Mi madre me ha contado una y otra vez varios de sus recuerdos más imborrables y uno de ellos se refiere a la época en que durante la terrible posguerra ayudaba a atender el comedor de Auxilio Social de un grupo de niños huérfanos. “Mucho y espeso, señorita” le pedían casi angustiados los niños a los que repartía el rancho diario. Esta frase incluso mejor que un apagón sirve bien para ilustrar la fragilidad de la condición humana y de los sistemas de flujos de materiales y energía sobre los que las civilizaciones se asientan. Y cómo el mal acecha no solo por la intriga criminal de los malvados sino tras las ingenuidades políticas y personales. Sin olvidar que la naturaleza y la vida en general se suele cebar siempre con los más débiles. La mayoría de los causantes de los desastres y calamidades terminan huyendo con el botín a lugar seguro dejando la desolación y la muerte tras de sí.
Ahora las fuerzas de geometría variable del Frente Popular están perpetrando un nuevo proceso revolucionario para implantar una dictadura comunista en una España fragmentada. El Derecho es burlado. La Judicatura desarmada o supeditada a intereses envilecidos. Uno de sus instrumentos, encargado a uno de sus peores cómplices, es garantizar la impunidad definitiva de los delincuentes en el régimen Borbónico, acabar con lo que queda de separación de poderes y perpetrar un falaz referendo golpista en Cataluña que pretende poner fin a los siglos de aventura común con España, todo ello a mayor granjería de nuestros enemigos. En verdad cabe preguntarse si la clase política catalana y española empezando por Su Majestad está valorando bien la gravedad del proceso. Su responsabilidad ante la sociedad española y ante la Historia.
¿Acaso no han aprendido nada de la aventura sediciosa del presidente Companys sublevándose contra la República desde la presidencia de la Generalidad? Es cierto que Sánchez es un tirano sin conciencia moral que se va con cualquiera, goza de amistades muy mejorables, y no es, desde luego, un hombre de criterios democráticos o de patriotismo firmes como fuera el presidente Lerroux, quien se viera obligado a reprimir la otra sedición. El infame y cobarde Largo Caballero, un tipo cuyos pistoleros se liaban a tiros con los del no menos siniestro correligionario socialista Indalecio Prieto, se propuso hacer la revolución, lograr una España roja, con las lisonjas de los comunistas y golpistas catalanes quienes le adulaban como el Lenin español. Lo intentó en 1934, dejando dos mil muertos, y una Asturias saqueada y desolada. Fue indultado por el Frente Popular.
Ahora otro socialista desde el poder del gobierno monárquico en el palacio de La Moncloa se está convirtiendo en el muñidor de este nuevo golpe por etapas a la constitución y la convivencia pacífica: en el líder de la España rota, empobrecida y comunista que nos llevaría a una tiranía de país en vía de subdesarrollo.
Tiene a su favor la ineptitud real, su inobservancia de los mandatos constitucionales que en la práctica le convierten en cómplice por acción o inacción de esta aventura sediciosa. Un desempeño desastroso que tampoco se entiende bien puesto que la primera víctima a sacrificar por la revolución roja separatista muy probablemente vaya a ser él mismo incluso en persona. Una vejación continua de la sociedad civil, de la dignidad institucional o del ordenamiento constitucional. Como reprochaba don Luis Mejía a don Juan Tenorio en referencia a su Ana de Pantoja: «imposible la habéis dejado para vos y para mí«.
Si nos queda algo de conciencia moral, sentido común o instinto de supervivencia debemos interrogarnos sobre nuestra conducta en el espejo de los ojos recriminadores de esa niña de la imagen. El Régimen nos lleva a un otro desastre histórico. Ojalá que nunca volvamos a oír el terrible grito acusador del inocente sacrificado: “mucho y espeso, señorita”.