A los cientos de demasías humorísticas que terminan la frase “Es más inútil que” tan chuscas como: submarino descapotable, bolsa de té impermeable, caníbal vegetariano, cenicero en moto, cantimplora de buzo, espinilleras para tenista, paracaídas de submarino o zapatos para culebra, hemos de sumar con risas de altavoz de fiesta de barrio pobre “eres más inútil que una huelga de traductores del congreso”. La nueva normativa que dice la señora Francina Armengol y jalean unos cuantos muchos diputado normaliza el uso de las lenguas cooficiales en el Congreso y permite los cuatro idiomas.
Como leonés de pro, no me queda otra que descojonarme de la risa y felicitar por su nuevo empleo a los doce traductores contratados para, imagino, traducir al castellano cualquier intervención en gallego, euskera o catalán y del castellano a esos idiomas las demás intervenciones. El próximo paso para que el indispensable piticlín de la orejilla se amortice debidamente será comprar el sowfare de IA con traducción simultánea que le ofrezca y procure a sus señorías con fidelidad y precisión el tono musical de las diferentes voces y sus matices.
Digo que me descojono como leonés de pro, porque la no inclusión por defecto del LLÏONES ha efectuado un desgarro en las partes más íntimas de mis entendederas. ¿Cómo no se le ha ocurrido a esta babelia hemicíclica el escoger este idioma de fácil entendimiento para todos y ahorrarse el ridículo que nos propinan? “El llionés o lleonés ye una llingua romance derivada del peculiar espoxigue del llatín nesti territoriu, dixebráu de los romances vecinos. Na Edá Media algama una personalidá que caltién hasta güei en día. Ye dicir, ye una llingua hermana del francés, italianu, castellán, gallegu, catalán ou romanu.” ¡Coño! Además de conciliar con todas las hablas del estado, excepto del euskera que, por lo visto, tiene raíces no ibéricas (afroasiáticas o caucásicas), no precisa de modernos pinganillos ni esforzados traductores para entenderla. El Llïonés (con diéresis), a día de hoy, únicamente se habla en zonas muy concretas y se mima menos que nada. Los actuales hablantes, que los hay, se estiman en 450.000. Este hermoso y huérfano habla invisible importa un mojón seco, pese a que su protección y promoción están recogidas en el artículo 5 del Título Preliminar del Estatuto de Castilla y León: «El leonés será objeto de protección específica por parte de las instituciones por su particular valor dentro del patrimonio lingüístico de la Comunidad. Su protección, uso y promoción serán objeto de regulación». El LLÏONES, lo crean o no, cuenta con su propia historia, al igual que el resto de las lenguas romances, y posee su propia gramática, su propia fonética y un amplísimo vocabulario de más de 30000 términos. Como añadido para desconocedores, desde la Edad Media tiene una muy interesante y poco conocida literatura propia. No lo propongo, pero como dicen los jóvenes “ahí lo dejo”. ¡Que lo rumien! *
En el estreno de la medida “babelicona o bobalicona” ya algunos –blablableros-, en el uso de la palabra, se han dado el capricho de soltarse el discurso en esos idiomas, como si eso afectase en alguna manera el contenido de su argumento más allá de su afán de notoriedad en las filas de su parroquia. Los tontos de VOX respondieron a esta tonteria con un plante tan teatral como innecesario. También los del PP refunfuñaron lo suyo. Creo que los de estas dos formaciones deben plantearse hacer un boicot a visitar las comunidades con idioma propio para ser coherentes con sus actitudes ante esta chorrada, espero y deseo que de corto recorrido, ya que a mi entender nada aporta a las discusiones que nos conciernen a los votantes de a pie. Que se den cuenta los señores del Congreso multilingüe, que quienes les aposentamos en el sillón y pagamos sus generosos sueldos precisamos de ellos que se entiendan en el idioma que les salga de donde les salga (allá sus partes), y que de la discusión saquen conclusiones que nos beneficien por encima de sus diferencias culturales, linguísticas y políticas. Que se entiendan, aunque sea en arameo, pero que no nos mareen con gilipolladas. Me fascina Castelao en gallego, me enamora la sensualidad poética del catalán de Gimferrer y guardo y reproduzco viejos cedés del fallecido Imanol en vasco con espiritual regocijo. Cuando escucho a nuestros parlamentarios hablar para todo el estado en cualquiera de esos idiomas que, sin dudar, yo defendería a cuchillo el que se hicieran grandes y más universales, me lleno de la ira y hago oídos sordos a sus razonamientos. Siento mucho sentirlo así y, además, me encantaría decirles a la cara la frase famosa del genial Labordeta: ¡Váyanse a la mierda! Seguro que todos la entienden sin necesidad de un doblador y no sería preciso traducirlo al LLÏONES.
* Por si algún termino se escapara en el Congreso, en esta dirección encontraría la mezclada castellano-germánica presidenta del congreso Francisca Ermingau, o cualquiera de sus señorías una fácil traducción. https://www.lengualeonesa.eu/castellan/
Fantástico, totalmente de acuerdo con este divertido análisis