Hay un abatimiento político que hace que el aire que respiramos sea denso y solo consumible a mordiscos. La insolencia del voto de los ignorantes se ha globalizado y pone a los pies de los caballos las democracias más asentadas. La falta de información por una parte y la información dirigida por la otra nos ha dejado huérfanos de criterio y ausentes de dialéctica, tras haber perdido el oremus como fórmula que deja en manos de quienes gobiernan el sentido menos sentido de los abandonos. El Boinas, que hace mucho que no lo encontraba en el garito de siempre, me contó entre tragos de nuestro país líquido su sorpresa por la intención de voto , y se refería a ella como –un cagarral incomprensible donde los números, que no tienen alma, se decantaban hacia posiciones un cojonar de veces más absurdas y ridículas que lógicas-. El Boinas, que es castellano de derechas torcidas a primera sangre y no lo sabe, me argumentaba que votaría a la ultraizquierda que apareciera por el horizonte, la representara quien coños la representara, porque “el joder no ocupa lugar–”. Argumentaba la equívoca metafísica locura del voto al PP por sus más de treinta inmediatas causas pendientes, por tener más militantes de alto nivel en la cárcel que en el Congreso y porque la radiografía de la corrupción en España arroja datos muy preocupantes: 1900 imputados y 170 condenados en 130 causas. Tras varios tragos de cerveza sin alcohol remató indignadísimo, como en un eructo gaseoso, la siguiente perorata: casi 900 cargos del PP están atrapados judicialmente en la corrupción que su jefe de filas masculla como baboseando un haiku por lo bajini – hay que quitar la viga del ojo propio y dar cerilla a la paja del ajeno-. Esta fruslería turutera de opereta bufa coloca a ese partido de derecha sin centro como número uno de las organizaciones delictivas europeas sin darse ni un pijo de importancia. (Posiblemente lo lleven a gala cuando se pasen de copas en la intimidad de sus oscuros cónclaves o en sus pagadísimos medios de propaganda). Aquí atacó la furia del Boinas la todavía humeante tapa de patatas bravas y me dejó colgando el turno de palabra. Me quedé pensando unos largos instantes si contarle que había leído ayer por casualidad lo de la operación Lezo, y que en ella tienen pringados la justicia, a día de hoy, a más de 60 peperos con nombres y apellidos reconocibles, pero me pareció de mala educación romperle el placer que experimentaba en el blando picante manjar patatero y cambié al tercio a la cosa fontanera de esa tia que, por lo visto, se liaba por soleares de bocachanclas sin fronteras entre sarao en sarao cloaqueros con sospechosos o inexistentes salvoconductos del PSOE. — ¿Crees que, de verdad, como dice el PP, vale el eslogan “¿Mafia o democracia?”. Con la boca bien llena me farfulló: –Si el líder de la oposición, de cuyo nombre no quiero acordarme, cree de verdad que el Gobierno es una mafia, si tiene pruebas de ello tras haber experimentado en sus raíces el ser sentenciado judicialmente como mafia corrupta, no le queda otra que convocar de urgencia una Moción de Censura la gane o no la gane. Es de obligado cumplimiento ético para una oposición responsable y con sentido de Estado: ni se puede ni se debe consentir que las instituciones se degraden. Pero como no tiene pruebas de recibo, ni leches en vinagre , ni huevos escalfados ni de Pascua, ni asomo de vergüenza torera, se reunirá con su engañada y domesticada parroquia mansa , borregona y esquilonamente lanar para hacer ruido en la calle, remecido en banderas inconstitucionales para intentar robar protagonismo al impresentable “barbudo pecho tordo” que, como siempre, -sin hacer ni proponer nada inteligente ni razonable mientras saltaba brazo en alto de chiringuito en chiringuito- le ha quitado a capón el segundo puesto de la infamia azuletona. Ese molesto ruido estructural que no servirá más que para arropar espantapájaros y para que Sanchez se pase por el forro, higiénicamente como nos tiene acostumbrados, con su guapo morro y su piquito facil, la tan débil estrategia de calle ancha que no es más que estridencia de tapadera con presión madrileña ineducadamente frutera. Por eso, el aire se hace tan denso que lo respiramos muy malamente. Por eso, por lo otro y por lo de más allá, es sabido de sobra que tienen la cara de cemento “armazonado” y anegada en su fango. Nada les importamos a estos actores sin método en su despropósito reiterativo, y por -poco a lo poco- no queda más remedio que gritar desgañitados a los cuatro vientos, dándonos afónico eco un casi silencioso cobardísimo “’¡Sálvese quien pueda!” .
NOTA. – El Boinas me regaló en la despedida un refrán para dar tapón a mis consideraciones de bote-pronto: “Si entre burros te ves …rebuzna alguna vez”. No es mala cosa este tipo de camuflaje de la irrealidad distópica.