva lamentable noticia en relación con el Emérito? Descartando el masoquismo o la estulticia gratuita el nombramiento del felón se nos muestra como una capitulación, un pacto del que ignoramos su hipotético contenido secreto.
No sería el primer pacto escandaloso de los Borbones contra España. Las capitulaciones de Bayona figuran en puesto privilegiado en la historia mundial de la infamia. Donde la traición, la felonía, la ineptitud moral, la cobardía, la corrupción sin el menor decoro personal ni menos institucional brillan bajo la Corona en un hito difícilmente superable. En ellas los Borbones pedían a sus traicionados súbditos de entonces que para ser felices obedeciesen las sabias disposiciones del emperador.
Pues nada tranquilos, que como hoy dice la agenda 2030 no tendréis nada y seréis «felices» súbditos atendiendo a las «sabias disposiciones» del falsario y los colaboracionistas traidores. Ahora, con las capitulaciones de don Felipe ante el actual testaferro golpista globalitario se instaría que se obedeciese dócilmente a la OTAN, o al Foro Económico Mundial, o la OMS, o al corrupto y usurpador emperador o a los ocultos Monopantos de la genocida plutocracia internacional…
Pero la cosa desgraciadamente no termina aquí. Cuando, luego, Su gobierno traidor proponga la impunidad de los criminales o el referendo para la separación de Cataluña u otras regiones españolas a realizar, visto lo visto, en condiciones de casi seguro pucherazo, ¿Qué va a hacer Su Majestad? ¿Acaso pondrá su bonita firma para cohonestar la destrucción de España? ¿Es eso también «constitucional»? ¿No sería eso demostrarle como otro perjuro?
El hecho cierto es que bajo los Borbones desgraciadamente España ha ido perdiendo buena parte de sus territorios históricos. Desde el propio Gibraltar hasta los virreinatos, Cuba, Puerto Rico o Filipinas. O el Sahara. Ahora queda culminar tanta gloriosa hazaña con la segregación de Cataluña, las Provincias vascongadas, Navarra o incluso, Galicia, sin olvidar Ceuta, Melilla o las Canarias amenazadas por el moro apoyado por nuestros supuestos aliados de EEUU e Israel. Entraría en ese clásico «suma y sigue» de liquidación territorial española propia de esta Dinastía bastardeada desde Carlos IV.
¿Puede seguir siendo Rey de España sin España? O bien, ¿De qué parte de lo quede de España pretende seguir siendo rey?
Sea como sea, lo ocurrido debiera suponer un antes y un después. Un aviso de navegantes que indicaría que los Borbones son más parte del problema de España que de su solución.